Es lo que
tiene la imaginación cuando se le deja volar sin control. Vayamos por partes.
Ayer ganó el equipo de casa, una buena noticia que justifica la incontinencia
verbal. El principal agente de la victoria por 2-0 fue el delantero local
Molino, autor de ambos goles. «Movió sus aspas», dice la crónica, y dice bien,
pues para eso están los molinos aunque no todos: solo los de viento toleran la
metáfora. Una figura retórica que, por cierto, adquiere el grado de alegoría desde
el momento que lo vemos extenderse a la acción de otro jugador de la plantilla,
Rubén Reyes, de quien se nos dice que «interpretó el papel del dios Eolo para
moverlas [las aspas]». No cabe duda de que estamos ante un acierto literario de
primer orden. Molino, aspas, viento, Eolo. Sin embargo todo tiene un límite del
que no conviene salir. Ah, los apellidos tentadores. ¿Cómo dejar pasar la
ocasión de referirse a la buena cosecha (de puntos) obtenida en el partido
merced a la acción de Molino? Si a los molinos va el trigo, y sabemos además
que «dar trigo» es lo mismo que resultar efectivo, que ejecutar acciones
provechosas (recuérdese que una cosa es predicar y otra dar trigo, según la
sabiduría popular), ricemos el rizo semántico y apostemos fuerte en el titular
de la crónica: «Molino da trigo». Un hallazgo que no dudaríamos en calificar de
brillante si no fuera por la inoportuna aparición de la lógica, siempre fastidiándolo todo. Y es que ningún
agricultor con dos dedos de frente se le ocurriría recurrir a un molino que diera
trigo, porque este ingenio no se ideó para eso sino para moler el trigo y como resultado dar harina. Si da
trigo, es que algo no funciona. La literatura tendrá que esperar a un nuevo
triunfo del Palencia, que visto lo visto no tardará en producirse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario