31 de julio de 2007

*CAFESES


Estampa de julio: a la sombra de los toldos sestean los clientes y a veces también los plurales.


(Gracias a P., que debió de encontrar esto en Santiago de Compostela)

26 de julio de 2007

Herramienta


Un concejal donostiarra -omitamos el nombre y el partido: quedémonos con el pecado- exhortó días pasados a los terroristas a renegar de su humanitaria actividad y pasarse a las filas de los demócratas. Lo hizo en una declaración escrita donde podía invitaba a todos los «enemistados con la paz» a «abandonar cualquier herramienta sinónima de violencia». Bonita perífrasis ésta de «herramienta sinónima de violencia». Su mayor cualidad es la plusmarca de alargamiento que ha conseguido batir: tres palabras y doce sílabas para algo que se podría decir con una palabra bisílaba. Con «armas» hubiera bastado. Abandonar las armas, eso es. Un arma es cualquier objeto que sirve para atacar, herir, matar o defenderse, según María Moliner. Pero el concejal quizá temió herir la sensibilidad de alguien si pronunciaba el crudo bisílabo y en su lugar prefirió recurrir a un circunloquio de aspecto casi científico, más neutro, incluso más profesional. Porque las «herramientas» se alejan de la esfera del crimen para introducirse en la del oficio. Es lo que ya hacían los delincuentes de antaño, que en su argot llamaban «herramienta» a la navaja cabritera, a modo de reivindicación de su actividad como una de las bellas artes. Y no quedó ahí la cosa. El fino concejal quiso ir aún más lejos y redondear su operación cosmética con un complemento imposible en recta gramática. «Herramienta» puede ser sinónimo de «útil», «utensilio» o «aparato», que son nombres concretos; nunca de un abstracto como «violencia». Pero ya se sabe que los caminos del eufemismo son extraños y sinuosos.

Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural Territorios de El Correo, 18.7.07.

24 de julio de 2007

La película


Una forma de volver a las andadas como cualquier otra. Pero pisando fuerte, como los buenos estrenos cinematográficos. Este no lo he descubierto yo sino el maestro Hidalgo Bayal, pero sirve para retomar la vieja cuestión que nos ocupa: el rigor en el uso de la palabra hablada y escrita. Véase como bastan dos leves trazos para alterar un sencillo término.