30 de diciembre de 2010

PORNOMISERIA

Ya nadie teme a la palabra «telebasura». El término, felizmente incorporado al español a finales del siglo XX, se ha convertido en la práctica en un tecnicismo de la comunicación audiovisual. Despojado ya de sus connotaciones críticas, mansamente dulcificado, define más que descalifica. Salvo en honrosas excepciones, hablar hoy de televisión basura es incurrir en un desgastado pleonasmo. Por eso se percibe la necesidad de hallar nuevos vocablos para designar los subproductos más vomitivos, los programas aún insoportables, esos que aún conservan la facultad de dar arcadas incluso al espectador omnívoro acostumbrado a tragar la bazofia de la telebasura tradicional. Y se empieza a oír otra palabra compuesta: «pornomiseria». No es nueva del todo. Surgió hace cuatro décadas en Colombia, en la jerga del cine, aplicada a cierto tipo de películas documentales que se recreaban en la exhibición de la pobreza y la marginalidad social. La obscenidad residía en el hecho de disfrazar de denuncia realista lo que estaba ideado para hacer de la miseria un espectáculo, para explotar el sensacionalismo del harapo y el crimen: igual que los nuevos espacios de la telebasura disfrazados de testimonio social. El equivalente inglés de «pornomiseria» es más reciente. Se empezó a hablar de «poverty porn» a raíz del estreno de 'Slumdog millionaire', el filme de Danny Boyle sobre los arrabales de Mumbay que consiguió el Oscar de 2009. En la alocada carrera tras el sensacionalismo en que se ha sumido la televisión, «pornomiseria» se revela como una posibilidad para poner nombre a su actitud y a sus programaciones, más allá de la simple y se diría que inocente «telebasura».

28 de diciembre de 2010

Fecundan






El ángel es fecundado por dos pastores. Ah, estos inocentes estudiantes de bachillerato.

27 de diciembre de 2010

Cobardía ortográfica


Si algo no tolera la ortografía es la vacilación. Un catálogo de normas ortográficas podrá establecer diferentes clases y categorías de incorrecciones, desde las inaceptables hasta las más leves, pero nunca debe renunciar a la fijación de las formas correctas. Es su cometido. Para eso nació la ortografía como disciplina y con ese propósito han trabajado los gramáticos y filólogos que se han ocupado de ella a lo largo de la historia. Contra lo que pueda suponerse, el hablante no pide flexibilidad ni indulgencia, sino rigor. Reclama de los sabios unas pautas concretas, unas normas precisas a las que atenerse en el uso de la lengua escrita. Que luego las incumpla, es otra cosa. Así que cabe dudar de la oportunidad de los preceptos ortográficos cuando optan por la pusilánime escapatoria de las recomendaciones. De todas las vertientes de la actividad académica, ésta es sin duda la más normativa y la que menos terreno ha de dejar a la ambigüedad. Los significados de las palabras toleran variantes, matices y connotaciones diversas. También la morfología y la sintaxis conocen zonas de sombra donde es delicado marcar la frontera entre lo correcto y lo incorrecto. En cambio la ortografía permite, por su propia naturaleza arbitraria, separar de forma inequívoca el acierto y el error. El mayor reproche que puede hacerse a la Nueva ortografía de las academias no tiene que ver con las tildes en los monosílabos, el nombre de algunas letras o el tratamiento de los dígrafos: ahí ha fijado la norma, como era su obligación. Si defrauda es por el excesivo número de casos en que admite una forma y su contraria. También hay cobardes ortográficos.

20 de diciembre de 2010

*PECÉ


Si ella levantara la cabeza tendría que resignarse y aceptar que hoy ya no existe otro PC que el Personal Computer, el *pecé verdadero. Pero también a este le empieza a alcanzar el crepúsculo de las ideologías. Clientes, parroquianos, usuarios, militantes, ya todo es uno y lo mismo. Perdido el referente, las palabras bailan sueltas en la pista bajo la ruidosa confusión de los signos.

(El País, 19.12.10)

14 de diciembre de 2010

D.E.P.


«El neologismo es el factor principal de enriquecimiento de una lengua. Lo nuevo se define por oposición a lo antiguo. Pero la aparición y aceptación de un término nuevo no implica la desaparición de otro viejo. Si implicara esta desaparición no habría enriquecimiento; habría, a lo sumo, equilibrio, suponiendo que no hubiera más pérdidas en la lengua que éstas hipotéticamente provocadas por el neologismo. El término antiguo subsistirá mientras subsista la cosa por él designada. El neologismo astronáutica no ha arrumbado el término aviación, porque sigue existiendo el sistema de transporte designado por este nombre. El léxico no constituye, como la gramática, un conjunto cerrado y estructurado rígidamente. Por eso puede producirse un enriquecimiento constante de la suma de términos que lo constituyen.

»No hay, pues, motivo para rechazar a priori un neologismo simplemente porque el término nuevo, el nuevo sentido de la palabra, la asociación verbal inusitada hasta ahora, no figura en el diccionario. Si el neologismo responde a una necesidad y se ajusta a las normas del sistema cuya carta de ciudadanía solicita, hay fuertes razones para otorgársela y muchas posibilidades de que se le otorgue».



(Discurso de ingreso en la RAE de Valentín García Yebra, 28.4.1918 -13.12.2010)

13 de diciembre de 2010

'HACKTIVISMO'


Cada acontecimiento trae consigo una nueva palabra, ya se trate de «tsunami» cuando las olas del mar han arrasado los litorales asiáticos, ya de los «ERE» cuya amenaza sobrevuela fábricas y plantas de producción. Nuestro vocabulario no se nutre solo de términos aprendidos en el deambular vital, en hogar o en la escuela. Lo van enriqueciendo también el curso de la historia y sus sobresaltos, y más cuando entran en juego los adelantos técnicos. Es el caso de «hacktivismo», un neologismo formado por el cruce del cuerpo léxico de «hacker» y el de «activismo», favorecido por la similitud fonética del inicio de ambos. Aunque ya estaba instalado en algunas jergas, se ha empezado a oír más ampliamente a raíz del fenómeno Wikileaks. Un intruso («hacker», es decir, 'pirata') accede a una información reservada mediante la manipulación de sistemas informáticos y emplea esa información con fines políticos. Es, pues, un «activista». Para unos, un «ciberterrorista»; en cambio otros lo considerarán un benefactor de la humanidad. Es esta última la acepción más extendida del término «activista». El Diccionario, que hasta ahora lo definía como «agitador político, miembro que en un grupo o partido interviene activamente en la propaganda o practica la acción directa», registrará en la próxima edición un sentido más favorable: «militante de un movimiento social, de una organización sindical o de un partido político que interviene activamente en la propaganda y el proselitismo de sus ideas». Tecnología, política y espionaje forman un triángulo complicado. De momento, los «hacktivistas» o «hactivistas» se han colocado en su centro. Veremos cuánto tiempo permanecen ahí.

10 de diciembre de 2010

ASTEROIDES


Si eso era lo que tomaban, no es extraño que volasen.

(La Nueva España, 10.12.2010)

No son horas


A la vista de la carta, no se sabe si la suspensión de la destinataria es debida a los cargos que se le imputan, al hecho de haber salido de una comandancia de la Guardia Civil o a la circunstancia de haber salido de noche. Una muestra más de las tradicionales desavenencias entre los poderes y la sintaxis.

7 de diciembre de 2010

Un tirón de orejas




Gabino Ramos, que es autoridad en la materia por partida doble, propone dar un tirón de orejas a ciertos gremios. Aquí dejo el recorte de una entrevista en el Diario de Burgos:


—No parece que corran buenos tiempos para la oratoria política... Escuchándoles [a los políticos] da la impresión de que no suelen recurrir mucho al diccionario.

—No se puede generalizar, pero hay que reconocer que muchos de nuestros políticos son ‘semianalfabetos lingüísticos’. No creo que consulten muchos diccionarios.

—¿Qué me dice de los medios de comunicación?

—Creo que son aceptables, nada más. Deberían procurar hacerlo mejor, esforzarse por acercarse lo más posible al nivel de las personas cultas. Todos merecemos un tirón de orejas. Reconozco que es muy difícil ponerse delante de un micrófono y hacerlo siempre bien. Hay que ser indulgentes. La gran amenaza para nuestro idioma son esos programas que no quiero nombrar y que son el escaparate más espantoso de la zafiedad y de múltiples coces al diccionario.



(La foto, de Patricia)

30 de noviembre de 2010

INJERENCIA *INTERNA



Si injerir es meter una cosa en otra, se supone que la cosa metida viene del exterior, así que difícilmente una injerencia puede ser interna. Pero el espionaje es un asunto muy complicado donde suele decirse que las apariencias engañan. Quién sabe.



Unas horas después:


Acuerdo de Guadalajara


Es una nota difundida por las academias del español. Se agradece que nos informen de dónde está San Millán de la Cogolla, de que las horas que siguieron al terrible seísmo de Chile fueron tristes, y especialmente de que la nueva Ortografía nació desde la unidad, igual que los niños nacen desde las maternidades y los ríos nacen desde las montañas.

27 de noviembre de 2010

Español degollado


Una escabechina en el idioma para informar de un crimen igual de tremenbundo. Ándale, güey.

23 de noviembre de 2010

Trabalenguas


Es lo que pasa cuando se tiene la costumbre de decir las cosas de forma oscura.

Podría haber dicho:

«ETA tiene que cerrar el ciclo de afirmación de la violencia»

O más sencillo:

«ETA tiene que acabar con la violencia»

Y aún más simple:

«ETA tiene que dejar las armas»
«ETA tiene que desaparecer»

Si quiso decir esto, ¿por qué entonces dijo lo contrario?:

«ETA va a tener que tener claro que urge cerrar el ciclo de negación de la violencia»,

que es lo mismo que:

«ETA tiene que volver a la violencia cuanto antes»,

digo yo.

TRASPASAR


Si hemos de hacer caso al titular, la amenaza carece de importancia. Traspasar las aguas supondría llegar a la misma costa norcoreana, cosa bastante improbable. Que las tropas surcoreanas decidan invadir las aguas o penetrar en ellas, sin embargo, es algo que tal como está el patio podría suceder en cualquier momento. Ah, esos verbos.

22 de noviembre de 2010

El cazador cazado


Una historia chilena de puristas que ven las pajas en el ojo ajeno y no las vigas en el propio. Suele pasar.

20 de noviembre de 2010

Sujeto electoral

La izquierda abertzale siempre ha sido maestra en la fabricación de circunloquios y eufemismos para burlar la realidad y planear por encima de ella como si estuviera exenta de atender a su lógica como el resto de los mortales. Su última invención es ese «sujeto electoral» que englobaría a fuerzas como Aralar, Eusko Alkartasuna y la formación que en su caso represente a la ilegalizada Batasuna o su sucedáneo. Es decir, lo que siempre se ha llamado «agrupación» o «coalición» electoral. La necesidad de evitar el nombre exacto de las cosas parece lógica en el ámbito delictivo: si el atracador conocido como «El Solitario» se declara «expropiador de bancos» y los asesinatos terroristas son «acciones armadas» a los ojos de la hinchada que los alienta, es porque de esa manera el crimen queda dulcificado con el azúcar de las palabras. Ahora bien, cuando los proyectos se comprometen a cumplir con la legalidad no parecen necesarias las máscaras verbales. Tal vez en su nueva travesía la izquierda abertzale no ha querido desprenderse de los hábitos de escapismo lingüístico para mantener así una tradición propia, un sello de marca, una seña de identidad. Su obstinada pelea contra la evidencia ha ido siempre acompañada de una no menos terca discrepancia de la semántica. Si el sujeto es la persona que ejerce la acción, el único «sujeto electoral» posible son los ciudadanos individualmente considerados, no las formaciones que piden su voto y que serían más bien «objeto» de la elección. En otro sentido, el sintagma «objeto electoral» se ha empleado a veces para designar los señuelos humanos o materiales usados para atraer el voto. O para las urnas y las papeletas, objetos de indiscutible presencia en la liturgia de los comicios. No se sabe todavía si la izquierda abertzale conseguirá participar en la próxima consulta; pero, de momento, ya ha emprendido su particular campaña de signos. De signos dislocados, como de costumbre.

Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo.

16 de noviembre de 2010

LEITMOTIV


En los setenta, que eran años de experimentos narrativos, muchas de las novelas que leíamos los estudiantes de filología con fe de carbonero tenían un leitmotiv (entonces también se escribía leitmotif). La palabra era un término de la musicología traído del alemán –a propósito de Wagner- y llevado a la literatura, donde servía para denominar los elementos recurrentes del relato, en especial los que adquirían un valor simbólico. Hablar del leitmotiv de una novela lucía mucho. Un detalle gafapasta, podríamos decir, aunque entonces se prefería hablar de sabiondos, pedantes o redichos. Sin embargo el término ha triunfado, y hoy no es raro encontrarlo en diversos ámbitos, no siempre usado conforme al rigor etimológico. A ese gran escultor y excelente tipo que es Martín Chirino le oír referirse a los leitmotivs en su obra hace ya un cuarto de siglo. Sabía de lo que hablaba. Por eso desagrada ver que ponen en su boca palabras entrecomilladas que él no ha podido pronunciar. Un hombre culto como él nunca diría *leiv-motiv. Y un redactor, por ignorante del alemán que sea, ha de saber que en español las palabras compuestas nunca llevan un guión para separar los dos cuerpos léxicos que contienen.

15 de noviembre de 2010

Concordancias


Ante casos así, al hablante se le plantean dudas de dónde ha de mirar para dar con la concordancia apropiada. Podría hacerlo en femenino singular, lo más correcto, o en masculino plural, en la variante 'ad sensum' que, sin ser correcta gramaticalmente hablando, encuentra justificación en el complemento nominal. Pero aquí alguien ha optado por un término medio, tan salomónico como absurdo: el atributo concuerda con el núcleo del sujeto en número y con el complemento en género. Una solución imaginativa.

7 de noviembre de 2010

EVITAR



«Los Red Bull evitan el título en Brasil», informan desde la pista. Es que el trofeo de la Fórmula I tiene que suponer una pesada carga, un saco de inconvenientes y molestias, un peligro extraordinario. Solo de pensar en los autógrafos y en el acoso de las seguidoras, es que a uno se le ponen los pelos de punta. Que lo gane Alonso, que para eso es asturiano.

(elmundo.es, 7.11.10)


Y ya que hablamos de evitar: lo que se habría podido evitar es este otro galimatías, una apoteosis de sinrazón gramatical a tono con la confusión causada por los acontecimientos de los que informa la noticia:





Un perfecto insulto


En la vigésima segunda edición del DRAE, el apelativo «mierda» en su acepción coloquial se define como «persona sin cualidades ni méritos». Es un insulto, por supuesto. Pero leída la definición en su literalidad parece que no constituye un agravio de bulto, y que podría emplearse para designar a personas comunes y corrientes con la intención de rebajarlas pero no de denigrarlas, de devaluarlas sin llegar al vejamen o la ofensa. Es lo que han sostenido algunos abogados hermeneutas ante el piropo que el novelista Pérez-Reverte dedicó al ex ministro Moratinos a raíz de su emotiva despedida en el Congreso: «Se fue –escribió- como un perfecto mierda». Leyendo sus argumentos se diría que existe un empleo poco menos que cariñoso de «mierda» que nada tiene que ver con lo escatológico ni lo injurioso, un uso según el cual el vocablo se limita a rebajar el relieve de la persona otorgándole la consideración de don nadie, de mindundi, de cero a la izquierda. No importa que el escritor hubiera redondeado su juicio con un adjetivo («perfecto») que no deja lugar a dudas. «Perfecto» es aquel o aquello que posee una virtud o un defecto en grado sumo. Sin embargo el diccionario no se queda ahí. Si el lector atento revisa la voz mierda» en la versión digital del DRAE, observará que aparece corregida mediante una enmienda con valor normativo. Donde antes se indicaba «persona sin cualidades ni méritos» se ofrece ahora una explicación más precisa, escueta y ajustada al uso común de la palabra: «persona despreciable», se nos dice. Así figurará en la vigésima tercera edición del Diccionario y así debemos considerarla al margen de cualquier impresión subjetiva. Los responsables de ese acertado cambio en la redacción del artículo son los señores académicos, entre los cuales se encuentra por méritos propios el mismo Pérez-Reverte. De donde se deduce que sabía exactamente lo que decía. Bueno es él dando mandobles.

(Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 6.11.10)

4 de noviembre de 2010

FALLECER


¿Pueden fallecer los pulpos? ¿O solamente «mueren», como todos los animales y el resto de seres vivos? Si bien el DRAE registra «fallecer» como sinónimo de «morir», María Moliner especifica que «fallecer» sólo es «morir una persona». Y lo mismo dice la mayoría de diccionarios solventes, fieles a la etimología del término. El verbo latino «fallere» ('fallar, faltar') dio origen a distintos vocablos, entre los cuales se encuentra el derivado «fallescer» o «fallecer». Éste empezó a usarse en la Edad Media con el mismo significado que «faller», hasta que en el siglo XVI adoptó el sentido de 'morir'. Era un eufemismo de los muchos que la cultura ha ido creando en torno a la muerte, el tabú por excelencia. Los hablantes huimos de la palabra «morir» e inventamos otras formas de referirnos al hecho definitivo en la absurda pero comprensible creencia de que ahuyentando la palabra conjuramos junto con ella el mal que representa. Y lo hacemos de muy diversas formas, desde las burlescas («estirar la pata»», «doblar la servilleta», «dejar de fumar») hasta las bravuconas («diñarla», «palmar») o las más melindrosas («expirar», «finar», «fallecer»). Pero «fallecer» da a entender que el ser muerto no sólo abandona la vida, sino que deja un hueco, que «falta», que es «echado en falta» por los otros. Es decir, encierra unas innegables connotaciones de humanización que no posee el verbo «morir», más genérico, más frío y también más directo. Las personas mueren y fallecen, los animales se limitan a morir sin más. Si el famoso y laureado pulpo Paul «ha fallecido», tal y como anunció en sus noticiarios la radio pública, es porque la fortuna le condujo en vida al mundo de los humanos y le concedió atributos que un cefalópodo nunca habría podido soñar. Nadie aclaró si le rendirían honores fúnebres, pero es probable que así fuera, y que alguien lo haya recordado en una sentida necrológica. Descanse en paz el dichoso animalito.

2 de noviembre de 2010

*PREVEER


La noticia cuenta que «en 2010 se preveyó 15 millones para esta prestación». Ni el verbo *preveer existe, ni en este caso guarda la debida concordancia con el sujeto (que es el plural «15 millones»), ni se presenta en la forma verbal del perfecto compuesto (han previsto) como sería lo apropiado. Todos incurrimos en errores, pero cometerlos por partida triple en una sola palabra es operación de mucho y difícil mérito.

(Diario de Noticias de Navarra, 2 .11.10)

Ultracorrección


Hemos aprendido a no decir «*Madriz» sino «Madrid», aunque la –d final se nos siga resistiendo y su fonema quede en un quiero y no puedo, a medias entre el dental sonoro y el absoluto silencio. Pero en ese empeño de disciplina ortofónica hay quienes se pasan de frenada y aplican la norma a palabras a las que no les corresponde. Y se oye entonces el eco redicho y grotesco de la ultracorrección: «*mordad». Con lo sencillo que es decir y escribir «mordaz».

(La Voz de Cádiz, 2.11.10)

31 de octubre de 2010

EN TORNO


Parece que últimamente abundan las confusiones en los usos de «en torno» y «entorno». Esta es solo una muestra, leve si se la compara con casos como el de Bono, presidente del Congreso, quien hace poco abrió una sesión de la Cámara anunciando a los diputados que la daría por terminada «en el entorno de las tres».

Rascaleches



¡Rascacielos! Qué risa: ¡Rascaleches!

(Silbo de afirmación en la aldea. Miguel Hernández, 1910-2010)


(Foto: Bilbao, 30 de noviembre de 2010, día del centenario)

27 de agosto de 2010

CRECER


Entre el final de la última temporada y el comienzo de esta que se nos viene encima, el fútbol ha estado a punto de alcanzar el ideal del movimiento perpetuo, de la orgía continuada en la que un espasmo sucede a otro sin dar tiempo al respiro. Ha habido fútbol todas las semanas, casi todos los días y a todas horas. Es un error. No hay deseo que perdure si no se le somete a la prueba de la ausencia. Para saborear algo es preciso haberlo añorado. Sin embargo la burbuja futbolera ha alcanzado tales dimensiones que no respeta ni el sagrado ayuno de agosto. Ni siquiera el éxtasis de Johannesburgo ha servido para concederse una pausa durante la que los hinchas descubrieran que hay vida después del fútbol, aunque sea vida vegetativa, y los no aficionados pudiesen leer periódicos que no tuvieran forma de balón. Sin dar tiempo a lavar las camisetas del año pasado, la liga vuelve a accionar su noria trayendo cierta sensación de cosa vista, de cantinela tediosa que se plagia a sí misma.

Pero si uno observa con atención las evoluciones de los protagonistas percibe alguna novedad distinta de los consabidos cambios de cromos. El fútbol, además de ser un arma de distracción masiva, un colosal negocio, una religión intocable, tiene otras propiedades. Una de ellas es la capacidad de creación lingüística. No sólo inventa palabras y modismos que acaban cuajando en el habla común ―desde «meter un gol» a alguien hasta «casarse de penalti»―, sino que pone de moda términos ya existentes que por alguna extraña razón los hablantes repiten como contagiados por algún raro virus verbal. Así ocurrió hace poco con ese «sí o sí» que empezó aplicándose a la necesidad de ganar un partido ‘sea como sea’ o ‘de cualquier manera’, y que ya ha conseguido desplazar a estas locuciones incluso en el habla política.

Pues bien, lo nuevo de este año es el uso del verbo «crecer». Lo habrán notado. No hay nuevo fichaje que no se incorpore a filas dispuesto a «seguir creciendo» como futbolista ni equipo cuyo objetivo principal no sea «crecer» en la competición. Una de dos: o los jugadores son enanitos o leen demasiados libros de autoayuda, cosa bastante improbable. La aspiración de crecer (no mejorar, avanzar, madurar, perfeccionarse, subir de categoría o de cotización: crecer) es un motivo recurrente en todas las declaraciones. Esa vocación de geranio habla de la falsa modestia con que el nuevo modelo de estrella deportiva se muestra ante la masa, sin ningún engreimiento, con humildad de aprendiz. Pero también insinúa el reconocimiento de la simpleza pueril que late en la sustancia del fútbol: un juego practicado por niños para infantilizar a otros niños, todos ellos necesitados de crecer. Y no lo dice quien escribe estas líneas, sino los propios protagonistas. No les exijan victorias; limítense a seguir sus andanzas con un metro en la mano. A ver si crecen de una vez. Y callan.

Publicado en El Correo, 27.8.2010

(Lo que no sabía es que también lo dicen los jugadores de baloncesto, cosa que no deja de tener su miga).

26 de agosto de 2010

CÓNYUGE

Qué decir de ese señor alcalde que oficia la ceremonia de boda, y que se presenta en el salón ataviado a tono con el acontecimiento, o sea, en mangas de camisa, remangado hasta arriba del codo, el pecho al aire, y tramita el asunto de un plumazo, limitándose a recitar el formulario, si bien peleando denodadamente contra cierta dificultad lectora que le obliga varias veces a detenerse a mitad de párrafo y volver al principio, y que, para redondear la solemnidad y el alto nivel del acto, pronuncia en tres ocasiones «cónyugues» (sic), tras lo cual, después de haber hecho firmar a los contrayentes y los testigos con unos bolis bic cristal mordisqueados, da por terminada la ceremonia y vuelve camino de su despacho con ese aire de dignidad e importancia que adquieren las autoridades en las grandes ocasiones. Cónyugues, vaya.



Pero ya lo vio Cervantes hace cuatro siglos:

BACHILLER.― Vaya de examen, pues.
HUMILLOS.― De examen venga.
BACHILLER.― ¿Sabéis leer, Humillos?
HUMILLOS.― No, por cierto, / ni tal se probará que en mi linaje / haya persona de tan poco asiento, / que se ponga a aprender esas quimeras, / que llevan a los hombres al brasero, / y a las mujeres a la casa llana. / Leer no sé, mas sé otras cosas tales / que llevan al leer muchas ventajas.
BACHILLER.― Y ¿cuáles cosas son?
HUMILLOS.― Sé de memoria / todas cuatro oraciones, y las rezo / cada semana cuatro y cinco veces.
RANA.― Y ¿con eso pensáis de ser alcalde?
HUMILLOS.― Con esto, y con ser yo cristiano viejo, / me atrevo a ser un senador romano.




(Miguel de Cervantes, La elección de los alcaldes de Daganzo, en Entremeses, ed. de Florencio Sevilla Arroyo).

24 de agosto de 2010

SOL DE JUSTICIA

Días de calor sofocante.

―Cae un sol de justicia ―dicen.

Con el verano regresan algunas manifestaciones de prosa derretida como esa que invariablemente relaciona los calores con el «sol de justicia». Es la imagen del mediodía despejado, con el sol en lo alto como un verdugo implacable que imparte su «justicia» y aplica la condena de forma inmisericorde. Que «ajusticia», diría la ministra Chacón. Pero la locución, por gráfica que sea, tiene otro origen bien distinto. Desde los primeros tiempos del cristianismo fue costumbre referirse a la figura de Jesucristo con metáforas elogiosas, relativas a sus atributos y cualidades superiores. Entre estas imágenes destacaba la de «Sol Iustitiae» o «Sol de justicia», una de las muchas en que la imagen divina hereda la forma simbólica de otras divinidades paganas precedentes. Así lo menciona Fray Luis de León en De los nombres de Cristo, y con ese aspecto aparece pintado en abundantes cuadros, frescos, retablos y estampas religiosas donde se le muestra emanando rayos luminosos.




El «sol de justicia» aplicado a la intensidad del calor solar deriva, por tanto, de los sermones y los rezos de iglesia, en los que muchas veces los fieles no captaban el sentido sino la literalidad. Por eso no es de extrañar que lo sacaran fuera del templo para dar más énfasis a los rigores de la canícula, sin prestar demasiada atención a su significado. Es el tiempo quien hizo el resto, vinculando la inclemencia del astro con la supuesta dureza de la justicia, y encontrando una metáfora donde no la había.

23 de agosto de 2010

Piquiponadas de ministra

Uno de los desvaríos lingüísticos que se atribuyen al inefable Joan Pich i Pon se produjo en un discurso suyo pronunciado desde el balcón principal del ayuntamiento barcelonés. El entonces alcalde de la Ciudad Condal atravesaba una temporada difícil, acusado de enriquecimiento ilícito. Sin embargo le acababan de entregar una distinción honorífica, que él recibió como una reparación personal a la que correspondió con estas palabras: «Por fin me han ajusticiado».

Quería decir, claro, que por fin le habían «hecho justicia». Décadas después, la ministra de Defensa Carme Chacón ―paisana, por cierto, del legendario alcalde― ha rememorado aquella antológica piquiponada al decir, a propósito de los piratas somalíes capturados en la operación Atalanta, que va a buscar «los acuerdos necesarios para que puedan ser ajusticiados con procesos justos».

Seguramente los piratas han dado muchos quebraderos de cabeza a nuestra ministra, pero no sé si eso es razón suficiente para anunciar medidas tan drásticas. Tal vez bastaría con que se les «juzgue», se les «enjuicie» o se les «aplique la justicia». Más que nada, porque para «ajusticiarlos» habría que cambiar la Constitución.

11 de agosto de 2010

'BALCONING'



Así que balconing. Bueno. Al oírlo en la tele uno pensó que se trataba de la ocurrencia léxica de algún becario. Porque este verano los becarios vienen pegando como nunca en todas las cadenas, en la radio, en la prensa. Pero no. El neologismo aparece en varios sitios, tal vez porque la actividad hace furor en las concurridas residencias para adolescentes borrachos de nuestro animado litoral.

8 de agosto de 2010

Imagen


No cabe duda de que la gente cuida cada vez más su imagen. Especialmente los jóvenes, ellos y ellas. Da gusto verlos tan acicalados, tan pizpiretos, marcando tendencia. Son conscientes de que vivimos en la era de las apariencias y de que, dada la vertiginosa velocidad con que se suceden nuestros encuentros personales, es forzoso causar una impresión favorable al primer vistazo. Al menos esa es la explicación que nos brindan los sociólogos. Si no caes bien de golpe, estás perdido. De ahí su preocupación por tallarse el cuerpo en el gimnasio y bruñirlo en el solárium. Y los cortes de pelo. Y las cremitas. Y esas arrugas, por Dios, con lo sencillo que resulta pedirle a papá que nos costee un planchado de piel, un recauchutado de labios, una liposucción de flancos. En cuanto a la ropa, hay que salir de casa hecho un pincel, las camisas impecables y los pantalones a la medida exacta. Hasta aquí, perfecto. Un poco obsesivo tal vez, pero señal de cierta inquietud artística y hasta se diría que de respeto por uno mismo y por los demás. Lo sorprendente es que en toda esa operación de alta cosmética se haya desatendido otro signo externo del buen gusto: el uso de la lengua. Ves un chaval aseado, cuidadosamente vestido, de gestos exquisitos y oliendo a nardos, que nada más abrir la boca suelta una ordinariez a medio camino entre el eructo y la cacofonía. O la niña que va hecha un brazo de mar, derramando lisura, se diría que recién bajada de una pasarela de moda, pero que berrea por el móvil a voz en grito con sintaxis balbuciente y léxico de gañán. La extrañeza aumenta con la sospecha de que se expresan así deliberadamente, como si esos tacos o esos solecismos fueran el complemento idóneo para redondear la imagen pretendida. Uno se pregunta quién les ha engañado. De dónde habrán sacado la errónea conclusión suicida de que hablar bien afea el aspecto, y en cambio maltratar el idioma y los oídos ajenos forma parte de la fina estampa. El caso es que ahí van, bárbaros disfrazados de dandys, delicadas damiselas que envuelven una vacaburra, condenados todos a darse el tortazo en las entrevistas de trabajo. Una lástima.


Publicado en Diario de Navarra, 7 agosto 2010

21 de junio de 2010

HISPANOUNIDENSE


No todo es spanglish o espanglés en los Estados Unidos. Los más de cincuenta millones de hablantes de español en el país cuentan con una Academia Norteamericana de la Lengua que despliega una animosa actividad en defensa del recto castellano. Uno de sus frutos es la guía que acaba de publicar con el título de Hablando bien se entiende la gente, pedagógico y divertido compendio de recomendaciones que no estaría mal difundir en todo el ámbito castellanohablante. Entre los autores del trabajo está el gaditano Gerardo Piña-Rosales, director de la Academia y divulgador de las cosas del idioma. Buena muestra de su tarea es 'Dígalo bien', una serie de breves espacios semanales emitidos en la cadena neoyorquina Univisión donde Piña-Rosales enmienda errores comunes y da consejos útiles sobre el uso del castellano. Aunque su preocupación principal se centra en los préstamos innecesarios y en los 'falsos amigos' traídos del inglés, no sería justo tacharlo de purista. Al contrario, el director de la ANLE comprende la necesidad de innovar en la lengua. Recientemente ha sugerido la acuñación del término «hispanounidense» para designar a los residentes en Estados Unidos que tienen origen hispanoamericano. El vocablo, más preciso que el ambiguo «hispano» y más económico que «hispanoestadounidense», serviría también para referirse a la variante diatópica del español en Norteamérica. Es cierto que se trata de un compuesto inusual, pues al enlazar los términos originarios («hispano» y «estadounidense») omite uno de los lexemas (o 'raíces', como prefiere la Nueva gramática recuperando nomenclaturas clásicas), a pesar de lo cual consigue transmitir la idea que pretende. Da la impresión de que la propuesta de Piña-Rosales ha tenido buena acogida, al menos en medios académicos y periodísticos. Nuestros votos por su éxito.
(Logotipo de Carlos Barrón)

16 de junio de 2010

Muertos encima de la mesa


El lugar de los cadáveres está bajo la tierra, no encima de la mesa. Las mesas son el lugar de la ingesta, el espacio donde los alimentos son depositados para consumo de los comensales. Puede ser que la lengua se haya dejado arrastrar por la corriente del tópico ―descuido imperdonable cuando se habla de víctimas―, pero también es posible que haya actuado el inconsciente y no se piense en los muertos como seres irreemplazables, personas de carne y hueso arrancadas de la vida por un capricho fanático, sino en su infame condición de piezas de un tablero de ajedrez. Porque la expresión figurada y algo antropofágica «poner los cadáveres encima de la mesa» nació en tiempo de negociaciones siniestras, cuando los unos jugaban la baza de su legitimidad política mientras los otros argüían la más poderosa razón de sus matanzas. Los muertos eran puestos por los terroristas encima de la mesa para dejar claro que la fuerza bruta mandaba sobre la razón democrática. No hablemos a la ligera ni hagamos nuestros estos modos de decir, que tanto ofenden a los dolientes.

15 de junio de 2010

CAJAS DE AHORRO


En su origen, la mayoría de las cajas de ahorros eran también «montes de piedad»: instituciones de préstamos pignoraticios a interés bajo con fines benéficos. Poco a poco dejaron de ejercer esta función hasta llegar a los tiempos actuales, donde prácticamente desarrollan las mismas actividades que los bancos aunque con estatutos distintos. Tal vez por eso tienden a denominaciones comerciales más escuetas donde ha desaparecido el complemento «de ahorros» y el resto ha quedado desdibujado dentro de un sintagma sin preposición (Caja Segovia, Caja Murcia), en ocasiones reducido a un nuevo término compuesto (Cajastur, CajaCanarias) u oculto bajo unas siglas (CAI, CAM, CCM). El hablante normal ya no va a hacer sus operaciones a la caja de ahorros, sino simplemente «a la caja». Pero las informaciones económicas han vuelto a poner de actualidad a estas entidades, y ahora nombradas con todas sus letras. ¿Con todas? No exactamente. Aunque su nombre oficial es el de «Cajas de Ahorros», el lenguaje del periodismo y de la política tiende a suprimir el plural del segundo elemento: «Cajas de Ahorro». Esta costumbre no pasaría de ser una curiosidad, uno de los muchos caprichos de las modas en la lengua hablada, si no fuera porque en singular sólo se dice «Caja de Ahorros», con lo que la decisión de los hablantes deja de ser una rareza para convertirse en un misterio. Nada justifica que se prefiera «Caja de Ahorros» sobre el inexistente «Caja de Ahorro», y en cambio en el plural la preferencia se invierta, contra toda lógica: «Cajas de Ahorro» frente a «Cajas de Ahorros». No pierda el tiempo el lector en buscar una explicación. No la hay. Tampoco los cimientos del idioma se van a resentir por anomalías tan insignificantes, pero también tan llamativas. Vienen a recordarnos que las lenguas nunca se dejan sujetar del todo por las reglas y a veces emprenden vuelo buscando vientos de libertad.

14 de junio de 2010

REPRIMENDA


Mucha reprimenda parece ésta que ha durado dos años. Los menos originales habríamos preferido poner represalia.

El idioma somos todos


Un buen quevedista ha leído el impreso de la declaración de la renta con lentes de filólogo y trae a su blog algunas expresiones diabólicas de ese lenguaje oficinesco ideado para facilitar las cosas al ciudadano. Y es que Hacienda somos todos, también en materia de idioma.

8 de junio de 2010

Telepáticamente



¿Quién dijo que en el país de las pólizas y los formularios nunca se conseguiría simplificar los procedimientos administrativos? He aquí un caso modélico de adelgazamiento burocrático. No solamente se aligeran los trámites, sino que quedan reducidos a su mínima expresión: la vía telepática. Uno se pregunta en qué consistirán las oposiciones para el puesto de trabajo correspondiente, o sea, el de funcionario mentalista.

7 de junio de 2010

Desguaces


Aunque la errónea diéresis parezca indicar otra cosa, la empresa se dedica al desguace de vehículos a motor y no al desguace del idioma. Pero a este paso todo se andará.

28 de mayo de 2010

O no



No estoy muy seguro de que este sea el titular más indicado para anunciar unas jornadas sobre el buen uso del idioma. Habrá que acercarse hasta San Millán y preguntar a los maestros (o no).


(Qué, edición de La Rioja, 25 mayo 2010)

25 de mayo de 2010

24 de mayo de 2010

MUSEAR, MUSEALIZAR


La palabra «museo» no ha perdido con el paso del tiempo la aureola de prestigio que le otorga su etimología: el museo es el ‘lugar de las musas’. Los museos han resistido a la moda de los dudosos «centros temáticos», «centros de interpretación» o «recintos culturales» y conservan su denominación clásica, aplicada incluso a establecimientos misérrimos más parecidos a desvanes polvorientos que a pinacotecas dignas de ese nombre. Es admirable el interés general por levantar un museo no sólo para las grandes muestras de bellas artes, sino allá donde aparecen unos fondos arqueológicos, o en la casa en que pasó su infancia un artista, o cuando un benefactor público dona una colección de insectos, de naipes, de sellos o de jarras de cerveza. A eso se le ha dado en llamar «musealización», y al verbo correspondiente, «musealizar». El diccionario académico no registra ningún término para el hecho de crear un museo o convertir algo en pieza de museo, de modo que hemos de guiarnos por nuestro instinto para medir el acierto del término. El sufijo –izar agregado a la raíz de un sustantivo es un socorrido recurso para indicar acciones. Nada habría que oponer, pues, al procedimiento de creación del vocablo si no fuera porque en la ensambladura entre el lexema y el sufijo se han colado dos fonemas injustificados. Es más correcto decir «museizar» y «museización», como ya hacen muchas instituciones culturales. Pero «musealizar» y «musealización» son más largos, y en consecuencia tienen otro empaque, un signo de distinción añadido, parecen elevar la categoría del museo y de su contenido. Unos hallazgos arqueológicos de poca monta convenientemente «musealizados» atraen más turistas que si solo hubieran sido «museizados». Una escultura «musealizada» supera en calidad a otra simplemente «museizada». Para muchos hablantes, ay, la palabra larga es la que manda.


Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 15.5.2010

23 de mayo de 2010

La lengua no se vende


Puede ser una buena manera de reanudar este blog intermitente, esta bitácora a medias. Son palabras dichas por un enamorado de la lengua y como tales merecen un respeto. Tal vez sea verdad que, en estos tiempos donde todo es mercancía, la lengua es lo único libre que nos queda. Piensen en ello. Entretanto, la nave suelta amarras de nuevo.

21 de abril de 2010

Proselitismo

«Ribéry sabéis que aparece involucrado en ese proceso por presunto proselitismo que acusa al futbolista francés de visitar un prostíbulo donde había chicas menores de 18 años» (José Ramón de la Morena, El larguero, 21 abril 2010).

O sea que, según el rey de las ondas, el futbolista francés presuntamente acudía a la la casa de tolerancia con el noble propósito de ganar seguidoras para su equipo. Lo que no se entiende es que las autoridades le persigan por eso.

(O tal vez dijo prosenitismo, que tiene más mérito. Juzguen ustedes).

19 de abril de 2010

SOCIOLÓGICO, ANTROPOLÓGICO


Lo del «experimento sociológico» era, más que una definición eufemística, un ardid verbal para ennoblecer lo intolerable. Si en algún momento llegó a colar fue debido a ese raro efecto de seriedad que causan entre la gente cateta los vocablos que reúnen dos características al mismo tiempo: esdrújulos y polisílabos. Su significado era lo de menos. Es normal que ahora la presentadora, crecida sobre su pedestal de basura, dé otro pasito en el camino de la jactancia y avance de lo «sociológico» a lo «antropológico». No se llamen a engaño. No hay aquí un debate disciplinar de ciencias humanas comparadas. Antropológico supera a sociológico por la sencilla razón de que la palabra tiene una sílaba más. Pero lo cierto es que Milá se ha quedado corta. Lo suyo no es sociológico ni antropológico; es pura y simplemente escatológico.

AERÓDROMOS Y AEROPUERTOS

La nota de hoy de la Fundéu dice así:

»La Fundación del Español Urgente explica que aeródromo no es sinónimo de aeropuerto.
»En las noticias sobre el cierre de aeropuertos europeos como consecuencia de la nube de polvo volcánico producida por la erupción de un volcán en Islandia, la Fundéu BBVA ha observado que se usa
erróneamente el término aeródromo con un significado que no es el suyo.
»Un aeródromo, según la definición reconocida en los organismos internacionales de aviación civil, es aquella área destinada total o parcialmente a la llegada, salida y movimiento en superficie de aeronaves.
»Por el contrario, un aeropuerto es un aeródromo que cuenta con instalaciones permanentes dedicadas al transporte aéreo comercial.
»
No es correcto
hablar, por ejemplo, del «aeródromo de Barajas», del «aeródromo de Gatwick», ni del «aeródromo del Prat», y mucho menos cuando a continuación se expone una noticia referente al transporte de pasajeros, ya que en esos casos se trata de aeropuertos.
»Se recomienda que se tenga en cuenta esa diferencia y que no se
caiga en el error de usar como sinónimos dos términos que no lo son».


Según el DRAE, aeropuerto es hipónimo de aeródromo. La propia Fundéu precisa en su nota que un aeropuerto «es un aeródromo que cuenta con instalaciones permanentes dedicadas al transporte aéreo comercial». A pesar de eso, insiste en que llamar aeródromo a un aeropuerto es erróneo e incorrecto. No se limita a recomendar el uso diferenciado de uno y otro término, cosa que parecería juiciosa: condena un uso que en rigor es perfectamente admisible. De donde se deduce que la Fundéu publicará próximamente una nota donde advierta de que no se puede hablar de calzado para referirse a los zapatos, ni de árbol para mencionar el alcornoque, ni de peces para llamar a las truchas.

18 de abril de 2010

TALLER


«Alonso entró en el taller cinco veces». En el taller. ¿Es cierto lo que leen estos ojos? ¿No era «en boxes»? Por una vez alguien devuelve a las cosas el derecho a ser llamadas con su propio nombre en el idioma correspondiente. Si además quien lo escribe es un cronista deportivo, el mérito es mayor. El automovilismo nos abruma con sus excesos anglicistas. Si no estás introducido en el cotarro, a la salida de una curva te puede atropellar cualquiera de esos pole position, graining, paddock, pit lane o chicane que corren a todas horas por sus circuitos. Sin embargo, saber que un piloto entra «en el taller», en vez de hacerlo «en boxes», alienta la esperanza de un incipiente retorno al castellano. Y no sólo recuperamos la palabra «taller», sino que además se le pone el artículo que faltaba en «entrar en [los] boxes».

16 de abril de 2010

*ABSORVER


Si así se escribe en la televisión pública ¿con qué argumentos censurar la desidia idiomática en las privadas?


(Comando actualidad, TVE, 14.04.2010)

15 de abril de 2010

A LA SAZÓN

La «satio» latina era la sementera, el tiempo de sembrar. Por extensión, el punto de madurez de las cosas, el momento en que algo alcanzaba la perfección o el estado ideal. Del acusativo de satio («sationem») derivó en castellano «sazón», que a su vez dio origen a «sazonar» (dar a los alimentos el sabor adecuado antes de servirlos en la mesa). Y con «sazón» se construye también la locución adverbial «a la sazón», de uso literario y en cierto modo rebuscado, que viene a significar ‘en aquel tiempo’, ‘entonces’, expresando la coincidencia transitoria de dos acciones o situaciones. En la mayoría de casos en que se recurre a la fórmula es para indicar un estado que concierne a una determinada persona en un momento dado, bien sea un cargo o título («Camps, a la sazón ministro del gabinete de Aznar», «Blanco, a la sazón vicepresidente del PSOE»), bien una circunstancia de cualquier orden («la agredida, a la sazón clienta del establecimiento», «el novelista, a la sazón estudiante de bachillerato»). Sin embargo, la locución va quedando en la incierta frontera de los arcaísmos porque ya no resulta familiar a buen número de hablantes. Tal vez esa sea la explicación de algunas anomalías que se cometen en su empleo. La principal de todas ellas es la que la despoja de la referencia temporal para transformarla en un enlace explicativo. Así, por ejemplo, al decir «el juez, a la sazón alguien que debería conocer la legislación vigente» o «doña Rosario, a la sazón su tía», se alude a dos circunstancias permanentes que no dependen de un momento dado. Otra tendencia frecuente consiste en aplicarla a circunstancias presentes y no pretéritas como dispone su significado cabal. Aunque no se trate de un error grueso, parece un cierto contrasentido decir «Messi, hoy a la sazón máximo goleador». Conviene evitarlo, pues en materia de lenguaje también cada cosa tiene su sazón.

Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 10.04.2010.

14 de abril de 2010

El derrumbe del idioma


Fernando Vallejo, por Loredano


«Yo he visto a mi idioma derrumbarse, volverse un adefesio incorrecto, feo, perverso, sin expresividad, sin gracia. Y no sólo aquí. Lo he visto derrumbarse en España, en Argentina, en México, en todas partes. He visto cómo se volvían incomprensibles las palabras más usuales de la vida. Tumbar una joya arquitectónica es una pérdida, pero la pérdida más grave es la del espíritu. Y Colombia acabó con el espíritu. Antes uno nacía en este país de gramáticos y le inculcaban el idioma y era parte de uno mismo y uno lo sentía como el aire que respira».


(Fernando Vallejo, en Babelia, 10.03.2010)

10 de abril de 2010

Español neoyorquino


El aviso invita a la delación en un perfecto español. No se sabe de qué espantarse más: de los extremos a que ha llegado la condena del fumador o de cómo el castellano se está expandiendo por los Estados Unidos.


(Nueva York, marzo 2010. Cortesía de A.)

9 de abril de 2010

Latín macarrónico


Bueno, al parecer esto es lo que hay. Que Júpiter nos coja confesados.

8 de abril de 2010

*BALEARIOS



Hipótesis 1.- Probablemente se trate de una errata. Pero en ese caso el folleto tendría que haber sido retirado de la circulación y editado de nuevo. Un particular tal vez no, pero las entidades bancarias pueden permitírselo.


Hipótesis 2.- La oferta está limitada a balnearios sitos en las Islas Baleares. Pero entonces alguien anda mal en Geografía, pues Andorra cae más bien en los Pirineos.


Hipótesis 3.- Ahora que tanto abunda el turismo de riesgo y aventura, los balearios tal vez sean balnearios donde se tirotea a la gente para amenizarle la estancia. Pero la cara de tranquilidad de la modelo no apunta en esa dirección.


Hipótesis 4.- Haciendo honor a su denominación, la entidad promueve el ahorro hasta en las cosas más nimias. Una costumbre convertida en deformación profesional. O en ejemplar pauta de conducta empresarial. Consonante a consonante uno puede ir haciéndose con una fortunita.

VACAS FLOJAS


Entre las vacas flacas y las vacas locas hay un término medio que aúna la debilidad y la enfermedad. En las actuales circunstancias no deja de ser un acierto, si bien se mira:

(europapress.es, 24.03.2010)