Hacia el derecho a escribir con faltas de ortografía.
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15 de marzo de 2012
23 de enero de 2012
*OMEOPATÍA
A fin de cuentas, la homeopatía consiste en disolver y disolver elementos hasta la mínima expresión, así que no es raro que en el proceso haya perdido alguna letra. Lo que asusta en el rótulo de la parafarmacia uno no es tanto la falta ortográfica del principio como los puntos suspensivos del final, que anuncian quién sabe qué productos y tratamientos no especificados.
Vía
13 de septiembre de 2011
*AFLIJIDO
«Aflijido»: no es un error ortográfico del periódico, sino la
reproducción del nombre del animal tal como consta en el registro civil de los
toros, como le viene de sangre, como se llamaban los sucesivos sementales que
lo han traído hasta aquí a lo largo de generaciones, según explica el ganadero.
Pero la razón genealógica no debería haberse impuesto sobre la ortográfica,
porque la mayoría de los nombres de pila han ido adaptándose a la norma de cada
época. Además de que no es muy razonable convertir la ignorancia de algún
remoto vaquero en credencial de valor cultural, el hecho es que hoy no
escribimos Estevan, sino Esteban, ni Calisto en lugar de Calixto. Sin embargo
el cosmos taurino se comporta como un mundo aparte en muchos órdenes, y el de la escritura no
podía ser menos. El pobre Aflijido ha
caído hoy atravesado por la lanza de la tradición tordesillana, tal como
muestra la fotografía, y para más inri lo ha hecho con la aflicción añadida de
la letra jota, otra premonitoria lanza que trajo clavada desde la cuna.
27 de diciembre de 2010
Cobardía ortográfica

Si algo no tolera la ortografía es la vacilación. Un catálogo de normas ortográficas podrá establecer diferentes clases y categorías de incorrecciones, desde las inaceptables hasta las más leves, pero nunca debe renunciar a la fijación de las formas correctas. Es su cometido. Para eso nació la ortografía como disciplina y con ese propósito han trabajado los gramáticos y filólogos que se han ocupado de ella a lo largo de la historia. Contra lo que pueda suponerse, el hablante no pide flexibilidad ni indulgencia, sino rigor. Reclama de los sabios unas pautas concretas, unas normas precisas a las que atenerse en el uso de la lengua escrita. Que luego las incumpla, es otra cosa. Así que cabe dudar de la oportunidad de los preceptos ortográficos cuando optan por la pusilánime escapatoria de las recomendaciones. De todas las vertientes de la actividad académica, ésta es sin duda la más normativa y la que menos terreno ha de dejar a la ambigüedad. Los significados de las palabras toleran variantes, matices y connotaciones diversas. También la morfología y la sintaxis conocen zonas de sombra donde es delicado marcar la frontera entre lo correcto y lo incorrecto. En cambio la ortografía permite, por su propia naturaleza arbitraria, separar de forma inequívoca el acierto y el error. El mayor reproche que puede hacerse a la Nueva ortografía de las academias no tiene que ver con las tildes en los monosílabos, el nombre de algunas letras o el tratamiento de los dígrafos: ahí ha fijado la norma, como era su obligación. Si defrauda es por el excesivo número de casos en que admite una forma y su contraria. También hay cobardes ortográficos.
7 de junio de 2010
Desguaces
25 de mayo de 2010
16 de abril de 2010
*ABSORVER
6 de abril de 2010
1 de febrero de 2010
Doble versión
No siempre el diccionario nos saca de dudas en materia de corrección. A veces crea más confusiones, como ocurre con ciertas palabras que por alguna extraña razón presentan dos formas diferentes, ambas admitidas. En unos casos son restos de alguna vieja vacilación ortográfica que no se ha querido resolver («hierba» y «yerba», «reloj» y «reló»). En otros se debe a decisiones eternamente aplazadas acerca de la grafía de algunos neologismos («whisky» y «güisqui», «nailon» y «nilón»). Otros, en fin, mantienen términos evolucionados junto a variantes más arcaicas reacias a desaparecer, prácticamente en desuso («interrumpir» e «interromper», «rumorear» y «rumorar»). ¿Es bueno o malo para el idioma? Habrá opiniones en los dos sentidos, pero de lo que no cabe duda es de que se trata de una anomalía llamativa. ¿Por qué se puede escribir indistintamente «cebiche» y «seviche», pero no así *sebiche ni *ceviche? ¿No habría que decidirse de una vez por todas entre «flacidez» y «flaccidez», entre «feminidad» y «femineidad», entre «icono» e «ícono»? Hay casos en que el doblete de palabras crea situaciones curiosas: «forúnculo» es una deformación del más etimológico «furúnculo», pero este sin embargo está considerado por los hablantes como vulgar e incorrecto, no siéndolo. Tampoco comete ningún error quien escriba «impudicicia» en lugar de «impudicia», pues la primera de las formas no sólo está registrada, sino que es más fiel al «impudicitia» latino del que proviene. El infinitivo «pudrir» convive con «podrir», «palangana» con «palancana», «salpullido» es lo mismo que «sarpullido», y tanto vale «cantilena» como «cantinela», «marihuana» como «mariguana», «zarrapastroso» como «zaparrastroso». Y, para rizar el rizo, hay un verbo que admite hasta tres variantes correctas: «hibernar», «ivernar», «invernar». Tenemos, no cabe duda, una lengua llena de matices.
Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 30.01.2010.
Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 30.01.2010.
14 de enero de 2010
*DESHAUCIO
11 de enero de 2010
*DESHECHOS
Puestos a buscar excusas, fíjense en las cajas: un poco deshechas sí que están, ¿no les parece?
Diario de Noticias, 11.01.2010
7 de enero de 2010
Criterios ortográficos
Pero de vez en cuando conviene echar la vista atrás para no perder la perspectiva. Parte de este escrito podría pasar perfectamente por uno de esos chafarrinones que se perpetran hoy en día a punta de SMS. Pero no. El texto lo escribió en 1630 uno de los grandes filólogos del Siglo de Oro. La diferencia está en que a Correas le asistían el conocimiento de las lenguas clásicas y su propósito de fijar un criterio ortográfico riguroso en el todavía vacilante español escrito, mientras que los mensajes telefónicos se escriben generalmente al buen tuntún.
(Gonzalo Correas, Ortografia Kastellana nueva i perfeta. En Salamanca en kasa de Xazinto Tabernier, inpresor de la Universidad, año 1630).
6 de enero de 2010
*AVALANZARSE
15 de noviembre de 2009
PUYAS y PULLAS
Cuando una persona provoca, insulta o zahiere a otra mediante algún dicho agudo, se dice que le ha lanzado una «pulla». Es pulla un término de origen portugués (de «pulha»), registrado en castellano desde antes del siglo XVII. En sus sátiras contra Góngora («Yo te untaré mis obras con tocino / porque no me las muerdas, Gongorilla»), Quevedo acusa al poeta cordobés de ser «docto en pullas, cual mozo de camino». Y es que la pulla de entonces no era cualquier broma. Las pullas tenían por lo general un componente obsceno y grosero propio de gente vulgar. Las decían los muchachos al cruzarse con desconocidos, los gamberros en las fiestas y «los labradores que están cultivando los campos, especialmente en tiempos de siega y vendimia», según el Diccionario de Autoridades. Hoy la pulla puede ser una simple broma, pero ha de tener ánimo provocador y no estar exenta de carga ofensiva. Tal vez por eso muchos dicen y escriben «puya», cada vez con más frecuencia: «en la rueda de prensa, el sindicalista lanzó unas puyas al Gobierno»; «no hay que reaccionar frente a las puyas de los envidiosos». La puya es el arma del picador, esa punta afilada de la garrocha con la que hiere al toro en la suerte de varas. La casi inapreciable diferencia fonética entre una y otra palabra ha propiciado el trasvase semántico y justifica en cierto modo la confusión. Ahora bien, si nos quedamos con el erróneo «puya», convendría recordar que la acción del picador se llama «puyazo», término que admite también un uso figurado muy cercano al significado de «pulla». Así que quedémonos en «lanzar pullas» o «dar puyazos», mejor que «puyas».
9 de noviembre de 2009
REINO, *REYNO
Nos mofamos, y con sobrado motivo, del parlamentario vasco que días atrás presentó una moción referida a las recientes hinundaciones (sic), pero no preocupa gran cosa ver cómo aquí mismo se comete otro atentado contra la ortografía, con los agravantes de deliberación e insistencia. Nadie ha explicado aún por qué en rótulos oficiales, en camisetas de equipos deportivos patrocinados por organismos oficiales y en anuncios de instalaciones que van a ser construidas con fondos oficiales se lee «Reyno (sic) de Navarra» cuando los diccionarios sólo registran «reino», con i latina.
Ya sabemos de la alta autoridad que ostentan los miembros de nuestro Gobierno. Los consejeros con su presidente a la cabeza tienen poder sobre nuestros tributos, nuestras carreteras y nuestros colegios. Pueden hacer y deshacer en política de sanidad o de vivienda. Están facultados para dictar normas en materia de orden público, transportes, servicios sociales, cultura, turismo y, más aún, culturismo. Pero las normas ortográficas todavía no están bajo su dominio. En tanto no se negocien transferencias con la RAE y la ortografía pase a ser competencia foral –miedo da sólo pensarlo-, un reino es un reino y quien lo escriba de otra forma no aprueba la selectividad. Se supone que la ocurrencia responde a motivos estéticos. Algún aristotélico convencido de la superioridad de Atenas sobre Roma consideró que la y griega daba más prestancia que la latina. Y que el sello del Reyno (sic) evocaría tiempos de antiguas grandezas y de pasadas pompas y boatos palaciegos. Memeces. Uno ve escrito Reyno y saca la impresión de estar en tierra de paletos. Es como asistir a esos mercados que se hacen llamar medievales donde luego venden productos de nuevo cuño y pasean tipos ataviados con ropajes barrocos. Nos han colado una y griega absurda, apergaminada y cómica creyendo que nos daban una denominación de origen. Y, lejos de enmendar el error, lo quieren redoblar ahora colocándolo en el nombre del nuevo macrohospital. No sé a ustedes, pero a mí no me agradaría ingresar en él y que vinieran a atenderme unos curanderos del siglo XV.
28 de octubre de 2009
Desollando la ortografía
«Vacía la bacina del bovino que está al lado de la bobina metálica y después llénala de agua antes de que se desolle las patas». La ganadora del certamen aragonés de Ortografía tuvo que escribir correctamente esta frase para obtener su título y acceder así a la fase nacional del Campeonato. De la nota de prensa del Gobierno de Aragón se desprende que la autoría de la frase corresponde al jurado, compuesto por profesores de bachillerato y unos técnicos del departamento de Educación. Todo en orden, si no fuera porque una de las palabras dictadas no existe. El verbo desollar es irregular y se conjuga como contar, es decir: diptonga en las formas cuya raíz es tónica (desuellas, desuellan, desuelle, etc.). Por tanto, ese desolle es erróneo. Y no sólo eso; da la impresión de que ha sido puesto ahí para averiguar si los estudiantes saben distinguir el uso de y y ll (es decir, *desolle frente a desoye). Hasta el momento, no se sabe de ningún competidor o profesor suyo que haya pedido la repetición de la prueba alegando esta inexplicable anomalía.
24 de septiembre de 2009
*HINUNDACIONES

He tropezado con faltas de ortografía de todos los colores, pero recuerdo pocas de tanto mérito como esta de «hinundaciones», escrita además en un documento oficial y acompañada de un no menos fenomenal «aprovar». Increíble, pero cierto.
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