31 de julio de 2006

ENCINTA


Ya pocas veces se puede leer u oír «encinta», que es lo mismo que «embarazada» o «preñada». Una palabra más que va camino del cementerio. Pero es bonita. Nos llegó del latín «incincta» que significa ‘desceñida’, por el holgado ropaje que debía vestir la mujer en ese estado. Es evidente que se escribe en una sola palabra, y no separada en dos como ha hecho el redactor de esta noticia.

No sé qué es peor: si el olvido de los viejos vocablos o su empleo equivocado.

(Gracias a Oz)

26 de julio de 2006

*COTIDIANEIDAD


Existe «idoneidad», que deriva de idóneo. Por el mismo mecanismo de sufijación se han formado «espontaneidad» , «simultaneidad» u «homogeneidad», nombres correspondientes a los adjetivos espontáneo, simultáneo y homogéneo. Incluso vale, por fea que resulte, «contemporaneidad» (cualidad de contemporáneo). Pero no hay un adjetivo acabado en –eo que autorice a decir «cotidianeidad». Lo cotidiano da lugar a la cotidianidad.

No lo escriben sólo en remotos periódicos patagónicos. En El País se podía leer hace unas semanas este titular en un artículo de Vidal-Beneyto:


Y tampoco es una consecuencia del tan cacareado deterioro de la lengua en la actualidad. Viene de lejos. En 1977, el maestro Gonzalo Torrente Ballester escribió una muy estimable serie de artículos semanales para el periódico Informaciones con el título de «Torre del Aire», años más tarde recogidos en libro. De él están extraídas las siguientes líneas, que vienen a recordar que ni el mejor escribano está libre de los borrones:

21 de julio de 2006

PULVERIZAR


El castellano es una lengua muy dada a la hipérbole. Y este es uno de los casos en que se manifiesta más repetidamente esa tendencia a la exageración. Cuando un deportista bate un récord, lo normal es decir que lo ha «batido», «rebajado», «superado» o «mejorado». Sólo si su marca dista mucho de la anterior parece justificado el empleo de verbos tan estrepitosos como «pulverizar».

Semanas atrás Jackson Quiñónez destronó a Javier Moracho del reino de los 110 metros vallas. La cosa tiene mucho mérito, teniendo en cuenta que el récord de Moracho databa nada menos que de 1987. Pero lo hizo arañando dos centésimas de segundo, una diferencia de tiempo tan inapreciable que de ningún modo autoriza a decir que «pulverizó» la plusmarca.

Si los dioses del tartán están de buenas y Eolo no hace de las suyas este fin de semana en Zaragoza, es probable que el lunes la prensa vuelva a hablar de récords de España batidos. ¿Se apuestan ustedes algo a que en tal caso más de uno empleará el verbo «pulverizar» aunque la mejora sea de un insignificante centímetro o una simple centésima?

17 de julio de 2006

SIN PALIATIVOS


A las cosas buenas –y un triunfo deportivo es una de ellas- no puede aplicárseles la locución «sin paliativos», pues los paliativos son fármacos, remedios o tratamientos. Sin paliativos pueden sobrevenir las derrotas, los fracasos, los desastres, los estropicios, los sufrimientos, las pérdidas y el caos. Pero no se puede esperar mucho rigor expresivo de alguien que escribe «borra de pista», «leer el encuentro» o «lo despuntaron [el encuentro]», que olvida las comas, pierde las tildes («mas bien», «como no») y desatiende las concordancias («público... fieles»).

Y eso que el recorte sólo reproduce el titular y el primer párrafo de la noticia. Esta sí es una noticia sin paliativos.

16 de julio de 2006

QUIJOTESCA


«La lucha contra el narcotráfico ha cobrado dimensiones quijotescas». Así se expresaba la pasada noche María Casado, presentadora del Telediario 2 de TVE1, al comentar una noticia relacionada con las drogas. En el aeropuerto de Bogotá la policía había descubierto unos cuantos kilos de cocaína escondidos en el interior de una escultura que viajaba de Medellín a Madrid. Como la pieza era un busto de don Miguel de Cervantes, debió de creer la locutora que usando el adjetivo «quijotesco» se anotaba un punto en ocurrencia.

Se supone que quiso decir dimensiones estrambóticas, o ridículas, o grotescas. Pero no es eso lo que significa «quijotesco». El DRAE no lo pone fácil. Va uno en busca de la palabra, y encuentra esto:

quijotesco, -a.- Lo que se ejecuta con quijotería.

Hay que saltar, pues, a quijotería, donde puede leerse:

quijotería.- Modo de proceder de un quijote.

Lo cual tampoco aclara gran cosa y obliga a consultar el significado de quijote como nombre común. Helo aquí:

quijote.- Hombre que antepone sus ideales a su conveniencia y obra desinteresada y comprometidamente en defensa de causas que considera justas, sin conseguirlo.

Es decir, que María Casado rozó la apología de los narcotraficantes: unos quijotes, comprometidos con nobles causas, entregados a sus ideales.

Al menos en una cosa acertó. La definición de «quijote» en el diccionario académico acaba diciendo «sin conseguirlo», y es evidente que los camellos descubiertos no consiguieron su objetivo. Pero me temo que esto no es suficiente para hablar de dimensiones quijotescas.

13 de julio de 2006

ESPECISMO


Unos breves apuntes sobre el neologismo «especismo».

12 de julio de 2006

*BOGABANTE


No parece muy recomendable comer el bogavante de esta receta. Más que nada porque esa b le añade una extremidad más, que a su vez sugiere alguna manipulación genética o el resultado de una mutación originada por una nube tóxica o una radiación nuclear o algo de ese tipo.

Bogavante, con b al principio y v en el medio, es una palabra sin ningún misterio ortográfico ni etimológico. Viene de «bogar» y «avante», es decir, de 'remar hacia adelante'. Ahora conocemos con ese nombre exclusivamente a los sabrosos crustáceos similares al de la fotografía. Pero el bicho se llama así por su semejanza con el galeote que remaba en primera fila de la nave.

En el capítulo final de las Aventuras del Bachiller Trapaza, de Castillo Solórzano (1637), el pícaro protagonista se hace pasar por un caballero. Descubierto el engaño, cuenta el autor: «Lleváronle a la cárcel, embargáronle cuanto tenía, y, sustanciado el proceso dentro de quince días, fue condenado a doscientos azotes y seis años de galeras. [...] Notificósele la sentencia, consintió en ella, fue rapado a fuer de bogavante galeote y puesto en el rancho de los tales».

A veces se echa en falta que no condenen a galeras a quienes escriben cosas como bogabante.

10 de julio de 2006

Desorden de haches


A Miguel Mihura –el ilustre comediógrafo- y a Eduardo Miura –el temido ganadero de toros- no les unen lazos de sangre. Sus apellidos suenan igual, pero se escriben de manera distinta. Hay que reconocer, sin embargo, que esa hache indebidamente encajada en el nombre de las reses concuerda bien con su legendaria imagen terrorífica. Parece que les aumenta el tamaño de las astas, ya de por sí impresionante. El que debía de estar muy impresionado después de ver el encierro de los miuras -no Mihuras- era el redactor de esta noticia pues, aparte de ponerles esa hache afilada como un cuerno y esa mayúscula también puntiaguda, escribió «abdómen» con una tilde que parece una cornada.

Unos ponen haches y otros las quitan:


En la siempre interesante bitácora de José Antonio Millán se puede leer este texto donde «deshecho» ha perdido su preceptiva h intercalada. Hasta el mejor escribano deja caer un borrón.

Y es que no sé qué pasa pero las haches andan últimamente un poco enloquecidas.

9 de julio de 2006

EN PRIMERA PERSONA


No es lo mismo decir «se lo comuniqué en persona» que «se lo llevaré en persona». Aunque sean construcciones idénticas, la locución «en persona» se refiere, en el primer caso, al objeto o destinatario de la acción (la persona a quien va dirigida la comunicación). En cambio en el segundo la insistencia recae en el sujeto (‘lo llevaré yo mismo’), aunque el complemento también pueda quedar abarcado en la idea de «en persona».

Se trata, no obstante, de una fórmula imprecisa. Equivale a «personalmente», pero no siempre sirve para sustituirla. Piénsese en usos redundantes como «Yo, personalmente, no comparto esa opinión», donde sería inapropiado recurrir al «en persona» en lugar de «personalmente». En enunciados como «Pudimos ver al Papa en persona» adquiere más precisión: da a entender que se ha visto al Papa en carne y hueso, en presencia viva, y no en retrato o en la pantalla. También se usa «en persona» para referirse a la comunicación directa, en oposición a la escrita o la efectuada a través de intermediarios: «Prefiero hablar con ella en persona».

Lo que resulta de todo punto inadmisible es la cada vez más frecuente añadidura del numeral «primera», con el que algunos tratan de dar mayor énfasis a sus afirmaciones: «Juro que lo vi en primera persona». La primera persona es un concepto gramatical, como lo son la segunda y la tercera. Así que en rigor habría que decir algo tan estrafalario como «Yo, en primera persona, lo vi [ello o a él] en tercera persona». Bien es verdad que siempre se puede adornar más el disparate y hablar como aquel predicador a sus fieles: «Me dirijo a vosotros en primeras personas humanas».

Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 5.7.06.

3 de julio de 2006

HIPOTECA


En las bibliotecas hay libros. Una pinacoteca contiene cuadros. Las discotecas son lugares de la música, y las hemerotecas archivos de periódicos. Sin embargo una hipoteca no es una colección de caballos, contra lo que podría suponerse.

Bueno, algunos constructores y agentes inmobiliarios son propietarios de grandes cuadras (en España, «cuadra» es el lugar donde se guardan los animales y también el conjunto de animales alojados en él; en América, llaman «cuadra» a una manzana de casas: qué coincidencia). Pero estos dueños de cuadras con aficiones hípicas no cargan con hipotecas. Y los que viven sujetos a ellas rara vez pueden permitirse la práctica de la equitación.

No, las hipotecas no son colecciones de caballos. Son una cosa menos gratificante, que el diccionario define como «finca que sirve como garantía del pago de un crédito» y «derecho real que grava inmuebles o buques, sujetándolos a responder del cumplimiento de una obligación o del pago de una deuda».

(La fotografía, de ‘El País’, sobre las manifestaciones de jóvenes exigiendo soluciones para el problema de la vivienda).

2 de julio de 2006

Calambur


Un acertado calambur. Alguien que arregla telas difunde su negocio recurriendo al uso pronominal del verbo arreglar junto con el complemento «las» (y, en este caso, con el añadido frecuente «como puedas») en el sentido de ‘resolver’ o ‘apañar’. Arréglatelas. Y al mismo tiempo parece proponer una nueva denominación de oficio: el (o la) «arreglatelas», puesto que se ocupa de arreglos y transformaciones de ropa. La tarjeta lo dice todo. De donde se deduce que la creatividad verbal no es exclusiva de los informáticos, los economistas y los tecnólogos. También los viejos gremios saben arreglárselas para idear nuevas palabras.

1 de julio de 2006

CLÁUSULA


Aunque es un término del Derecho, da la impresión de haberse trasladado al léxico del deporte. Y parece que en el camino no ha salido ganando que digamos. La voz «cláusula» viene definida en el diccionario como «cada una de las disposiciones de un contrato, tratado, testamento o cualquier otro documento análogo, público o privado». De manera que un contrato puede contener cláusulas de contenido muy diverso, desde las que establecen compromisos económicos hasta las que fijan derechos, deberes o prerrogativas de las partes. Es lo que negocian jugadores y entrenadores de fútbol y otros deportes en estas fechas en que empieza el baile de fichajes, traspasos y cesiones.

Unos y otros firman o renuevan contratos, todos ellos con sus correspondientes cláusulas. Sin embargo parece que sólo hubiera una: la «cláusula de rescisión», que es la que fija la cantidad que debe ser abonada por el jugador en el caso de que pretenda cambiar de equipo antes del fin de su contrato; esto es, en el caso de que pretenda «rescindir» éste. Es la «cláusula» por antonomasia, la que se sobreentiende cuando los implicados o la prensa emplean el término sin más concreción: «La cláusula de Riquelme es de 18 millones de euros»; «El Barça no rebajará la cláusula de Navarro»; «El club ofrecerá rebajar su cláusula a Dudu Aouate». Son ejemplos de titulares periodísticos recientes. Evidentemente lo correcto sería precisar que se trata de «cláusulas de rescisión». Pero en esos mercados de esclavos de lujo en que se han convertido ciertos deportes, al buen entendedor quizá no le hacen falta más palabras.

Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 27.6.06.