«La procesión va por barrios», dijo el presentador del noticiario nocturno en la televisión. Era su forma de explicar que la alegría de unos se vuelve tristeza para otros, no sé si a propósito de un partido de fútbol o refiriéndose a los pleitos políticos del día. No iba mal encaminado: los desfiles procesionales van por barrios, y pronto lo volverán a demostrar los devotos y capillitas de esta santa tierra donde cada ciudad, cada pueblo y cada barrio tiene su cofradía. Pero el caso es que el idioma no habla así. Lo que «va por barrios» es «la risa». Y la procesión va «por dentro», que es una forma de referirse al miedo, la ira, el esfuerzo o el dolor cuando se disimulan y no son exteriorizados. Que el cruce resultante saliera ajustado a la ocasión no concede carta de naturaleza al hipogrifo de Piqueras. También los proverbios tienen su corazoncito. Aceptémoslos tal y como vinieron al mundo y respetemos su integridad: o sea, por una parte «la risa va por barrios» y por otra «la procesión va por dentro».
1 comentario:
Seguramente se estaba refiriendo a la proFesión; la de periodista, que cada vez más va por dentro, y es que fuera no hay sitio para que discurra. Cada vez es más de risa y de barrio, bajero. Un periodista.
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