James Ensor, El banquete del hambre, 1915.
Fuera del reino animal llamamos «parásito» al individuo molesto e indeseable que se aprovecha del trabajo de otro sin dar ni golpe, que vive a expensas del sudor ajeno y que manifiesta una extrema habilidad a la hora de arrimarse a los buenos, es decir, a aquellos de quienes puede obtener mayor beneficio. Es, claro está, una metáfora sacada de la zoología. No sin acierto, pues los parásitos humanos actúan a semejanza de piojos, lombrices, termitas y otros simpáticos bichitos. Pero el origen de la palabra «parásito» es más honroso. Viene del griego «parasitós», voz formada a partir del prefijo «para» (junto a) y el lexema «sitos» (trigo). El término se aplicó inicialmente a ciertos empleados públicos de alto rango a quienes se encomendaba el control de las cosechas de cereal y de la elaboración del pan, dos de los pilares de la economía del Estado y del bienestar de sus ciudadanos. Por la importancia de su misión y por la fama de hombres íntegros que les acompañaba, los «parásitos» gozaban del máximo reconocimiento social, lo cual les llevó a ocuparse también de la preparación de banquetes rituales. Al «parasitós» se le atribuía un exquisito buen gusto y un paladar digno del mayor sibarita. De ahí surgió la tendencia a llamar «parásito» al invitado en la mesa, y, más tarde, a cualquier comensal. Pero, dado que los invitados comen a costa de otros, «parásito» fue poco a poco deslizándose hacia el territorio semántico de lo que hoy llamaríamos «gorrón». Es decir, que de un vocablo elogioso salió una acepción despectiva y envilecida. El capricho de los cambios de significado hizo que el funcionario de prestigio se transformara con el tiempo en un despreciable aprovechado. Alguien dirá que las palabras hacen justicia poética, sobre todo al ver la alegría con que algunos cargos públicos manejan su visa oro.
Publicado en el suplemento cultural 'Territorios', de El Correo, 9.01.2010.
Fuera del reino animal llamamos «parásito» al individuo molesto e indeseable que se aprovecha del trabajo de otro sin dar ni golpe, que vive a expensas del sudor ajeno y que manifiesta una extrema habilidad a la hora de arrimarse a los buenos, es decir, a aquellos de quienes puede obtener mayor beneficio. Es, claro está, una metáfora sacada de la zoología. No sin acierto, pues los parásitos humanos actúan a semejanza de piojos, lombrices, termitas y otros simpáticos bichitos. Pero el origen de la palabra «parásito» es más honroso. Viene del griego «parasitós», voz formada a partir del prefijo «para» (junto a) y el lexema «sitos» (trigo). El término se aplicó inicialmente a ciertos empleados públicos de alto rango a quienes se encomendaba el control de las cosechas de cereal y de la elaboración del pan, dos de los pilares de la economía del Estado y del bienestar de sus ciudadanos. Por la importancia de su misión y por la fama de hombres íntegros que les acompañaba, los «parásitos» gozaban del máximo reconocimiento social, lo cual les llevó a ocuparse también de la preparación de banquetes rituales. Al «parasitós» se le atribuía un exquisito buen gusto y un paladar digno del mayor sibarita. De ahí surgió la tendencia a llamar «parásito» al invitado en la mesa, y, más tarde, a cualquier comensal. Pero, dado que los invitados comen a costa de otros, «parásito» fue poco a poco deslizándose hacia el territorio semántico de lo que hoy llamaríamos «gorrón». Es decir, que de un vocablo elogioso salió una acepción despectiva y envilecida. El capricho de los cambios de significado hizo que el funcionario de prestigio se transformara con el tiempo en un despreciable aprovechado. Alguien dirá que las palabras hacen justicia poética, sobre todo al ver la alegría con que algunos cargos públicos manejan su visa oro.
Publicado en el suplemento cultural 'Territorios', de El Correo, 9.01.2010.
3 comentarios:
¡Qué estupenda entrada! Y qué magníficos son los caminos de las palabras.
Me ha extrañado, no obstante, un asunto gramatical. Está aquí:
"y por la fama de hombres íntegros que LES acompañaba,...lo cual LES llevó a ocuparse..."
En ambos casos 'LES' es el complemento directo, y como se trata de plural, el leísmo no se admite. Y me pregunto si se trata de una opción militante por el leísmo en todas su formas.
Saludos cordiales.
Sí, Albórbola, el 'le' como acusativo de persona es un vicio que cultivo consciente y cariñosamente. La gramática deja rendijas en las que uno se cuela a veces. Manías.
Un saludo
Pues cada cual es muy libre de leísmos y de todo lo demás :). pero entonces se me hace difícil saber dónde está la frontera de acatamiento o no a la norma.
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