15 de enero de 2012

PEDIR ESFUERZOS


No ha sido Rajoy el único en emplear el diplomático giro «pedir un esfuerzo» para referirse a las medidas impopulares con que el Gobierno pretende hacer frente a la situación. Estos días la prensa pone las mismas palabras en boca del presidente valenciano Fabra («no queda más remedio que pedir un esfuerzo temporal a los funcionarios») y de su homólogo cántabro Diego («probablemente haya que pedir un esfuerzo a parte de la ciudadanía»), que parecen dispuestos a desmentir aquel axioma según el cual la crisis iba a hacernos más imaginativos. Unos y otros se refieren, claro, a los recortes salariales y las subidas de impuestos, que más que esfuerzos vienen a ser perjuicios directos en el bolsillo de los afectados. Pero el matiz eufemístico no está tanto en el nombre como en el verbo. Mientras en las acciones de «reducir», «recortar» o «incrementar» la responsabilidad recae sobre los agentes, es decir, sobre aquellos que han decidido tomar las correspondientes medidas, al hablar de «pedir» el sujeto gramatical pasa a un discreto segundo plano porque la decisión es puesta en manos del complemento indirecto. El exculpatorio lenguaje de la política recurre habitualmente a la estratagema de dejar la pelota verbal en el tejado del prójimo. Ahora bien, si no ordenan sino que «piden», ¿no debería el ciudadano, en nombre del rigor semántico, reclamar su derecho a acceder o a negarse a aquello que se le pide? El político amable simula «pedir» esfuerzo al ciudadano, de acuerdo. En tal caso, y por mera coherencia lingüística más que política, debería abrir un cauce para que el ciudadano ejerza el soberano derecho que consagra el refrán: «contra el vicio de pedir, la virtud de no dar».  


1 comentario:

jaramos.g dijo...

Buenísima comprobación. La ret´`orica política es una mina. Jeje. Salud(os).