2 de enero de 2011

BARAJAR

Abundan las voces castellanas traídas del juego de naipes y puestas metafóricamente ―solas o formando parte de frases hechas― al servicio de diversas situaciones. De quien ha hecho un gran esfuerzo decimos que «se da un tute» y quien se anticipa hábilmente a otro le ha «ganado por la mano»; en las reprimendas francas y enérgicas «cantamos las cuarenta» a alguien y, si desafiamos por lo alto, estamos «echando un órdago». Para otras circunstancias valen «ir de farol», «pillar en un renuncio», «jugar sus bazas», «servir de comodín»… Pero es quizá el verbo «barajar» el más empleado fuera de las timbas: «El Gobierno baraja varios nombres para la cartera de Exteriores», «Ninguno de los candidatos barajados por la prensa obtuvo finalmente el premio». Se entiende aquí que «barajar» equivale a considerar las distintas posibilidades que afectan a un asunto antes de tomar una decisión, igual que cuando oímos que «se barajan muchas cifras» suponemos que es grande el número de datos que intervienen en el estudio o la operación financiera correspondiente. Sin embargo, ¿cómo entender ese otro uso del verbo que no comprende más que una posibilidad, como sinónimo de «considerar» o «estudiar»?: «El PSOE dice que solo baraja un candidato para las generales» o «el Gobierno baraja retrasar la jubilación sin poner una edad exacta». ¿Cuándo se ha visto barajar con una sola carta? Sobre atentar contra la lógica, el mal empleo de la palabra en tales casos hace temer que detrás del figurado naipe haya un prestidigitador o un tahúr que esconde otras cartas bajo la manga.

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