31 de enero de 2011

MENDRUGO



Recuerda que ni siquiera Cervantes se libró de caer en las redundancias. ¿Acaso hay mendrugos que no sean de pan?

24 de enero de 2011

TRASTORNO *MOTRIZ


Habría estado bien que, aparte de los sistemas de reconocimiento de voz, de los programas de teclado en pantalla y de los filtros de teclado, Microsoft ideara una herramienta para la corrección de concordancias de género y de número, infinitamente más sencilla que todo eso.

23 de enero de 2011

EMÉRITO

La Universidad aplica el adjetivo «emérito» en forma de título a los profesores que, habiendo alcanzado la edad de jubilación, prorrogan el ejercicio de la docencia o la investigación o mantienen algún otro vínculo académico con sus centros de enseñanza. Hay quienes, quizá llevados por el proverbial respeto a las canas, lo emparentan con «mérito», creyendo que la condición de emérito lleva aparejado el reconocimiento de una especial valía o de una excelencia singular. No es forzosamente así. La palabra, originaria del latín pero recuperada a través inglés como en tantos otros casos, es el participio del verbo «emereo», que tiene el significado de 'obtener la licencia en el servicio militar'. El ‘emeritus’ latino era, pues, el licenciado en la mili. Por eso «emérito» no es un título restringido al ámbito universitario, sino que puede valer también para otros empleos o cargos. Aunque no se use en estos casos, nada impide considerar emérita a cualquier persona que, retirada por razón de edad, conserva algún beneficio derivado de su anterior actividad. En suma: un sinónimo de «jubilado» o incluso de «pensionista», pues también muchos de éstos cobran por haber trabajado durante largo tiempo. Pero la Universidad sigue haciéndonos creer que sus profesores eméritos son el equivalente doméstico de los doctores ‘honoris causa’ sin hacer distingos entre los verdaderamente notables y quienes, para tormento de sus alumnos, alargan la vida profesional sólo por percibir una mayor retribución o por no sentirse inútiles. Que haya eméritos meritorios no significa que todos los eméritos merezcan el mismo trato de excelencia y respeto.

18 de enero de 2011

VISIBILIZAR

Ha dicho la ministra Pajín que con el proyecto de ley para la igualdad de trato y la «no discriminación» (ay, esa manía de afirmar negando) el Gobierno pretende «sacar a la luz y visibilizar los problemas de discriminación que existen en la sociedad». Bien está hacer patentes los problemas, pero ¿no sería mejor resolverlos? Hay una variante del neoespañol político que, de tanto preocuparse por enfatizar las buenas intenciones, olvida los actos. Pero por palabras que no quede. La locución verbal «sacar a la luz» y el verbo «visibilizar» vienen a decir lo mismo. En el lenguaje metafórico de moda, se entiende por «visibilizar» la acción de hacer visible algo que permanece oculto, de llamar la atención sobre una realidad inadvertida, especialmente cuando concierne a grupos sociales marginados o injustamente tratados. Sin embargo la redundancia de la ministra tiene su explicación. Mientras el primer verbo del binomio cumple una función referencial, el segundo incorpora el toque emotivo. «Sacar a la luz» carga con la denotación; «visibilizar», con la no menos necesaria connotación. Y esa connotación favorable, aromática, lleva la marca acreditativa de un lenguaje a la moda que se complace en la solemnidad de las palabras largas, en la autoridad de los vocablos instaurados por la corrección política. Hasta la fonética parece estar del lado de este verbo que arrastra los fonemas con un suave y prolongado bisbiseo, igual que las beatas cuando rezan el rosario, un verbo bendecido que no necesita prueba ni resultado y tan bonito que acaba tapando con fermosa cobertura aquello mismo que supuestamente trata de mostrar en su lado más descarnado.

14 de enero de 2011

Una errata envenenada


El recorte corresponde a un ejemplar de Asturias Diario de 1979. Se ve que el entonces 'joven abogado' Álvarez Cascos ya cosechaba enemigos, aunque estos fueran solo duendes de imprenta. Pero una consonante se le escapa a cualquiera, ¿no es cierto? La cosa no tendría mayor importancia si no fuera porque la titulación universitaria de nuestro hombre no es la de abogado, sino la de ingeniero de caminos. Mucha errata parece.

(De la Guía indiscreta de Gijón, de Fernando Poblet. Silverio Cañada editor, Gijón, 198o, p. 113)

13 de enero de 2011

De risa

Cuando el humor del absurdo se encuentra con el absurdo humor de una web mal traducida:


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12 de enero de 2011

ACHACAR

Se puede decir que el Gobierno «achaca la subida de la electricidad al coste energético», pero no que las asociaciones pro-vida «achacan el descenso del número de abortos a diversas causas». Son titulares de dos recientes despachos de prensa que presentan usos distintos del verbo «achacar». Aunque a primera vista las construcciones son sintácticamente parejas (verbo, complemento directo y complemento de régimen) y semánticamente similares (un sujeto atribuye o imputa una consecuencia a algo o alguien), hay una diferencia fundamental entre ellas. Mientras en un caso la acción analizada es negativa, en el otro tiene un sentido opuesto. Y es ahí donde el verbo «achacar» impone una estricta regla de uso: solo admite la compañía de sustantivos que designen acciones inconvenientes, imperfectas, dañinas o adversas. Un deportista en horas bajas achaca sus malos resultados al estrés. Una buena parte de los accidentes de tráfico son achacados a descuidos del conductor. El ayuntamiento achaca el retraso en unas obras a la falta de ingresos. Pero los triunfos, las alegrías y las acciones ejemplares no se «achacan», sino en todo caso se «atribuyen». Es erróneo, por tanto, escribir que una ETT «achaca el incremento de contratos fijos a la mayor confianza empresarial», como podía leerse en un periódico de economía, a no ser que consideremos ese incremento perjudicial para los trabajadores o las empresas. Tampoco parece adecuado informar de que Ruiz-Gallardón «achaca los buenos datos de pernoctaciones turísticas en la capital al efecto Copa del Mundo de Fútbol», salvo que el alcalde madrileño lamente atraer visitantes a su ciudad. Un nuevo achaque lingüístico que empieza a abrirse paso.

11 de enero de 2011

Asesinos de la lengua

La lista negra de los 10 asesinos de la lengua, según Arcadi Espada:


1. Los comisarios de arte

2. Los poéticos

3. Los pedagogos

4. Los leguleyos

5. Leire Pajín

6. Las Mis Labores

7. Los confusos

8. Los periodistas deportivos

9. Los panorámicos

10. Los correctores de estilo


Coincido en seis de los reos, pero en el resto empezaría por otros. Hay crímenes y crímenes.

2 de enero de 2011

BARAJAR

Abundan las voces castellanas traídas del juego de naipes y puestas metafóricamente ―solas o formando parte de frases hechas― al servicio de diversas situaciones. De quien ha hecho un gran esfuerzo decimos que «se da un tute» y quien se anticipa hábilmente a otro le ha «ganado por la mano»; en las reprimendas francas y enérgicas «cantamos las cuarenta» a alguien y, si desafiamos por lo alto, estamos «echando un órdago». Para otras circunstancias valen «ir de farol», «pillar en un renuncio», «jugar sus bazas», «servir de comodín»… Pero es quizá el verbo «barajar» el más empleado fuera de las timbas: «El Gobierno baraja varios nombres para la cartera de Exteriores», «Ninguno de los candidatos barajados por la prensa obtuvo finalmente el premio». Se entiende aquí que «barajar» equivale a considerar las distintas posibilidades que afectan a un asunto antes de tomar una decisión, igual que cuando oímos que «se barajan muchas cifras» suponemos que es grande el número de datos que intervienen en el estudio o la operación financiera correspondiente. Sin embargo, ¿cómo entender ese otro uso del verbo que no comprende más que una posibilidad, como sinónimo de «considerar» o «estudiar»?: «El PSOE dice que solo baraja un candidato para las generales» o «el Gobierno baraja retrasar la jubilación sin poner una edad exacta». ¿Cuándo se ha visto barajar con una sola carta? Sobre atentar contra la lógica, el mal empleo de la palabra en tales casos hace temer que detrás del figurado naipe haya un prestidigitador o un tahúr que esconde otras cartas bajo la manga.

1 de enero de 2011

Guerra de hipocorísticos


Los delicados límites de la confianza y del desprecio en el uso de los nombres familiares. Lo ha explicado muy bien el maestro Santiago González.