No siempre el diccionario nos saca de dudas en materia de corrección. A veces crea más confusiones, como ocurre con ciertas palabras que por alguna extraña razón presentan dos formas diferentes, ambas admitidas. En unos casos son restos de alguna vieja vacilación ortográfica que no se ha querido resolver («hierba» y «yerba», «reloj» y «reló»). En otros se debe a decisiones eternamente aplazadas acerca de la grafía de algunos neologismos («whisky» y «güisqui», «nailon» y «nilón»). Otros, en fin, mantienen términos evolucionados junto a variantes más arcaicas reacias a desaparecer, prácticamente en desuso («interrumpir» e «interromper», «rumorear» y «rumorar»). ¿Es bueno o malo para el idioma? Habrá opiniones en los dos sentidos, pero de lo que no cabe duda es de que se trata de una anomalía llamativa. ¿Por qué se puede escribir indistintamente «cebiche» y «seviche», pero no así *sebiche ni *ceviche? ¿No habría que decidirse de una vez por todas entre «flacidez» y «flaccidez», entre «feminidad» y «femineidad», entre «icono» e «ícono»? Hay casos en que el doblete de palabras crea situaciones curiosas: «forúnculo» es una deformación del más etimológico «furúnculo», pero este sin embargo está considerado por los hablantes como vulgar e incorrecto, no siéndolo. Tampoco comete ningún error quien escriba «impudicicia» en lugar de «impudicia», pues la primera de las formas no sólo está registrada, sino que es más fiel al «impudicitia» latino del que proviene. El infinitivo «pudrir» convive con «podrir», «palangana» con «palancana», «salpullido» es lo mismo que «sarpullido», y tanto vale «cantilena» como «cantinela», «marihuana» como «mariguana», «zarrapastroso» como «zaparrastroso». Y, para rizar el rizo, hay un verbo que admite hasta tres variantes correctas: «hibernar», «ivernar», «invernar». Tenemos, no cabe duda, una lengua llena de matices.
Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 30.01.2010.
10 comentarios:
A mí me sorprendió mucho descubrir la existencia de tres términos, todos admitidos por la RAE, como femenino de varón: hembra, varona y varonesa.
A mí me gusta "almóndiga".
Voy a grabar en mi cederrón el último programa sobre almóndigas que vi en la tele.
Qué fuertísimo todo.
José María:
Tu artículo cambiaría totalmente si le agregaras una visión internacional. En Argentina hierba es el césped y yerba (pronunciado sherba) es la yerba mate. Reloj y reló no es una simple vacilación ortográfica. Quizá te sorprenda saber que en América sí pronunciamos la j de reloj, y por lo tanto reló para nosotros es una palabra alternativa (como periodo y período). Aunque en mi país no se uso la palabra rumorar, el DRAE dice que es un americanismo.
Según el DRAE sebiche se escribe en Cuba, Honduras y México. Ceviche también aparece, y es la ortografía preferida en Chile. Ícono se usa en América e icono en España.
Yo siempre he dicho y escuchado furúnculo. No conozco a nadie que lo considere vulgar e incorrecto (bueno, a ti).
Yo sí habría puesto que marihuana y mariguana son vacilaciones ortográficas. En Chile no solo pronunciamos en forma idéntica ese par, sino coligüe/colihue, güiro/huiro, guaso/huaso y varias otras. En este caso sí sería razonable optar por una sola ortografía.
Pedro, en España te aseguro que también decimos "reloj", con la jota bien pronunciada. Al menos yo creo que no conozco a nadie que diga "reló"... ¿Tal vez en Andalucía? Yo no lo sé.
Yo tampoco entiendo por qué habría que decidirse de una vez por todas entre "flacidez" y "flaccidez", o el resto de ejemplos que da José María. Si existen las dos, y hay hablantes que usan una y otros que se decantan por la otra, no veo razón por la cual habría que censurar de repente el uso de una de ellas. ¿Por qué va a ser más correcto decir "feminidad" que "femineidad", si hasta ahora conviven en el diccionario?
Entiendo que las vacilaciones ortográficas, fonéticas y léxicas también forman parte del tesoro de la Lengua. Pero junto a ese lado positivo está la necesidad de la norma. Es la norma la que históricamente ha ido fijando unas variantes y condenando otras. Lo fascinante es que algunas palabras escapen al escrutinio. A unos les parecerá bien, a otros mal, qué sé yo. Gracias por vuestras observaciones.
Un saludo
El DRAE de 1984 incluye reló, pero el de 1992 lo suprimió. En su momento se dijo que la razón era que en España es normal pronunciar así. Como “oscuro” en vez de “obscuro” en todo el mundo hispanohablante. Las quejas de los que pronuncian la j fueron mayores que la defensa de la ortografía fonética.
Como dice Lena, lo importante es que si hay hablantes (cultos, agrego yo) que usan una palabra y otros que prefieren otra, deben aparecer las dos. Fijar una variante y condenar otra en este caso significa fijar la norma de un lugar (típicamente España) y condenar otra. Por ejemplo, el DRAE solo acepta el término maratón como masculino, pero el DPD también lo acepta como femenino. Esto implica dos situaciones
1) En Chile, como en todo, somos acomplejados. Aquí los diarios escriben “el maratón” lo que imitan verbalmente las personas de mediana educación. Se da el absurdo de que las personas más educadas y las más ignorantes dicen “la maratón”. Lo mismo pasa con extintor en vez de extinguidor (hoy aceptada por el DRAE). ¿Es buena esta situación? Por la uniformidad sí, por la autoestima yo creo que no.
2) En Argentina, como en todo, son muy seguros de sí mismos. Allá muy pocos dicen o escriben “el maratón”. El “Diccionario del habla de los argentinos” dice en maratónico: “Perteneciente o relativo a la maratón”, pese a que el DRAE en maratoniano pone “Perteneciente o relativo al maratón”. Por cierto, el DHA, sin ningún complejo incluye extinguidor. Yo creo que esta situación es buena.
La situación 1 me parece aceptable sólo para la ortografía, ya que la lengua es principalmente oral y secundariamente escrita. Sin embargo hasta la uniformidad ortográfica es difícil de lograr. Lamentablemente los mexicanos se negaron a escribir “Méjico” y eso en cierto modo forzó a España a imitarlos, lo que se hizo sin mayor problema. Pero los aimaras, por su parte, insisten en escribir “aymara”, y la Real Academia se niega (en el DPD) a hacerles caso. Eso significa, por ejemplo, que el sitio aymara.org viola la ortografía académica sin ninguna vergüenza.
Si el caso ortográfico es complejo, mucho peor es lo hablado. ¿Quién convence a los españoles de que decir vídeo es antietimológico (o un anglicismo) y que la comunidad hispanohablante en su mayoría eligió decir video?
Corrijo un error: vídeo es la pronunciación etimológica, por lo que mi última frase debió ser como sigue.
¿Quién convence a los españoles de que decir chófer es antietimológico y que la comunidad hispanohablante en su mayoría eligió decir chofer?
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