Podrá criticarse a los autores de ciertas novelas de consumo masivo lo tópico de sus argumentos, las deficiencias de su prosa o incluso el delito de plagio. Pero es de justicia reconocer que la mayoría de ellos son tan considerados con el lector que le muestran sus cartas desde el comienzo, para que nadie se llame a engaño.
He aquí una muestra. El párrafo corresponde a la primera página de La fortaleza digital, de Dan Brown, uno de los libros más vendidos actualmente. Dice así:
«Recostada sobre la cama con dosel, ella levantó la vista, convencida de que era el hombre de su vida. Para siempre. Mientras escudriñaba sus profundos ojos verdes, una campana ensordecedora empezó a tañer en la distancia. Se lo llevaba. Extendió las manos, pero sólo aferraron aire».
¿Se puede «aferrar» el aire? Cuesta trabajo imaginárselo incluso en el más figurado de los sentidos. ¿No habrá una forma más apropiada de administrar los pronombres personales? Si un personaje es para otro «el hombre de su vida», huelga aclarar a continuación que sea «para siempre». ¿Una campana «ensordecedora» y «en la distancia» al mismo tiempo? Y esa campana «tañe» -verbo que sólo admite «campana» como complemento, nunca como sujeto-, en fin... Aunque es probable que el delito haya contado con la colaboración del traductor, tal sarta de dislates es suficiente para dar la medida del novelista. No se trata de una simple cuestión de estilo. Es que las lenguas tienen sus reglas y las palabras su significado, y ni unas ni otras consienten que se les violente hasta esos extremos.
(Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 31.5.06)
1 comentario:
gran parte de culpa del traductor/a,sin duda-aunque no he leido la versión original-,pero como se sabe que venderá como rosquillas y que nadie va a devolver el libro por defectuoso...
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