Una
«victoria pírrica» es la que se obtiene a costa de un exagerado número de bajas
propias. Es lo que le ocurrió a Pirro, rey del Epiro, cuando se enfrentó a los
romanos en la defensa de Tarento allá por el siglo III a. C. Sus tropas
salieron triunfantes, pero diezmadas, y a la postre de poco serviría su
esfuerzo porque no logró detener el avance del ejército romano hacia la Italia
meridional. Supuestamente el episodio ilustra aquellas situaciones en que
alguien obtiene un éxito a un alto precio o con un coste superior a las
ganancias obtenidas. Sin embargo, la fascinación por las palabras de sonoridad
llamativa empieza a adjudicar al adjetivo «pírrico» otros significados. La RAE
admite ya su empleo junto a nombres que indiquen triunfo, logro o finalización
de un proyecto, cuando ese éxito se alcanza con un esfuerzo desproporcionado o
por un margen muy pequeño. Así que habría que dar por válidas, en sentido
amplio, afirmaciones como «El Milán obtuvo una victoria pírrica de 1-0 sobre el
Cesena», tan habituales en las crónicas deportivas. Pero «pírrico» no equivale
siempre a «escaso», «pobre» y de poco valor, como se lee y oye a menudo: en
«los sindicalistas se quejan de la pírrica indemnización fijada para los
despidos», «la pírrica economía de los porteños no soporta la subida de precios
de los alimentos», «la cadena de televisión alcanzó una pírrica audiencia del
0,6 %», «pírrica actuación del Athletic ante el Rayo» o «el Madrid se contentó
con un pírrico gol de Di María» no se contiene la idea de ganancia
desproporcionada en relación con los medios empleados y con las pérdidas
sufridas. Es un exceso que el rey Pirro no habría entendido.