21 de febrero de 2010

Lo que es el idioma

En la lengua hay términos y construcciones parasitarias que, pese a su inutilidad, se obstinan en tomar posición en la cadena hablada. Algunas son simples latiguillos con valor fático («bueno», «¿no es cierto?»), otras apoyan elementos del discurso («a ver», «te cuento») y otras, en fin, actúan como tics nerviosos reveladores de la falta de fluidez verbal del hablante («esto…», «pues»). No hay que menospreciar su fuerza y especialmente su capacidad de penetración. Quizá el caso más llamativo en el español actual sea el grupo «lo que es» antepuesto a los sustantivos como una especie de articulo dilatado. «Les aconsejo elegir lo que es la merluza en salsa», decía días atrás el camarero del restaurante a sus clientes. «Hay que cuidar lo que es la información», advertía un sociólogo en un debate público. Y un epidemiólogo sostenía la importancia de «dar a conocer lo que son los síntomas de la enfermedad». Quede claro que en determinadas situaciones «lo que es» está bien empleado: «llegó tarde a la cita, lo que es una falta de educación»; «hay que tener en cuenta lo que es y lo que no es conveniente». Pero, como podrá observarse, en estos casos cumple una función gramatical reconocible. Nuestro reproche va dirigido a ese otro «lo que es» superfluo, absurdo, producto de la hinchazón endémica que padece el idioma en algunos ámbitos de uso donde se diría que importa más alargar las palabras y las frases que servir a las necesidades comunicativas. La construcción ha alcanzado tal poder de contagio que hasta la primera autoridad institucional del español caía en sus redes en una reciente entrevista radiofónica. «La nueva gramática expone lo que son las variedades de los distintos países», dijo, y acto seguido: «La lengua española ha superado en cuanto a número a lo que son los hablantes del inglés». Y va en aumento.

Publicado en suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 20.2.2010.

18 de febrero de 2010

El primer mandamiento


Sin audacia, ¿qué sería de la publicidad? Teniendo en cuenta que el Consumo se ha erigido en una nueva religión, tiene sentido que sus proclamas se apropien del lenguaje bíblico para darle nuevo brillo. El «Amarás a Dios sobre todas las cosas», primer mandamiento del Decálogo de Moisés, se transforma así en «Amarás nuestras rebajas sobre todas las cosas», y ello apoyado en un angelical soporte icónico muy a tono con el motivo elegido. Pero no parece que haya intención sacrílega, sino alarde de ingenio lingüístico. Las rebajas se aplican a todos los géneros, es decir, «nuestras rebajas» son «sobre todas las cosas» puestas a la venta, no 'lo más importante de todo'. Una deliberada ambigüedad para que se vea que la soberbia del Mercado no alcanza a tanto.

INFOMERCIAL


«Infomercial» es un hipogrifo verbal formado a la nueva usanza, mediante la contracción de dos términos («información» y «comercial», en este caso) suprimiendo parte de cada uno. El neologismo ya viene así de fábrica, pues se usa en inglés (info[rmation+com]mercial) desde hace cierto tiempo. Se aplica a los espacios-anuncio de larga duración que promocionan determinados productos en el formato de teletienda (otro vocablo que tal baila), no pocas veces con contenidos hilarantes que, más que animar a la compra, invitan a meditar acerca de la naturaleza humana y la decadencia del sentido del ridículo.

14 de febrero de 2010

JUBILACIÓN, JUBILEO



No todos los jubilados sienten júbilo al abandonar definitivamente sus ocupaciones laborales, pero por lo general nuestra idea del trabajo es fiel a las raíces etimológicas del término. «Trabajo» viene de la voz latina «tripalium» que designaba cierto instrumento de tortura. Liberarse del tormento es motivo más que suficiente para ponerse a cantar, pues eso significa el verbo «iubilare»: lanzar gritos de alegría o «iubili», que eran las voces dadas por los campesinos en las celebraciones y en los ratos de expansión. La familia léxica de «júbilo», «jubilar» y «jubilación» está poblando estos días los periódicos por motivos de todos conocidos, y junto a ella aparece de vez en cuando el término «jubileo» que, aunque no lo parezca, es de otra estirpe. El jubileo no es lo mismo que la jubilación, ni siquiera en sentido figurado. Desde principios del siglo XIV se conoce por «jubileo» ―también «Año Santo»― una determinada celebración de la Iglesia, que tiene lugar cada cuarto de siglo, en la que los fieles pueden obtener la indulgencia plenaria por medio de la bendición papal. El jubileo cristiano tiene su origen en otra fiesta judía a la que el pueblo era convocado con el sonido del cuerno de un macho cabrío o «hayyobel», de donde le viene el nombre. Si la jubilación evoca al mundo de los pastores, el jubileo nos lleva al de las cabras, pero el parentesco entre los dos términos empieza y acaba en esa curiosa coincidencia. Bien es cierto que no han vivido totalmente de espaldas el uno del otro. Algunos estudiosos consideran que «jubileo» ha influido en «jubilación» porque ésta se obtenía cumplidos los 50 años de trabajo, aproximadamente el mismo tiempo que mediaba entre los primeros jubileos antes de que pasaran a celebrarse cada 25 años. En cualquier caso, sépase que no son palabras sinónimas.


Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 13.2.2010.
(La viñeta, de Oroz en Diario de Navarra)

13 de febrero de 2010

Pepsi, Pesi



Lo de menos es que digan Pepsi, Pesi o lo que les venga en gana. Al fin y al cabo es un simple anuncio publicitario. Lo inquietante es el mensaje de fondo, esa Pesipedia ("qué más da cómo lo digas si al final es lo mismo") que transmite la idea de que las cosas se pueden decir de cualquier manera y de que el idioma no ha de someterse a los acuerdos de la comunidad de hablantes a la que pertenece.

11 de febrero de 2010

Sin palabras


En algún lugar de Andalucía.

(Cortesía de P.)

10 de febrero de 2010

Electrolinera (2)

Hablábamos días atrás de la palabra electrolinera, sobre la que la Fundéu acaba de emitir su dictamen. Nada que añadir.

9 de febrero de 2010

Un paseo por nuestras Academias (I)


El sitio de la Academia Salvadoreña de la Lengua está presidido por un señorial escudo con la leyenda In principio erat verbum. Eso, en principio. Porque luego, conforme uno husmea en sus páginas, llega a este «Catálogo de los libros en existencia en la biblioteca» que, por arte de magia acentual, se convierte en «Catalogó (sic)». Vale, una confusión la tiene cualquier Academia. Pero es el caso que, apenas empezada la relación de obras, entre los títulos consignados puede encontrarse un peculiar «Esbozó (sic) de una nueva gramática...». El habla salvadoreña tiene sus expresiones propias, aunque entre ellas no figura, que se sepa, la tendencia a convertir en agudas las palabras llanas y las esdrújulas. Pero si así lo escribe la Academia...

8 de febrero de 2010

El idioma en los fogones


«Este sector aúna una excelencia técnico-conceptual que se encuentra en el vértice de la pirámide creativa e integra el diseño sensorial y un proceso de elaboración de excelencia en cuanto a los procesos de elaboración basados en la calidad total [...]»


»Basque Culinary Center Fundazioa es la fundación constituida en marzo de 2009, cuyo fin es la formación y la investigación, la innovación y la transferencia de conocimiento y tecnología en las diferentes áreas de las ciencias gastronómicas, generando procesos de investigación colaborativa entre universidades, centros tecnológicos, empresas y organismos públicos, para desarrollar una red capaz de generar y transferir conocimiento, que pondrá en marcha el proyecto Basque Culinary Center [...]»


(Real Decreto 1640/2009, de ayuda a la fundación Basque Culinary Center)


Paladéenlo otra vez: Excelencia técnico conceptual. El vértice de la pirámide creativa. Integra el diseño sensorial y un proceso de elaboración de excelencia. Innovación y transferencia de conocimiento y tecnología. Generando procesos de investigación colaborativa. Generar y transferir conocimiento. Ñam, ñam. ¿No se les hace la boca agua?

7 de febrero de 2010

Compatible con la visibilidad


He aquí dos de los vocablos de moda que no pueden faltar en ningún texto de categoría: compatible y visibilidad. El cristal es «compatible con la visibilidad [11 sílabas] de la mezquita». O, lo que es lo mismo, deja ver [3 sílabas] la mezquita. Pero si el alcalde lo hubiera dicho de esta otra manera, ¿cómo se distinguiría del común de los mortales?

6 de febrero de 2010

Fútbol y concordancias


La denominación oficial de ciertos equipos de fútbol conserva ecos de pasadas épocas, resonancias de tiempos en que el imaginario simbólico de las colectividades se nutría de elementos hoy desaparecidos o en extinción. Por ejemplo, el sello de la realeza. Llevar en el nombre el título de «Real» ―con la consiguiente corona en el escudo― era un signo de prestigio. Aunque el naming deportivo de ahora también busca la distinción y la hipérbole, prefiere apoyarse en otros recursos más modernos, desde las siglas hasta las marcas comerciales. En el siglo XXI es difícil que alguien elija el epíteto «real» al inscribir su club en el registro de asociaciones deportivas. Pero lo cierto es que quienes ya llevan esa marca la ostentan con orgullo y sin el menor asomo de pudor republicano. Así, por ejemplo, el Real Madrid. O la Real Sociedad, a la que el universo futbolero ha concedido el privilegio de la antonomasia: es «La Real», sin más especificaciones. Pero el anacronismo también pasa factura gramatical en otros casos, como el de una Real Unión a la que todos colocan el artículo masculino («el Real Unión»). ¿Por qué la Sociedad es femenina y a la Unión se la hace masculina, siendo además clubes vecinos como quien dice? Por buscar alguna explicación, habrá que suponer que mientras los donostiarras aplican las normas de la concordancia según lo establecido, los iruneses se rigen por un omitido «club» o «equipo», masculino por tanto. Pero donde más rechina este tipo de desajustes es en el caso de el/la «Unión Deportiva Logroñés (sic)», un galimatías de géneros gramaticales sorprendente para todo el mundo excepto para la prensa y la afición riojanas. ¿Será que las bulas de que goza el deporte del balón en lo económico, lo social y lo comunicativo ―ya saben, fútbol es fútbol, como dijo alguien― se extienden también a lo lingüístico?

Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 6.2.2010

4 de febrero de 2010

TALONAZO



¿Por qué todos se empeñan en llamar taconazo a lo que es un talonazo?

1 de febrero de 2010

Doble versión

No siempre el diccionario nos saca de dudas en materia de corrección. A veces crea más confusiones, como ocurre con ciertas palabras que por alguna extraña razón presentan dos formas diferentes, ambas admitidas. En unos casos son restos de alguna vieja vacilación ortográfica que no se ha querido resolver («hierba» y «yerba», «reloj» y «reló»). En otros se debe a decisiones eternamente aplazadas acerca de la grafía de algunos neologismos («whisky» y «güisqui», «nailon» y «nilón»). Otros, en fin, mantienen términos evolucionados junto a variantes más arcaicas reacias a desaparecer, prácticamente en desuso («interrumpir» e «interromper», «rumorear» y «rumorar»). ¿Es bueno o malo para el idioma? Habrá opiniones en los dos sentidos, pero de lo que no cabe duda es de que se trata de una anomalía llamativa. ¿Por qué se puede escribir indistintamente «cebiche» y «seviche», pero no así *sebiche ni *ceviche? ¿No habría que decidirse de una vez por todas entre «flacidez» y «flaccidez», entre «feminidad» y «femineidad», entre «icono» e «ícono»? Hay casos en que el doblete de palabras crea situaciones curiosas: «forúnculo» es una deformación del más etimológico «furúnculo», pero este sin embargo está considerado por los hablantes como vulgar e incorrecto, no siéndolo. Tampoco comete ningún error quien escriba «impudicicia» en lugar de «impudicia», pues la primera de las formas no sólo está registrada, sino que es más fiel al «impudicitia» latino del que proviene. El infinitivo «pudrir» convive con «podrir», «palangana» con «palancana», «salpullido» es lo mismo que «sarpullido», y tanto vale «cantilena» como «cantinela», «marihuana» como «mariguana», «zarrapastroso» como «zaparrastroso». Y, para rizar el rizo, hay un verbo que admite hasta tres variantes correctas: «hibernar», «ivernar», «invernar». Tenemos, no cabe duda, una lengua llena de matices.

Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 30.01.2010.