30 de diciembre de 2007

CUNERO


Con las primeras designaciones de candidatos para las listas electorales llega el eco sonoro y antiguo de la voz «cunero». Los intereses de los partidos en liza conducen a menudo a proponer como candidatos por una determinada circunscripción a individuos que no han nacido en esa región o provincia ni residen en ella. Son los conocidos en la jerga política como «cuneros». La palabra no es hija de la Transición democrática, como creen algunos. Viene de tiempos de la Restauración, cuando el poder caciquil alentaba las preferencias por lo local frente a lo foráneo, aunque el mérito pudiera estar más cerca de lo segundo que de lo primero. Se trataba de defender a capa y espada los intereses propios desacreditando a los advenedizos que, por mucha valía y capacidad que trajeran, no eran «de los nuestros». Se les llamó entonces cuneros porque así eran conocidos los niños de hospicio, los recogidos en las «casas cuna» u orfelinatos. Pero también los caciques recurrían a los cuneros en caso de necesidad, como refuerzos con los que imponer su poder sobre las bases locales. De manera que la palabra quedó en una ambigua zona de nadie, a medio camino entre el desprecio y la alabanza, entre el rechazo y el prestigio. Cuando las listas de un distrito son encabezadas por un cunero de relieve, los votantes se sienten en cierto modo halagados porque eso les otorga un signo de distinción. Y, al revés, los militantes locales del partido miran al cunero como a un «paracaidista» lanzado desde las alturas sin ninguna consideración para con los propios. Cosas de la política.


Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 22.12.07


24 de diciembre de 2007

18 de diciembre de 2007

CUADERNA VÍA


El texto pertenece a un examen de lengua y literatura de primero de bachillerato, donde el estudiante trata de responder a la pregunta «¿Qué es el Mester de Clerecía?». Salvado el escollo de Gonzalo de Berceo mediante el hábil recurso de las iniciales, un nuevo obstáculo se interpone en su camino al aprobado. ¿Cómo diablos se llamaban las estrofas aquellas compuestas por cuatro alejandrinos monorrimos? Lo tiene en la punta del bolígrafo, pero se resiste a salir. Al cabo de un rato se hace por fin presente: «Cuadros vitales». Eso es. Los clérigos escribían sus relatos en cuadros vitales. Qué nervios.

17 de diciembre de 2007

HORAS LOCALES



El ideal de precisión informativa en las noticias pasa por especificar lo más detalladamente posible las circunstancias del hecho narrado. Entre ellas, el cuándo. Una noticia bien relatada debe contener la mención de la hora en que ha tenido lugar el acontecimiento. Pero la información se ha mundializado de tal forma que muchas veces no basta con eso; es necesario aclarar si la hora corresponde al lugar del hecho o al lugar del lector. Lo más frecuente es lo primero, y para eso la prensa recurre a la vieja fórmula de «hora local». Se construye en aposición, separada de la hora correspondiente mediante una coma: «La entrevista entre los dos mandatarios terminó a las 8, hora local». Últimamente, sin embargo, se está generalizando un uso anómalo de la expresión. Consiste en enlazarla con el numeral y hacerla concordar con él, de forma que pasa a presentarse en plural. He aquí algunos titulares correspondientes a esta misma semana: «El juicio de Fujimori comenzó a las 10:04 horas locales». «La explosión se produjo a las 17 horas locales». «Los partidos se disputarán a las 17:00 horas locales». «La nueva presidenta Cristina Fernández de Kirchner empezó su jornada a las 14:00 horas locales». La costumbre ha calado por igual en la prensa española y en la latinoamericana, y es probable que acabe sentando norma. Sería un grave error gramatical (el número y la palabra «hora» no pertenecen al mismo sintagma y por tanto no guardan concordancia entre sí) y también semántico (aquí «hora» equivale a «huso horario», no a «unidad de tiempo»). El tiempo dirá.




Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 15.12.07.

13 de diciembre de 2007

PUBLIO


Ovidio tampoco habría pasado el cruel filtro de estos correctores electrónicos que tantas cosas, ay, desconocen. La desgracia persigue a Publio Cordón, convertido en una especie de fantasma del que a este paso ya no va a quedar ni el nombre de pila.

9 de diciembre de 2007

FELIZ APARCAMIENTO


Decimos «Feliz aniversario», «Feliz fin de semana» o «Felices Pascuas» como expresión de deseo, sincero o simplemente cortés. El adjetivo «feliz» transmite al destinatario la voluntad de que un determinado acontecimiento discurra para él de forma grata, de que le depare alguna clase de alegría, placer o satisfacción. Se acercan fechas en que todos lo pronunciaremos sin tasa. Desearemos felicidad a propios y extraños empleando siempre el mismo sintagma, donde «feliz» irá acompañado de diversos sustantivos. Felices navidades, felices pascuas, feliz año, feliz Nochebuena. Lo que no parece tan razonable es desear a alguien «feliz aparcamiento», como puede leerse en la ventanita luminosa del expendedor de tiques a la entrada de un aparcamiento subterráneo donostiarra. Seguro que también lo pone en otros de otras ciudades, porque estas cosas suelen venir de serie. ¿Se puede alcanzar la felicidad estacionando un vehículo de motor? La pregunta desborda el ámbito de lo semántico para penetrar en el de lo metafísico. Pero lo más probable es que se trate de otro exceso de ese lenguaje de la falsa cortesía con el que los mercaderes y los proveedores de servicios se dirigen a sus usuarios y clientes. Uno recibe el mensaje, coge su tarjeta, da unas cuantas vueltas en busca de un espacio donde aparcar y deja finalmente el automóvil ahí quieto, pensando que tal vez sea al coche y no a él a quien desean un feliz descanso. Al pagar en caja, el conductor se pregunta si no deberían haber escrito también «feliz cobro» (o «feliz saqueo», tal vez) más que nada por coherencia lingüística.

Publicado en 'Juego de Palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 8.12.07.

5 de diciembre de 2007

Sin artículos

Aprendimos de pequeños que los nombres propios de persona no deben llevar artículo: Antonio, no «el Antonio»; Mercedes, no «la Mercedes». El empleo del artículo constituye un vulgarismo que empequeñece, subestima y ofende al mencionado. Tal vez por eso en el habla actual va dejando de acompañar a determinados sustantivos comunes. Ya es normal oír expresiones como «Voy a resolver unos asuntos en Diputación» o «Fuentes de Gobierno informan de la apertura de negociaciones». Aquí la Diputación y el Gobierno parecen no sólo quedar personificados, sino adquirir cierto rango de nobleza precisamente por la omisión del necesario determinante artículo. Bien, al fin y al cabo se trata de instituciones a las que los ciudadanos profesan alguna forma de respeto, como si se tratase de personas distinguidas. Hay, por así decirlo, un factor psicológico que explica el error. Donde resulta menos comprensible es en otras situaciones corrientes en las que el nombre despojado de artículo designa un lugar, espacio o dependencia común y corriente. Ocurre mucho en el lenguaje de la burocracia administrativa («Persónese en Secretaría», «Hemos recibido un informe de Inspección», en vez de «la Secretaría» o «la Inspección»), que probablemente ha inspirado a los hablantes en otros ámbitos donde la supresión del artículo ya es vicio habitual. «Abonen sus compras en caja», advierte el rótulo de un comercio. «Te necesitamos en plató dentro de una hora», dice la voz de un anuncio. «Acceso a comedor», se lee en un bar-restaurante. «Pidan información en mostrador», en una tienda. ¿Será que el artículo está llamado a desaparecer?

Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 24.11.07.

20 de noviembre de 2007

PAVO


Un pavo no es sólo el ave galliforme de negruzco plumaje y extraña cabeza que nos visita en las navidades. El término «pavo» ha ido adquiriendo a lo largo del tiempo otros significados, y entre ellos el de «moneda de cinco pesetas». Hasta no producirse la europeización monetaria, en el argot común un pavo equivalía a «un duro» desde la lejana época en que ambas cosas sólo estaban al alcance de los más privilegiados. Ahora la Dirección General de Tráfico ha dado un nuevo impulso a la palabra merced a una campaña publicitaria que la emplea como leit-motiv. En síntesis todo se reduce a lo siguiente: los jóvenes menores de 25 años que aspiren a obtener el permiso de conducir podrán disponer de un crédito que sólo les obligue a pagar un pavo al día. Pero aquí el pavo se ha encarecido; en vez de un duro, vale un euro. El nuevo referente semántico del vocablo (pavo=euro) no es invención de las autoridades, pues ya está relativamente consolidado en el habla de la calle. Lo que llama la atención es esa creciente tendencia al coleguismo idiomático que manifiestan los gobernantes cada vez que se dirigen a la gente joven. Les ofrecían viviendas a las que llamaban «quelis» y ahora carnés de conducir por un «pavo» diario. Quizá nadie ha tenido en cuenta que también «pavo» es sinónimo de soso o parado, y que en la jerga marginal significa «incauto, víctima de un robo o una estafa» (véase el Diccionario del argot de Víctor León). A la vista de los anuncios televisivos de la DGT, se diría que sus jóvenes destinatarios quedan incluidos en esta última acepción. Son los inconvenientes de la polisemia.

Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 17.11.07.

Ya es una batalla perdida, y aquí está la prueba. Ocupando todo el titular en el periódico de mayor tirada de España. Tarde o temprano tenía que suceder que ese maldito punto y final ganara la partida al pobre pero correcto punto final.

14 de noviembre de 2007

Eufemismos en pareja



Las dos caras de ese proceloso asunto que es la vida conyugal reflejadas en sendos eufemismos: uno para el encuentro y otro para la despedida, uno para el amor y otro para el desamor, uno para el «¿estudias o trabajas?» y otro para el «ahí te quedas», uno para la petición de mano y otro para el puntapié:

«Entonces supe que lo que debía hacer era invitarle a un proyecto vital compartido»

«La Zarzuela anuncia el cese temporal de la convivencia matrimonial»

Las cosas del querer son a veces complicadas, pero anda que las palabras...

6 de noviembre de 2007

'MIGRATA'

Una pintada en las cercanías de la localidad navarra de Peralta (llamada así desde época romana por la ‘piedra alta’ que se levanta sobre la espalda del pueblo) retoca el topónimo y lo convierte en Perualta. La u epentética no es producto de la confusión. Se trata de un deliberado engaño verbal que alude a la abundante presencia de población inmigrante en el lugar. Peruanos, ecuatorianos, marroquíes, rumanos, tanto da; la xenofobia no suele ir muy ligada al dominio de la geografía. Abundan estos juegos de creación léxica empleados por el aborigen para señalar al llegado, para mirarle por encima del hombro, para expresarle su desprecio. Para los andinos de pequeña estatura se ha ideado «payoponi», un compuesto de dos lexemas: el uno racista («payo»), el otro zoológico («poney»). Apenas instaladas en España las primeras cohortes de latinoamericanos ya se les había adjudicado el oprobioso apocopado de «sudacas». Ahora empieza a oírse «migrata», una especie de derivado genérico del término «inmigrante» primero reducido a su raíz más elemental y luego completado por el sufijo –ata (que, como en «negrata», arrastra una visible carga de desprecio). La boca que insulta considera «migratas» sin distinción a todos los venidos de fuera para buscar trabajo, para salir adelante, para sobrevivir. Son «migratas» porque molestan, como un incómodo dolor de cabeza pero sin ñ. Son «migratas» porque llamándoles así parece más fácil justificar el oprobio y la condena que recaen sobre ellos. Qué lástima, tanto desperdicio de agudeza verbal puesta al servicio de la intolerancia.

(Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 3.11.07)

23 de octubre de 2007

La Z


Una letra del alfabeto es un símbolo igual que lo es una bandera. Y los símbolos pertenecen a toda la colectividad que se siente representado en ellos o se comunica a través de ellos. Por eso nadie puede adueñarse de los símbolos, sean banderas, sean letras. Ni adueñarse, ni menos todavía hacer un uso indebido del signo correspondiente. Para las banderas hay una ley que establece normas, obligaciones y protocolos. Para las letras está esa parte de la Gramática que conocemos como Ortografía. ¿Está autorizado un presidente de Gobierno a saltarse las reglas ortográficas jactándose además de hacerlo? Yo diría que no, pero quizá soy demasiado escrupuloso. A quienes sostenemos que la acción política debe contener algo de pedagogía nos cuesta admitir ciertas licencias porque siempre tememos que los niños vayan a tomar nota, y más si las ven reflejadas en un vídeo cuyo protagonista adopta la actitud del buen padre emisor de consejos. En un país donde el idioma se despeña en caída libre empujado por las patadas que le propinan sus usuarios más conspicuos, sembrar confusiones sobre el empleo de la zeta es una frivolidad imperdonable. Pero por lo visto la campaña electoral del presidente Zapatero se va a apoyar en eso: en la Z inicial de su segundo apellido, elevada a la categoría de emblema y logotipo y colocada a tal fin allá donde no debiera estar, cerrando palabras como modernidad, seguridad, equidad, lealtad, solidaridad, humildad o verdad. Se ha lucido el asesor de turno con su ocurrencia. Los atribulados profesores de escuelas, colegios e institutos se estarán preguntando ahora con qué autoridad (con d) podrán reprender a los estudiantes que cometan esos errores de prosodia y de escritura si el presidente del Gobierno tiene a gala incurrir en el mismo defecto. Desde hace mucho tiempo estamos acostumbrados a que todas las campañas electorales sean campañas de imagen. Sabemos que las formas importan más que los contenidos. Que se trata de seducir y no de convencer, de atraer y no de razonar. La campaña que nos viene ya parece apuntar no sólo en esa dirección, sino en el reforzamiento del culto a la personalidad. Un Rajoy envarado, solemne y señorial frente a un Rodríguez Zapatero desenvuelto, jovial y simpático. Uno, arropado en la bandera; el otro, catapultado por una zeta puesta en todas partes como estocada de El Zorro. ¿No tiene todo esto algo de mensaje para tontos? ¿No será esta zeta despendolada el símbolo de otra cosa, de una especie de llamada a la zafiedad, a la ligereza, a la puerilización de la política? Ya digo que tal vez exagero, pero cada uno es hijo de sus debilidades y una de las mías es el respeto por el idioma. Y además, no olviden que también zoquete se escribe con zeta.


Publicado en El Correo, 20.10.07, y en El Norte de Castilla, 21.10.07.

22 de octubre de 2007

Indecentes


Es probable que los oficios relacionados con la enseñanza hayan perdido su antiguo prestigio. Los ejerce gente de poco fiar. Presentarse en público como profesor, o administrativo, o bedel de un instituto ya no inspira respeto como antaño, sino lástima y desdén. Pero al menos hasta ahora nadie dudaba de la decencia de quienes desempeñaban estas tareas. Todo se andará, dijo alguno. Bien, profecía cumplida.

(Diario de Noticias, 20 de octubre de 2007)

Pero no tiren piedras todavía. Esperen a ver esto. Unos meses antes de que lo escribieran en un pie de foto de un periódico local, el Boletín Oficial del Estado ya había acuñado la expresión al publicar una resolución relativa a los salarios del personal universitario:



(Gracias a R.)

15 de octubre de 2007

VISTO PARA SENTENCIA


Una de las numerosas contribuciones del lenguaje jurídico a la lengua común es la fórmula «visto para sentencia». Indica que un hecho, una acción o un proceso han llegado a su término, después de haber atravesado diversas fases y únicamente a la espera de la conclusión definitiva, esto es, la determinada por la «sentencia» del juez. Como ocurre en los juicios de los tribunales, ante lo que está «visto para sentencia» ya no caben pruebas ni argumentos, sino sólo algo que ya queda fuera del alcance del afectado. El estudiante hace el examen y a partir de ese instante empieza a actuar la maquinaria que le concederá el aprobado o le castigará con el suspenso. Hasta que aparezca la nota, el juicio está «visto para sentencia», al igual que en cualesquiera otras acciones o decisiones donde ya no cabe marcha atrás ni hay vuelta de hoja. Pero con frecuencia la expresión es aplicada impropiamente a cualquier hecho acabado, esté o no pendiente de una resolución final. En el lenguaje deportivo ya se ha convertido en un tópico de cronistas y redactores, para quienes todo partido, combate, disputa o encuentro queda «visto para sentencia» al sonar el pitido final, pese a que la sentencia ya está dada en el marcador correspondiente. Bien es verdad que en materia de errores idiomáticos todo es susceptible de empeorar. Y la última vuelta de tuerca consiste en cambiar el participio visto por su parónimo listo. Aparecía escrito en el relato de un reciente encuentro de fútbol: «en el minuto 92 el partido queda listo para sentencia». Con lo sencillo que sería decir que el partido «acaba», sin más.


(Publicado en El Correo, 10.10.07)

9 de octubre de 2007

Depende


La variopinta y confusa familia léxica del verbo depender. Y es que, como canta Pau Donés, todo depende.
(Viñeta de El Roto, El País, 8.10.07)

8 de octubre de 2007

Una víctima un poquito acribillada


¿Es posible acribillar a una persona de un solo balazo? La historia del crimen está cargada de misterios sin resolver. He aquí uno de ellos: cómo puede ser que un solo proyectil llenase de agujeros el cuerpo de una persona.

4 de octubre de 2007

COMPARATIVA


Nadie hace ya comparaciones. Todo son «comparativas». En las revistas de consumo publican «comparativas de precios» de distintas cadenas de supermercados. Las encuestas de los sociólogos ofrecen «comparativas de intención de voto». Los fabricantes de automóviles recurren en su publicidad a «comparativas de prestaciones» entre sus vehículos y otros de distintas marcas. La acción de examinar alternativamente dos o más cosas para encontrar sus semejanzas y sus diferencias está dejando de llamarse «comparación» porque en su lugar los hablantes del neoespañol prefieren «comparativa». Es cierto que la sustantivación del adjetivo mediante la omisión del nombre en grupos nominales —«el móvil» en lugar de «el teléfono móvil», «los humanos» en vez de «los seres humanos»— resulta un procedimiento tan extendido como eficaz. Si al hablar de «comparativa» entendemos «tabla comparativa», «guía comparativa» o «muestra comparativa», nada habría que oponer a esta novedad. Sin embargo no parece probable que se trate de una simple sustantivación; de ser así, habría tantos «comparativos» (cuadros, estudios, análisis comparativos, en masculino) como «comparativas» en femenino. Es algo que no ocurre en ningún punto del ámbito hispanohablante, excepción hecha de México donde prefieren «los comparativos». Propongo al lector que confronte los periódicos de ahora con los de diez años atrás. Observará que hoy las «comparativas» se imponen abusiva y abrumadoramente sobre las casi desaparecidas «comparaciones». ¿Será porque hemos tomado al pie de la letra aquello de que todas las comparaciones son odiosas?


Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 3.10.07.

1 de octubre de 2007

EMÉRITO


Emiliano es, sin duda, una gloria del baloncesto. Pero su ejecutoria bajo la canasta no le puede hacer acreedor del título de Presidente Emérito del Real Madrid tal como indica la noticia. Nadie que no haya ejercido antes el cargo o empleo correspondiente puede convertirse en emérito, por la sencilla razón de que no se ha jubilado previamente de ese puesto. Quizá este breve texto lo explique mejor:


Oficialmente, la condición de «emérito» no se contrae necesariamente por «méritos», aunque las dos palabras guarden entre sí un claro vínculo etimológico. Hay profesores eméritos de escasa valía y los hay que, siendo reconocidas autoridades en su área o disciplina, no han alcanzado esa supuesta distinción. Y decimos «supuesta» porque sólo se llega a emérito al alcanzar una determinada edad. Es «emérita» en su oficio o cargo la persona jubilada a la que se le mantiene en su trabajo más allá del tiempo establecido. El Diccionario académico, no obstante, concede al adjetivo un cierto nimbo de prestigio (tal vez por efecto de la proverbial asociación mental entre vejez y honor o sabiduría) al indicar que se aplica a la «persona retirada de un empleo o cargo y disfruta de algún premio por sus buenos servicios». Abundan los profesionales de diversos ramos que aprovechan esa ambigüedad y se autotitulan «eméritos» como quien se cuelga una medalla o espera un trato distinguido. Otros, en cambio, huyen del término temerosos de ser considerados decrépitos, gastados o inútiles. Y es que hay eméritos cargados de méritos y eméritos que estarían mucho mejor gozando de su jubilación. Al fin y al cabo, también uno de los lugares comunes del idioma habla de «merecido descanso». Pero considerándolo desde el punto de vista semántico tal vez conviniera volver a los orígenes, y adjudicar el rango de «emérito» no a todos los jubilados que continúan en su empleo, como se hace ahora, sino sólo a los más valiosos y dignos de reconocimiento.

Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 26.9.07.




30 de septiembre de 2007

Manifiesto

Tristes, penosos tiempos estos en que hablar en español —ese inmenso placer— ha llegado a convertirse en un delito. ¿Qué tal si firmamos, a ver si sirve de algo?

25 de septiembre de 2007

*ESBIRRIADOS


Entrevistado en la cadena Ser hace unos días, el divulgador científico Eduard Punset dio la voz de alarma acerca de uno de los problemas más preocupantes del hombre moderno. Dijo: «tenemos unos espermatozoides esbirriados». Algo se viene diciendo desde tiempo atrás sobre la decadencia cualitativa y cuantitativa de las células reproductivas masculinas, ciertamente esmirriadas según los estudios científicos. Pero Punset lo puso peor: además de esmirriadas, es que son una birria. O sea, nuestros espermatozoides están *esbirriados. Bueno, la especie declina pero al menos el idioma ha ganado una nueva palabra.

Una larga intervención


Si una persona cualquiera habla sin cesar a lo largo de ocho horas probablemente reciba el apelativo de pelmazo. Pero cuando la perorata corre a cargo de un estadista como Chávez el subconsciente busca otros términos más elogiosos y más gráficos, como esa intervención que no sólo se alarga en el tiempo sino también en la escritura para convertirse en una prolongada y maratoniana internvervención.


(El País digital, 25.9.07)

19 de septiembre de 2007

'Una hora menos'

Dicen «Son las diez. Las nueve en Canarias», o bien: «Son las siete. Una hora menos en Canarias». Las emisoras de radio españolas se muestran muy escrupulosas en lo tocante a las diferencias horarias, siguiendo una ya vieja costumbre que se anticipó a las modas del lenguaje igualitario y de las fórmulas políticamente correctas. Los impulsores de esta práctica se guiaron por el bienintencionado deseo de no privilegiar a la Península sobre las Islas Afortunadas; si La Orotava era tan española como Tarancón, ¿por qué no dar la hora de ambas localidades en vez de sólo la de una de ellas? Es cierto, pero tan cierto como que a estas alturas ni canarios ni godos necesitan que les recuerden a diario –y a horario, habría que decir- tan machaconamente que deben hacer la operación de la resta. Si bien se mira, más ofensivo resulta tratar a los oyentes como indocumentados que dejar de hacer por las ondas continuos gestos de reconocimiento del Archipiélago. Es algo que no se estila en otros países con husos horarios diferentes. Cuando la BBC abre los informativos informando únicamente de la hora de Londres, da por hecho que los siervos de Su Majestad en las Malvinas o en las Bahamas usan reloj o, en su defecto, saben las tablas aritméticas elementales. Los franceses de Guyana o Martinica no se sienten menospreciados al oír en sus emisoras la hora de París. Si de reconocer peculiaridades territoriales se trata, para no levantar otras suspicacias también habría que dar la hora en al menos cuatro lenguas. Incluso, por qué no, hacerlo para Canarias en silbo gomero.

Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 19.9.07.

Dativo ético


El relato estremecedor del naufragio de Barbate traía esta frase: «Vi los que se me iban y los que se me ahogaban». Estaba puesta en boca de uno de los marineros supervivientes, cuyo testimonio mezclaba las circunstancias del suceso con la emoción íntima de una horrible tragedia. El hombre que había visto pasar la muerte al lado lo contaba con unos sencillos verbos: se iban, se ahogaban. Sin embargo, lo que conmueve de verdad al lector de la crónica son esos pronombres intercalados («se me iban», «se me ahogaban») que denotan un sufrimiento mayor que el del simple testigo. Hablan de su impotencia, de su angustia y de su duelo. La gramática ha dado en llamar a este empleo del pronombre dativo ético. Se trata de un uso del complemento indirecto mediante el cual el sujeto de la acción se involucra en ésta indicando de tal modo un vínculo estrecho de sentimiento o de interés respecto de lo acaecido. Expresiones como «no me llores» o «este hijo no me come nada» no implican que las lágrimas caigan sobre el hablante o que el niño se resista a practicar la antropofagia; formulan una queja y una preocupación, respectivamente. Quizá el mayor encanto de la gramática radique en estos pequeños misterios, como el de la posibilidad de transmitir mediante una palabra mínima todo un desgarrón emotivo que seguramente no alcanzarían a expresar otras palabras de más fuste. «Se me ahogaban», decía el marinero de Barbate, y al leer el me nos llegaba la impresión de que una parte de su ser había quedado para siempre junto con sus compañeros perdidos.

Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios', de El Correo, 12.9.07.

Ortografía arriesgada


Habría que tomarlo como un simple descuido ortográfico subsanable si no fuera porque ese arriesges ha sido escrito antes de las siete de la mañana y pasadas las diez sigue ahí, más chulo que un ocho, sin que nadie se moleste en proceder a la sencilla operación de pulsar la tecla de la u.


(El País digital, 19.9.07)

12 de septiembre de 2007

PERFIL BAJO


Ayer fue 11 de septiembre. En el noticiario nocturno de TVE presentaron el relato del aniversario con una crónica de las conmemoraciones neoyorkinas, que este año han sido «de perfil bajo», según palabras de Lorenzo Milá repetidas por la corresponsal Rosa María Molló. Querían señalar que no fueron tan aparatosas, multitudinarias y espectaculares como en años precedentes, sino más discretas e íntimas. Pero ambos las definieron como de perfil bajo. ¿Qué otro perfil van a tener los restos de unos rascacielos –edificios de alto perfil- destruidos? En la zona cero, en la cota del suelo donde yace la memoria horizontal de cadáveres y escombros, hablar de perfiles bajos suena a humor negro. Es lo que pasa por seguir las modas en el lenguaje sin pensar dos veces lo que se dice.

8 de septiembre de 2007

TIPO


Hay una acepción del sustantivo «tipo» que equivale a «persona», o más exactamente a «hombre»: «Es un tipo extraordinario», «Aquel tipo nos indicó la dirección del aeropuerto», «No me fío de los tipos que no te miran a la cara». Hasta hace relativamente poco tiempo, se trataba de un término más bien despectivo aunque dignificado por el cine y la literatura, que quedaba a medio camino entre la delincuencia y la virilidad. El «tipo» por antonomasia era el «tipo duro», el personaje patibulario pero a la vez atractivo, el hampón con cierto encanto. Pero hoy su extensión semántica se ha ampliado hasta servir para toda clase de hombres –no hay «tipas» en femenino, salvo en niveles de habla muy coloquiales- y en cualquier situación comunicativa o ámbito de uso. La palabra parece haber perdido sus connotaciones negativas y tan pronto puede servir para el elogio como para el denuesto o la simple definición. De hecho, se ha convertido en un término de moda que ya se lee y se oye por doquier. Sin embargo, cuando nos hablan de alguien llamándole «tipo» y no «hombre» da la impresión de que lo deshumanizan, que lo arrancan de su individualidad para convertirlo en personaje de novela negra, que establecen una especie de distancia afectiva respecto a él. Lo que se enfatiza realmente no es la cualidad («un buen tipo») o el defecto («ese tipo despreciable») de la persona referida, sino la posición del hablante que emplea el lenguaje componiendo la figura, con esa afectación de quien se coloca por encima de la realidad y de los demás, como si el tipo verdaderamente duro fuera él y no el nombrado.

(Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 5.9.07)

4 de septiembre de 2007

Viegésimos Luthiers


De casi todas las cosas buenas empieza a hacer ya veinte años. Así que somos vigésimos en la nostalgia. Pero Les Luthiers, que cumplen dos veces veinte, han preferido inventar otro numeral: viegésimos. Todos vamos teniendo, ay, algo o mucho de viegésimos.

3 de septiembre de 2007

COPE


Con ese nombre, no es extraño que el bar tenga rejas. Son para que no se escapen las fieras.


29 de agosto de 2007

El juicio final del lenguaje



El lenguaje nos juzga, escribió una vez Francisco Umbral. Una máxima que muchos escritores deberían llevar anotada en la frente para no olvidarla, y que Umbral aplicó a su vida y su labor por encima de todo. Quizá lo mejor que se puede decir de un literato una vez encaminado hacia la posteridad, lo que lo perpetúa y le redime de cualquier delito que haya podido cometer a punta de pluma, es algo tan simple como que le gustaba escribir. Y a Umbral le gustaba escribir. Amaba su oficio. Le encantaba esta extraña manía de poner una palabra detrás de otra, siempre que se cumplieran ciertas reglas, naturalmente. Y la primera de todas era el estilo.

El estilo en la escritura y también en la vida. Porque es cierto que el Francisco Umbral columnista, memorialista, novelista, creó un personaje Francisco Umbral que le acompañaba como una sombra alargada. Era el producto de una indisimulada vanidad sin la cual tal vez no se puede entender la peripecia literaria de Francisco Pérez Martínez, aquel muchacho de Valladolid llegado un día al café Gijón decidido a conquistar un lugar en la sociedad cultural por cualquier medio. Parte de la operación consistía en cultivar una especie de malditismo mesetario entre dandy y cañí que tal vez le abriera ciertas puertas, entre ellas la de la fama popular, pero que acabaría pasándole factura.

En este país donde se lee tan poco, la mayoría de la gente conoció a Umbral a través de los caricatos que impostaban su voz de ultratumba, se calzaban unas gafas de pasta y una bufanda blanca y decían dos o tres frases de repertorio sacadas de sus momentos estelares en la televisión. Ese fue el precio que hubo de pagar por la puesta en escena del personaje Umbral. Pero al lado de todo eso había una prosa formidable labrada día a día en las columnas de prensa y año a año en la continuidad de sus libros vertiginosos y desiguales. Nadie con un mínimo de criterio podrá negar la conmovedora maestría de Mortal y Rosa, la agudeza de Las palabras de la tribu o de La leyenda del César Visionario, la emoción evocadora de El hijo de Greta Garbo, el valor testimonial de Travesía de Madrid, por destacar ahora sólo algunos de sus libros.

Todos los que crecimos en el columnismo a la sombra de Umbral –los entonces jóvenes de lo que el llamó la coleguidad- hemos bebido de su ejemplo de manera directa o indirecta. Hubo una época en que florecieron por doquier umbralitos que imitaban sus binomios con barra, sus latiguillos coloquiales, sus neologismos audaces y sus hipérboles barrocas. Otros preferían –preferíamos- mirar más en profundidad para intentar aprender algo de su lirismo, de su audacia, de su constancia y sobre todo de su amor al idioma. Sigue siendo un enigma que la Academia no acogiera en su seno al principal prestidigitador de las palabras del siglo XX, después de Valle-Inclán, pese a contar entre sus admiradores con un padrino de la influencia de Lázaro Carreter.

Umbral fue un clásico que jugaba a ser moderno, un apolíneo disfrazado de dionisíaco, un sentimental con apariencia de cínico. Rezumaba literatura por todos sus poros, ya fuera en la frivolidad de una crónica de sociedad, ya en el atormentado ensimismamiento de una novela intimista. Hoy, más allá de excesos, de tropiezos y de contradicciones, la figura de Francisco Umbral se levanta imponente sobre el paisaje de nuestras letras de una larga época. El juicio final del lenguaje lo absolverá de sus culpas y pondrá en claro sus méritos.

(Publicado en Diario de Navarra, 29.8.07)

27 de agosto de 2007

A vueltas con el género



Al parecer el femenino de repartidor no es repartidora, sino «repartidar». Los nuevos códigos del castellano sin género imponen fórmulas como ésta de los morfemas con el signo @ que en apariencia resultan útiles pero pueden conducir a la ridiculez. Pero no importa: los dueños de la pizzería donde se ha colocado el aviso tendrán la conciencia tranquila. Aunque ofrezcan empleos precarios con contratos basura, nadie podrá condenarlos por discriminar a la mujer.

Obsérvese en cambio la siguiente demostración de cómo usar adecuadamente la a y la o en los rótulos públicos:




(Gracias a S. y a P. por las imágenes)

22 de agosto de 2007

*TRAYAZOS


Antiguamente lo mejor de la tauromaquia eran sus cronistas. El estilo, vivo. El léxico, variado y preciso. La prosa, elegante incluso cuando se deslizaba hacia el casticismo. La mayoría de las crónicas taurinas de hoy están fraguadas con una prosa tan diabólica que parecen destinadas a hacernos compartir el sufrimiento de los animales: ellos, acribillados por los yerros del torero y su cuadrilla; nosotros, testigos de los estragos que se cometen con el idioma. Lo de aquí arriba es una simple muestra. No solamente llaman la atención esos *trayazos del titular, sino que la entradilla, el pie de foto y casi todo el cuerpo del texto piden a gritos el aviso de la presidencia y hasta la sanción gubernativa para el siniestro, mejor que diestro.


(Diario Marca, 22 de agosto de 2007)

17 de agosto de 2007

Bares, qué lugares


Seguramente ustedes también habrán observado el cambio de tendencias en la última década para la elección de nombres para bares, tabernas, cafeterías y otros establecimientos similares. El desternillablog plantea el asunto con interesantes reflexiones y amplio aparato documental y gráfico. Les recomiendo que le echen una ojeada, incluidos los comentarios. Está visto que este país andamos sobrados de ingenio cuando se nos pone entre botellas.

16 de agosto de 2007

MUERTE NATURAL


Bien mirado, si te atropella un coche no hay cosa más natural que morirse, incluso si eres un oso. El concepto de muerte natural, tal como lo entienden la ciencia médica y los forenses, es demasiado estrecho. El nuevo periodismo ensancha sus límites aprovechando que en verano los filólogos y los profesores de lengua no están de guardia. Muerte natural a consecuencia de un atropello, está bien. Y mejor aún la aclaración de que la osa Franska «era polémica». Brillante.

15 de agosto de 2007

BARCO NODRIZA


La inmigración ilegal por vía marítima ha aportado nuevos términos a nuestro léxico. Primero fue la patera, más tarde el cayuco y ahora el barco nodriza. Parece ser que las barquichuelas que llegan a algunos lugares de la cosa no provienen de litorales lejanos, sino que son transportadas por barcos más grandes que las descargan a poca distancia de la orilla. A esas naves transportadoras las empiezan a llamar «barco nodriza». Pero ¿qué nodriza traficaría con sus criaturas y las dejaría expuestas a los elementos? Los propietarios de estos barcos no nutren de nada, sino tal vez hacen lo contrario: abandonan a aquellos a quienes han llevado en su regazo.

14 de agosto de 2007

La reina de las palabrotas


La palabra «está tan desprestigiada que ni siquiera nuestro goloso Diccionario de la Real Academia la recoge. Y me parece completamente injusto tratándose de una de las pocas expresiones que ha perdurado desde hace más de diez siglos con escasa variación tanto en su forma como en su significado, desde aquel “hideputa” que podíamos encontrar ya en textos clásicos de los albores de nuestra literatura, hasta los actuales “joputa” e “híoputa”, con todo su espectro de valores intermedios (“jodeputa”, “hiputa”, “quijjjodeputa” y muchos otros), distribuidos más o menos uniformemente por la geografía nacional e incluso local, ya que, como todo el mundo sabe, la hijoputez va por barrios». Es lo que explica con acierto Otis B. Driftwood en su hilarante bitácora. Una reflexión léxico-sociológica muy aguda.

1 de agosto de 2007

Malapropismos


Para empezar agosto con una larga carcajada, Juan Bas publica hoy un artículo lleno de divertidos malapropismos. Que se diviertan.
(La imagen, de Mrs. Malaprop en The Rivals)

31 de julio de 2007

*CAFESES


Estampa de julio: a la sombra de los toldos sestean los clientes y a veces también los plurales.


(Gracias a P., que debió de encontrar esto en Santiago de Compostela)

26 de julio de 2007

Herramienta


Un concejal donostiarra -omitamos el nombre y el partido: quedémonos con el pecado- exhortó días pasados a los terroristas a renegar de su humanitaria actividad y pasarse a las filas de los demócratas. Lo hizo en una declaración escrita donde podía invitaba a todos los «enemistados con la paz» a «abandonar cualquier herramienta sinónima de violencia». Bonita perífrasis ésta de «herramienta sinónima de violencia». Su mayor cualidad es la plusmarca de alargamiento que ha conseguido batir: tres palabras y doce sílabas para algo que se podría decir con una palabra bisílaba. Con «armas» hubiera bastado. Abandonar las armas, eso es. Un arma es cualquier objeto que sirve para atacar, herir, matar o defenderse, según María Moliner. Pero el concejal quizá temió herir la sensibilidad de alguien si pronunciaba el crudo bisílabo y en su lugar prefirió recurrir a un circunloquio de aspecto casi científico, más neutro, incluso más profesional. Porque las «herramientas» se alejan de la esfera del crimen para introducirse en la del oficio. Es lo que ya hacían los delincuentes de antaño, que en su argot llamaban «herramienta» a la navaja cabritera, a modo de reivindicación de su actividad como una de las bellas artes. Y no quedó ahí la cosa. El fino concejal quiso ir aún más lejos y redondear su operación cosmética con un complemento imposible en recta gramática. «Herramienta» puede ser sinónimo de «útil», «utensilio» o «aparato», que son nombres concretos; nunca de un abstracto como «violencia». Pero ya se sabe que los caminos del eufemismo son extraños y sinuosos.

Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural Territorios de El Correo, 18.7.07.

24 de julio de 2007

La película


Una forma de volver a las andadas como cualquier otra. Pero pisando fuerte, como los buenos estrenos cinematográficos. Este no lo he descubierto yo sino el maestro Hidalgo Bayal, pero sirve para retomar la vieja cuestión que nos ocupa: el rigor en el uso de la palabra hablada y escrita. Véase como bastan dos leves trazos para alterar un sencillo término.

31 de mayo de 2007

Para una crestomatía del ripio


Al ministro Fernández Bermejo no le concedieron los dioses el don del verso, ni tampoco el sentido de la oportunidad. Pero a cambio le colmaron de audacia, a juzgar por el acto de osadía poética que protagonizó ayer en el Senado al versificar su reflexión sobre los resultados electorales con esta singular pieza sin desperdicio:


Bonita foto en Madrid;
hayan bien los triunfadores,
mas trasvasar resultados
más allá de aquesta lid,
a fuer de audacia y desliz,
es contar mal lo contado,
y se vuelve en un pas pis
contra quien aquí ha ganado,
y habiendo perdido allí
resultará derrotado
al final aquí y allí.

Esperemos que cuando se trate de impartir justicia el ministro sea más clemente con la humanidad que lo que ha sido con la literatura.

25 de mayo de 2007

Borrones epistolares


La morbosa satisfacción de pillar en pecado a un gigante. Se trata de una carta de Vargas Llosa cuyo destinatario, Arcadi Espada, reproduce en su bitácora –con intención nada aviesa: pretende dar fe de la concesión del Premio a la Tolerancia de este año al escritor peruano-.


Pero siempre tranquiliza comprobar que de vez en cuando hasta el buen Homero se duerme en sus laureles. O será que Vargas Llosa debería cambiar de secretario/a y contratar para ese puesto a alguien que sepa guardar las concordancias pronominales, emplear correctamente las comas, respetar el orden de los elementos en la frase y evitar equívocos como el de ser cinco veces abuelo de un mismo nieto.

22 de mayo de 2007

CEDETECA


Cuando los discos eran de vinilo, casi nadie decía tener en su casa una «discoteca». Preferíamos «colección de discos» porque «discoteca» quedaba reservado para las salas de fiesta y locales de baile con música grabada. Un particular podía ser propietario de una biblioteca o incluso de una pinacoteca privadas, pero la acepción coleccionista de «discoteca» no prosperó debido al arrollador fenómeno social que durante una época constituyeron las otras discotecas, las que el diccionario sigue definiendo como «locales públicos donde sirven bebidas y se baila al son de la música de discos». Sin embargo ahora regresa el sufijo «-teca» con «cedeteca»: colección de cedés o discos ópticos. No es mala propuesta. Se entiende bien, y aparte de eso quizá sirva para que la denominación «cedé» -que ya figura en el Diccionario esencial de la RAE- se imponga definitivamente sobre aquel ridículo «cederrón» con que la Academia pretendió ponerse a la altura de los tiempos. El término «cederrón» -obtenido de la pronunciación castellana de la siglas inglesas CD-ROM- estaba condenado al fracaso desde su nacimiento: a su espantosa apariencia gráfica y fonética se le añadía el hecho de que no todos los discos compactos eran «Read-Only Memory». La técnica ha avanzado, y con ella la cordura lingüística que tiende casi siempre a lo simple. De modo que escribiremos «cedé» mientras pervivan los discos ópticos que acumularemos en nuestras «cedetecas». La pregunta es cómo llamar a las colecciones de discos cuando éstos son «deuvedés». «Cedeteca» no suena mal, pero no puede decirse lo mismo de la ya emergente «deuvedeteca».


Publicado en 'Juego de Palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 16.5.07.

21 de mayo de 2007

Crecer y crecerse


A eso se llama adelantar acontecimientos. Si el PP crece tal como vaticinan las encuestas es muy probable que sus afiliados y simpatizantes «se crezcan». Es decir, suban su autoestima, se sientan más importantes o se envanezcan por efecto de los resultados. Pero las encuestas sólo anticipan datos, no estados de ánimo. Hubiera sido preferible limitarse a decir «el PP crece en Madrid y Barcelona» dejando las emociones de cada uno para la crónica del día 28.

16 de mayo de 2007

CHOTIS


Estas cosas pasan cuando el día de San Isidro cae en plena campaña electoral. Las fotos del día, impresionantes se miren por donde se miren, traen a la memoria dos palabras: «chulo» y «chotis». Corramos un tupido velo sobre la primera y aprovechemos tan festiva ocasión para rescatar un viejo texto que explica el origen de la segunda:

Chotis

El arquetipo del escocés en los chistes anglosajones aparece como la quintaesencia de la tacañería. En España, del tacaño se dice que es «más agarrado que un chotis». Nada que ver una cosa con la otra, en principio, pues la locución castellana juega con el doble sentido que se deriva de la apretura corporal en tan castizo baile madrileño. Pero el mundo es un pañuelo y a veces las palabras se encuentran donde menos lo imaginábamos. Con frecuencia el encuentro se produce tras un largo viaje como el que les refiero a continuación. En el siglo XVIII llegó a Francia una contradanza (que no es lo contrario de danza, sino una «country dance», es decir, un baile popular) de origen escocés al que el pueblo galo dio en llamar «écossaisse». Debido a su éxito, pronto llegó a Alemania y lo hizo por la puerta grande: Beethoven y Schubert compusieron ‘escocesas’ para piano. Se las llamó entonces «schotisch» (escocesa, en alemán). El género tuvo una considerable aceptación hasta mediados del siglo XVIII, cuando fue desplazado por la polca (por cierto, más checa que polaca). Pero entretanto corrió por toda Europa y fue en Madrid donde, ya entrado el XIX, causó furor entre los chulapos de verbena. Ya no era el escocés con su gaita, ni Chopin al piano, sino el organillero de turno quien ejecutaba el schotisch (ya «chotis») dándole al manubrio con no menos arte y gracia. Las faldas, aquí, las llevaban las mujeres y no los hombres. No corrían el whisky ni la cerveza, sino el popular aguardiente. Pero la música rompe fronteras. Y las palabras, como puede verse, también.

12 de mayo de 2007

*OPABLE


Quien se viera sorprendido al tropezar con el verbo opar seguramente quedará perplejo al ver el adjetivo engendrado por aquella rara criatura: «opable». Pero no pongan aún el grito en el cielo, porque ya asoma en lontananza el nuevo e inevitable derivado: «opabilidad».

10 de mayo de 2007

Muy a la derecha


No está exactamente en el mismo caso que su colega de Pamplona, quien al parecer ha animado a los fieles a votar a partidos de extrema derecha, pero he aquí otro arzobispo que en tierras lejanas también se sitúa en la extrema derecha... de la foto.
La Prensa de San Antonio, Texas, 6.5.07.

9 de mayo de 2007

BOLASPA




Tradicionalmente los filólogos recurrían al asterisco antepuesto a un término para indicar que éste era erróneo o no estaba admitido. Así, al leer «*espúreo» sabíamos que se trataba de una deformación equivocada de la voz «espurio». «*Llegastes» nos advertía de que esa forma verbal había de escribirse y pronunciarse sin –s: «llegaste». Pero los más recientes diccionarios académicos (el Panhispánico de dudas, de 2005, y el Esencial de la lengua española, de 2006) han introducido un nuevo signo que colisiona con éste, o tal vez lo reemplaza. Tiene la forma de un aspa encerrada en un círculo. Colocado delante de la palabra o expresión correspondiente, señala la incorrección ortográfica o gramatical de la misma. Si hemos de hacer caso a las explicaciones del DPD, el asterisco queda únicamente para casos de agramaticalidad, es decir, de inadecuación a la norma culta. El nuevo signo fue bautizado por sus creadores como «bolaspa» (de «bolo» y «aspa»: el aspa inscrita en un bolo), un neologismo que el tiempo dirá si hace fortuna. Según sus creadores, adopta esta forma tomando el modelo de las señales de tráfico que indican prohibición; bien es cierto que la más cercana visualmente a la «bolaspa» prohíbe aparcar, pero no circular, lo que llevado al terreno de las palabras tal vez no sea lo más apropiado. Otro de los inconvenientes no menores del signo es que no puede encontrarse en los teclados ni en la mayoría de los procesadores de textos, lo cual impide incorporarlo al uso común en la escritura. En cualquier caso, ahí está la «bolaspa», para aviso de navegantes.



Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 2.5.07.

El idioma en obras


El ayuntamiento de la capital de España no sólo hace obras de reforma en las calles, sino también mete las máquinas en la gramática del español.

(Gracias a D.)

7 de mayo de 2007

Femenino singular


Preocupados como estamos de los asuntos del género, descuidamos el buen uso del número.


(Portada de Lanza de Ciudad Real, 4.5.07)

3 de mayo de 2007

El genio de nuestros antepasados


Algunos linajes están llenos de eminencias y portentos. Por eso sus herederos no se conforman con el árbol genealógico y lo que tienen son árboles genialógicos de cuyas ramas cuelgan genios.


(Encontrado por A.)

2 de mayo de 2007

Sonrisas electorales


Más de una vez hemos criticado aquí la manipulación gráfica de los signos de escritura con fines publicitarios. Pero hay ocasiones en que esos procedimientos alcanzan algo parecido al acierto. Vicente Álvarez Areces (a) Tini Areces, candidato socialista a la presidencia del Principado de Asturias, se presenta con un anuncio muy imaginativo. Sobre el fondo rojo, aparece escrito en blanco el eslógan «asturianos por areces» (¿no debería ser al revés, el candidato por sus electores?). Pero lo mejor es cómo traslada eso al lenguaje estilizado de los logos y los pictogramas. Toma las aes iniciales y coloca entre ellas el signo matemático de la multiplicación, de tal modo que se compone algo parecido a un rostro: dos ojos unidos por una nariz. Y debajo traza una especie de pequeña rúbrica curvada en la que vemos una boca sonriente. El resultado es muy semejante al que se obtiene con la técnica del emoticón (o emoticono, como ustedes prefieran). Un smiley obtenido con letras.

30 de abril de 2007