30 de julio de 2008

TILDAR, TACHAR


No anda el castellano escaso de términos para la crítica. Como puede apreciar cualquier cliente de locales de mala nota u oyente de tertulias radiofónicas, en nuestro idioma abundan los epítetos denigratorios, los insultos y las lindezas. Y, por si eso fuera poco, también disponemos de un extenso repertorio de verbos con los que formular opiniones y juicios negativos. Nos agrada enormemente calificar, censurar, acusar, afear, fustigar, reprochar, corregir y fiscalizar al prójimo. Y también «tildarlo», es decir, poner tildes o acentos sobre sus rasgos menos dignos. Pero el verbo tildar, que actúa seguido de la preposición «de», no siempre se acompaña de los términos correctos. Una reciente noticia de prensa rezaba: «Fraga tilda de ‘sandez’ la carta de Elgorriaga a Rajoy», sin tener en cuenta que lo que se tilda no son las acciones, sino las personas que las ejercen. Por el contrario, es acertado decir «El cocinero Fermí Puig tilda de ‘grosero’ a Santamaría» o «los antitaurinos tildan de ‘criminales’ a los defensores de la fiesta». El otro error, menos frecuente, que acompaña al verbo «tildar» consiste en asociarlo con cualidades y no con defectos, con valores positivos y no con faltas o apreciaciones negativas sobre la persona tildada. Así, se han podido leer titulares como «El alcalde tilda de ‘moderado’ el incremento de las tasas» o «La crítica tildó de ‘soberbia’ la actuación de la soprano». Tildar no es sinónimo de «calificar», como tampoco lo es «tachar» cuando se emplea con este mismo significado. De modo que evítense los usos impropios de ambos verbos, aunque nos tilden de puristas o demasiado escrupulosos.


Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo.

28 de julio de 2008

EXCLUSIVO


Entre los tópicos de la persuasión publicitaria, el de la distinción siempre ha tenido un fuerte peso. No importa de qué producto se trate. Un automóvil, un bolígrafo, una línea de electrodomésticos o un surtido de embutidos atrapan más fácilmente al consumidor si se los presentan asociados con connotaciones de elegancia, refinamiento o buen gusto. Pero de un tiempo a esta parte los reclamos que apuntan a la necesidad de ser alguien, de sentirse un distinguido VIP y ser tratado como persona de alcurnia, están recurriendo a un discutible término: el epíteto «exclusivo». Nos ofrecen relojes exclusivos, televisores exclusivos, hoteles exclusivos. No es que sean piezas únicas ni que estén expresamente reservadas para nosotros y nadie más –que eso y no otra cosa significa el adjetivo en cuestión-, sino que se presentan como algo selecto, destinado a gente de buen gusto o alta posición. «Un exclusivo portátil para profesionales como usted», ofrece una marca de ordenadores. Y otra de productos de higiene: «cepillo dental con un exclusivo limpiador de lengua». La fascinación de «exclusivo» consiste en crear en el receptor la ilusión de la diferencia (aunque lo anunciado sean «miles de juegos de cocina exclusivos que sorteamos entre nuestros clientes»), rescatado de la insufrible vulgaridad en que se mueven nuestras anodinas vidas merced al consumo de un producto determinado. Pero se trata de un anglicismo incorrecto. O tal vez fuera más exacto hablar de un esnobismo lingüístico, de una de esas palabras de la neolengua que triunfan gracias a la humana necesidad de aparentar lo que no se es.

Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo.
(La foto, de Monocromo)

22 de julio de 2008

PAPARAZZI


Cuando Fellini puso el apellido Paparazzo a un personaje de La dolce vita, lejos estaba de imaginar que aquel fotógrafo entrometido pasaría a designar a toda una tribu profesional: la de los ‘paparazzi’ aventureros que buscan fortuna en la indiscreción, el chismorreo y la invasión de las vidas ajenas. Hace tiempo que el castellano incorporó la palabra a su léxico para espanto de los puristas. Pero lo hizo adoptando el término en plural, es decir, acabado en –i y no en –o como correspondería al singular. Esta anomalía ha dado lugar a una controversia ciertamente absurda: ¿debe decirse «el paparazzo» o «el paparazzi» al hablar de una sola persona? Y si son varios, ¿habrá que llamarlos «paparazzi» o «paparazzis»? En lo que se refiere al singular, todo el mundo parece estar de acuerdo en que no tiene sentido usar la forma italiana en –o por la misma razón que nadie dice «un espagueto» ni llama «grafito» a las pinturas murales callejeras. Pero en el caso del plural las opiniones están encontradas. Mientras el Diccionario Panhispánico de Dudas establece la forma paparazis (con una sola z, por cierto), la Fundación del Español Urgente se aferra a paparazzi amparándose en la norma gramatical del italiano. No es éste un argumento de peso. Si hubiéramos de respetar los morfemas de número de todas las palabras foráneas, los camareros serían «los barmen» y no «los barman», no escribiríamos las direcciones en una «agenda» sino en un «agendum» y, en vez de «los campus universitarios» habría que decir «los campi»: cursiladas de redichos. Quedémonos con «paparazzi» para el singular e, indistintamente, «paparazzi» y «paparazzis» en plural, y asunto zanjado.


Publicado en 'Juego de palabras' del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo.

21 de julio de 2008

SPA


El hecho de que el completo ‘Nuevo Diccionario de voces de uso actual’ de Manuel Alvar Ezquerra (2003) no registre la voz «spa» da idea de la rapidez con que ésta se ha instalado en nuestro idioma. Ya no hay hotel, gimnasio o balneario que se precie que no incluya entre sus servicios el «spa»: un tratamiento medicinal o de relajación basado en el agua. Parte del repentino éxito del vocablo se debe, sin duda, a su configuración fonética. «Spa» no es un anglicismo del montón, sino que suena a moderno y a la vez a exótico, a limpio y al mismo tiempo a refinado. Una palabra muy manejable para colocarla en logotipos y rótulos de fachada. Mientras que «balneario» ―su traducción más aproximada— evoca edificios mohosos con galerías de altos techos y tristes azulejos por las que transitan pensionistas reumáticos y aristócratas venidos a menos, el cliente del spa se siente partícipe en la gran ceremonia rejuvenecedora y deportiva de la época. Pero ¿de dónde surgió la palabra, ya usada en inglés desde el siglo XVII? Parece que en origen está relacionada con el topónimo Spa, una ciudad belga cercana a Lieja conocida precisamente por sus aguas termales de propiedades curativas. Sin embargo, hay quien apunta a un acrónimo de procedencia latina, correspondiente al lema «Salus Per Aquam» (es decir, ‘a la salud por la vía acuática’). Como una explicación no está necesariamente reñida con la otra, admitamos ambas como buenas mientras nadie venga a desmentirlas, y demos la bienvenida a este nuevo huésped de nuestro concurrido léxico castellano.

Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo.

18 de julio de 2008

Un calambur vaticano


He aquí una prueba de que el ingenio periodístico no baja la guardia en verano. El titular de este reportaje forma un ocurrente calambur aprovechando que el 'Sumo Pontífice' ha hablado sobre el consumo. Consumo... Pontífice, faltaría más. Y si en lugar de Pontífice hubiera puesto su sinónimo Papa, la cosa habría quedado redonda del todo.

17 de julio de 2008

Batallas perdidas: la diéresis


El yacimiento iberorromano de Ategua, cerca de Córdoba, está declarado Bien de Interés Cultural y en calidad de tal sometido a un exquisito régimen de protección por parte de las autoridades competentes. Lo que no parece tan cuidado en el área de protección es el idioma, a juzgar por la señal indicadora que orienta al visitante.


(Gracias a J.L.)

16 de julio de 2008

Dagnificados



Los *dagnificados ¿han padecido más o menos daños que los damnificados?


Gracias a T.

15 de julio de 2008

Ortografía imaginaria


«Una de las actividades que he programado en esta unidad se refiere al estudio de la ortografía de la b y la h. Para hacerla más amena, y de paso fomentar los valores de la interculturalidad, propongo que sea realizada por los propios alumnos, en forma de debate. Ya que en la clase contamos con dos chavales ecuatorianos, sería muy interesante que ellos explicasen al resto de compañeros las diferencias de uso de la b y la h en Ecuador y en España».

(Un profesor de Lengua castellana y Literatura defendiendo una unidad didáctica de 3º de E.S.O. ante el tribunal de oposiciones).