26 de diciembre de 2011

FAVORITISMO

Al conceder a otro un favor o gracia se le está favoreciendo. Pero eso no significa siempre que reciba trato de favorito. En torno a los derivados de «favor» se agrupan ciertas confusiones semánticas que dan lugar a más de un malentendido. El mayor de todos ellos, que en los últimos tiempos se produce con terca persistencia, es el que otorga a «favoritismo» el falso significado de ‘calidad de favorito en una disputa o una competencia’. Son equivocadas las expresiones del tipo «las apuestas ya reflejaban el favoritismo de Vettel en el mundial de Fórmula I» o «el favoritismo de Rajoy se acrecienta según las últimas encuestas». El hecho de que el piloto alemán fuese el principal candidato a obtener el cetro de los conductores —es decir, el «favorito»— no justifica que se le pueda atribuir ningún tipo de «favoritismo», condición que tampoco alcanza al líder popular por más que las previsiones de voto se inclinen de su lado. Ambos son «favoritos», sin duda, pero no en la acepción de ‘objeto de la preferencia o predilección de alguien’, sino como destacados en una pugna donde se encuentran en posición favorable al triunfo. El favoritismo se manifiesta no en estos casos, sino solo cuando una persona recibe un trato de favor, y con un matiz añadido: ese trato preferente es recibido de manera injusta, den perjuicio de otro u otros. Es correcto, pues, decir que un profesor actúa con favoritismo hacia un determinado alumno cuando se muestra con él más indulgente que con el resto. Pero ni Vettel ni Rajoy gozan de ventaja alguna que no hayan conquistado en buena lid. Son favoritos, es cierto, pero no por ello disfrutan de favoritismo, salvo en todo caso el de sus seguidores más leales o sus votantes incondicionales. 



(marca.com, 9.12.11)

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