30 de agosto de 2006
Lenguaje a la carta
Algunas cartas de restaurantes parecen ideadas para desconcertar al lexicólogo más diestro. Esta es una muestra de ellas, pero las hay bastante más enrevesadas. Hay quien opina que el barroquismo del lenguaje gastronómico cumple una misión otrora encomendada a ciertas especias y yerbas aromáticas: la de ocultar los malos sabores de los platos y encubrir la falta de imaginación de los cocineros. Otros lo atribuyen al puro y simple esnobismo. También se podría establecer una regla -con decentes excepciones- según la cual la longitud y composición del sintagma que define cada plato guardan una relación directa con el precio del mismo. Por cada complemento, diez euros. Un galicismo, quince euros. Una metáfora, veinte euros. En esta escena de restaurante quedan puestos sobre el tapete los excesos del «estilo gourmet».
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
Y relación inversa entre la longitud del título y la cantidad de comida sobre el plato.
En estos restaurantes modernos no se entiende nada. ¿Pollo con patatas? ¿Y eso qué es? Gallinácea horneada sobre lecho de tubérculos tiriformes fritos. Ah, bueno.
Sinceramente, lo de "arquitectura cítrica con texturas de esponja..." es para darle un cachiporrazo al idioto que ha tenido la ocurrencia. Ahora, que lo de "Estudio de café sonoro" es para mear y no echar gota, y perdonadme la expresión... Una soplapollez en toda regla -sí, cuando estoy en el pueblo me ruralizo hasta en las expresiones-.
"Pasión de plátano" le iba a dar yo al tal Mario Sandoval: un par de cáscaras de la fruta canaria colocados con habilidad en alguna zona de paso de su cocina y después del estozolamiento, seguro que se le habrían pasado todas las tonterías oníricas de categoría B.
Mil perdones, el cochinillo lacado en horno de leña de encinas me ha dejado fuera de juego: "colocadas", las cáscaras, digo, :-D
A mí lo que me escama es lo de "carpaccio de secretos, sorpresa estofada y sorpresa braseada". Secretos, sorpresa... Humm. No sé yo si... Me suena un poco al viejo dicho de "dar gato por liebre", que también tuvo su origen en alguna casa de comidas.
Pura poesía, que no os fijais.
Publicar un comentario