30 de septiembre de 2009

SEXTETE



Que a un conjunto de tres triunfos se le llame «triplete», pase. Si bien triplete es un término específico de la ciencia, se puede entender que sirva para designar un trío, o sea, un conjunto de tres cosas. La futbolingua se puede permitir estas y otras licencias. Pero ¿decir «sextete», teniendo ya una voz consagrada como «sexteto»? Si el fútbol es un arte como dicen, le cuadran las palabras musicales.

El neologismo no es una simple ocurrencia de hooligans. En la pensa y la televisión futboleras ya ha quedado acuñado. Hoy mismo, en el noticiario de sobremesa de La Cuatro, ese crisóstomo de las ondas que responde al nombre de Manolo Lama preguntaba al azulgrana Xavi: «Y este año, ¿se puede hacer el sextete?».

En cualquier caso, ya que el triplete (derivado de «triple», supongo) consiste en la suma de tres títulos, la colección de seis debiera ser un derivado similar de «séxtuplo». Es decir, «sextuplete».

24 de septiembre de 2009

*HINUNDACIONES


He tropezado con faltas de ortografía de todos los colores, pero recuerdo pocas de tanto mérito como esta de «hinundaciones», escrita además en un documento oficial y acompañada de un no menos fenomenal «aprovar». Increíble, pero cierto.

20 de septiembre de 2009

SINHOGARISMO


Cuando una realidad resulta incómoda, la sociedad huye de ella de dos maneras: o no mencionándola –esa vieja superstición conforme a la cual lo que no se nombra no existe- o adjudicándole un bonito término que al designarla la suavice, la embellezca, la haga menos insoportable. No digamos vagabundo, mendigo, indigente, necesitado o pobre. Llamémosle «sintecho». Es un neologismo con cierto aroma poético, que si ha prosperado en el uso común es probablemente debido a que antepone la metáfora a la denuncia. Un sintecho –escríbase así, todo junto- no tiene dónde caerse muerto, como decían más descarnadamente nuestros mayores, carece de trabajo, de domicilio, de alimentos y de compañía, pero el lenguaje prefiere fijarse sólo en una sola de sus privaciones, como si así las demás quedaran resueltas. Para referirse no a los individuos, sino al problema en general, aunque algunos especialistas hablan de «sintechismo», el término más extendido es «sinhogarismo», un calco de «homelessness» inglés. Sinhogarismo es, por así decirlo, la denominación técnica oficial del fenómeno. Pero tanto da: no tener techo, no tener casa, todo viene a ser igual. Hay quienes rizando el rizo se inclinan por «transeuntismo», sin percatarse de que transeúntes son todos los que se desplazan de un lugar a otro y en especial por la vía pública. Pero quizá sea deliberado, pues de esa manera el miserable se confunde entre la multitud de paseantes ociosos, de peatones acomodados, de viajeros ajenos a cualquier problema que también llevan la etiqueta de «transeúntes». Complicado asunto, éste de poner nombres a la pobreza.

Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 19.9.09.

14 de septiembre de 2009

ACERCANZA


Es de ilusos suponer que una palabra desaparecida del uso común en castellano hace más de seis siglos vaya a resucitar por el solo hecho de que un puñado de hombres de letras decida ponerla en circulación. Hoy en día la vida y la muerte de las palabras no depende de la literatura. Quizá nunca ha sido así. Pero ahora más que nunca las sentencias vienen dictadas por los medios de comunicación, los políticos, los economistas, los creadores de campañas publicitarias o los voceros del deporte. Por eso suena extraño el intento de unos cuantos académicos decididos a rescatar del olvido un término en particular. Se trata de «acercanza», que en su día ocupó el espacio de «proximidad» o «cercanía», aunque quizá con un matiz más emotivo, y que permanece en el diccionario oficial aunque dentro de ese limbo donde las palabras olvidadas aguardan hasta ser definitivamente suprimidas. Como «acercanza» hay cientos, tal vez miles de vocablos, pero éste ha tenido la suerte de que alguien se encariñase con él y, medio en serio, medio en broma, montase en su defensa una especie de campaña de recogida de apoyos. Por lo pronto algunos blogs –uno preferiría decir bitácoras, pero es batalla perdida- ya han secundado la iniciativa. Sirva el ejemplo del filólogo y crítico literario Fernando Valls, quien en su sitio La nave de los locos acoge relatos breves donde «acercanza» aparezca una o más veces. Romántico intento, seguramente vano. Después de seis siglos sin emplear la palabra teniéndola a mano, ¿quién va a echarla de menos si causa baja definitiva en nuestro ya de por sí menguado vocabulario?


Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 12.9.09.

8 de septiembre de 2009

«SÍ O SÍ»


El empobrecimiento de un idioma no sólo viene causado por los errores y las incorrecciones de quienes atentan contra la norma establecida. La lengua padece también otros daños debidos a la pereza, la dejadez y la falta de aprecio por parte de sus hablantes. A veces es más pernicioso un tópico que una falta de ortografía, y la comunicación se resiente en mayor medida con el empleo de un registro inadecuado que con un neologismo de esos que ponen de los nervios a la grey purista. Es lo que ocurre con el giro adverbial «sí o sí» tan dicho y oído de un tiempo a esta parte. Lo empezaron a usar sin tasa, cómo no, estos generadores de barbaridades que son los futboleros, sin distinción entre practicantes, aficionados y cronistas. Sus equipos tenían que ganar un encuentro «sí o sí» para no descender de categoría. Sus ídolos debían ser fichados «sí o sí». Y de ahí ha pasado, como por efecto de un raro contagio, al lenguaje de los negocios y de la empresa («Hay que aumentar la exportaciones sí o sí»), al de la Administración («Los plazos de ejecución de las obras deben cumplirse sí o sí») o incluso el político, si atendemos a las recientes declaraciones de alguna destacada portavoz de partido. No siempre el «sí o sí» viene a expresar la misma idea. Unas veces indica obligatoriedad, otras voluntad firme de hacer algo, otras falta de alternativas en una determinada situación. Pero para ello el castellano dispone de soluciones variadas como «forzosamente», «sin remedio», « como sea», «de cualquier manera», «a toda costa», «no hay otra», «por narices»... ¿Todo ha de resolverse siempre –o sea, «sí o sí»- con ese estomagante cliché?

Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 5.9.09.

7 de septiembre de 2009

CHORIZO


Se equivocan quienes atribuyen a la voz «chorizo» en su significado de ‘ladrón’ un origen charcutero. No hay razón alguna que justifique la asociación entre el sabroso embutido y el digno oficio de tomar prestadas las cosas del prójimo, pese a la infinidad de chistes equívocos donde se relacionan ambos. El «chorizo» delincuente es una derivación espuria de «chorar», que en caló significa literalmente ‘robar’. El otro chorizo, según Coromines, parece venir del término latino «sauricium» y no guarda la menor relación con los amigos de lo ajeno.

COPAR


Si hacerse con el 10 % de algo es coparlo, ¿a qué verbo recurriremos cuando alguien consigue el 100%, la totalidad, la mayoría? No dudo del éxito comercial y financiero de la compañía en los mercados orientales. Es más: la noticia me ha llegado al alma. Pero las hipérboles son peligrosas si se emplean tan a la ligera.

4 de septiembre de 2009

Hable bien


Una octavilla de 1923. Como puede verse, no es cosa de ahora que entre los supuestos defensores del idioma haya quienes confunden el culo con las témporas. Que los dioses nos libren de semejantes compañías. Ya lo advirtió Monterroso: «Hay que someterse a una causa; pero no a las exigencias de otros amigos de esa causa».


(Vía E. O.)

3 de septiembre de 2009

*MISERABILIDAD


El adjetivo miserable, advierte el Diccionario de María Moliner, «se usa como insulto muy violento». Pero esa energía desaparece y se convierte en ridiculez cuando tratamos de extenderla al terreno del sustantivo, quizá en la errónea idea de que daña más un hipersílabo inexistente que un término admitido pero de menor tamaño. La diputada Barkos podría haber dicho tranquilamente «canallada», «infamia», «mezquindad» o «vileza» sin salirse del acogedor espacio de los diccionarios. Pefirió «miserabilidad». Ella sabrá por qué.