27 de agosto de 2006

La (poca) importancia de llamarse Ernesto


Ni por el Che Guevara ni por Ernest Hemingway, aunque ambos tuvieran relación con el Caribe. No es la venganza de ningún meteorólogo. No hay nadie detrás. El huracán Ernesto recibe ese nombre porque le corresponde en riguroso turno. De haberse desatado un poco antes, se llamaría Chris o Debby. A los que vengan más tarde los bautizarán como Florence, Gordon, Helene, Isaac. Cada cierto tiempo, la cúpula de las organizaciones meterológicas estadounidenses elabora un listado con los nombres de las tormentas tropicales, huracanes y ciclones de varios años (por ahora ya se sabe cómo se llamarán los que surjan de aquí a 2011), sin ánimo de asociarlos con una persona en particular. Si se escogen antropónimos es para facilitar la comunicación entre los servicios encargados del control, seguimiento y socorro, pues parece ser que los nombres de persona se recuerdan más fácilmente que los nombres comunes y son menos dados a las confusiones. Esos nombres –alternativamente de hombre y de mujer, en inglés, francés o español- llevan como iniciales las letras del alfabeto, sin repetir ninguna. En los años particularmente turbulentos, cuando las tormentas y los huracanes superan el número de aquéllas, la nómina se amplía con los nombres de las letras griegas. Y cada seis años se repite la lista -ya hubo un Ernesto en el año 2000-, pero de ella son dados de baja los nombres asociados a catástrofes de infausta memoria. Por eso no se repetirán Katrina ni Mitch, por ejemplo. De modo que el huracán Ernesto se llama así de casualidad. Podía haber sido Emily, o Eduardo, Edmond o cualquier cosa que empiece por e. Pero le ha tocado Ernesto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nosotros no le damos importancia, pero en aquella zona es un tema del máximo interés. El Nuevo Herald tiene una sección dedicada exclusivamente a las tormentas y los huracanes:
http://www.miami.com/mld/elnuevo/news/special_packages/huracan/