Habló Griñán, y él también se adhirió a la nueva moda de dar a los discursos la forma de mural de guardería, de collage escolar, de lista de palabras mágicas desparramadas como eslabones sueltos de una inexistente cadena verbal, como si el secreto del lenguaje consistiera en recitar letanías y no en articular enunciados con sentido.
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