21 de octubre de 2008

BEBÉ-MEDICAMENTO


El frasco

Los ingeniosos de turno no han tardado en ponerle la denominación y con ella el sambenito. Bebé-medicamento, así han llamado al niño nacido en Sevilla por selección genética. Eso permitirá proceder a un fraternal trasplante de médula mediante el que curar a su hermano mayor. Sería una bonita y conmovedora historia, digna de contarse no solamente en las facultades de Medicina sino también en las sesiones de catequesis donde se habla del amor al prójimo, si no fuera porque un sector muy influyente de la opinión pública ha dicho que no. Que no está bien. Que es aberrante. Que lo que a la mayoría de la gente normal –ustedes y yo, supongo- le parece un logro de la ciencia y un acto humanitario, a los portavoces oficiales de la Iglesia Católica les causa una profunda incomodidad. Siempre que la Iglesia se pronuncia sobre asuntos ajenos a su negociado celestial nos asalta la duda de si merece la pena entrar al trapo de la discusión. Esta vez me temo que es preciso. No porque sus razones sean de peso, sino porque merced a la etiqueta de «bebé-medicamento» están creando un insidioso estado de opinión. Al llamar de esa manera a la criatura recién nacida la condenan de antemano al trauma. La cosifican. Dan por sentado que siempre cargará con el lastre de haber venido al mundo no a vivir su propia vida, sino como un instrumento terapéutico para salvar la vida de otro. Un ser subalterno, vamos. Me pregunto cuántos millones de mortales –clérigos incluidos- habrán hecho a lo largo de su existencia algo tan valioso como lo que ya ha hecho este niño apenas llegado al mundo. No ha venido con un pan debajo del brazo, sino con el remedio para una tragedia. No es moco de pavo. Pero la Iglesia y los neooscurantistas prefieren llamarle bebé-medicamento por ver si, de tanto repetirlo, el día de mañana se siente un infeliz poco querido por sus padres. O un manufacturado de fábrica. O un monstruo del doctor Frankenstein. Hay una guerra sorda contra la ciencia que libra sus batallas en la arena del idioma. Si a este niño le llamamos bebé-medicamento, ¿estaremos autorizados a partir de ahora a hablar de bebés-apretón, bebés-curda o bebés-catecismo a los engendrados por causas bien fortuitas, bien doctrinales, pero con todas las bendiciones apostólicas? ¿Y qué decir de los donantes de órganos o de sangre? Esa gente altruista a la que hasta ahora se le otorgaban condecoraciones, ¿habrá que rebajarla a la condición de hombres y mujeres medicamento y meterla también en un frasco?

(Publicado en El Correo, 18.10.08, y El Norte de Castilla, 19.10.08)

6 comentarios:

Carlos Nicomedes Díez dijo...

Sentí la misma indignación que tú al oír la denominación de "bebé-medicamento". E hice parecidas reflexiones; pensé en los "bebés-borrachera", como tú, y en los "bebé-yo no uso condón", etc. Me lo has quitado de la boca. Quitémosle ahora todos ese sambenito al niño. Gracias, José María Romerera

Anónimo dijo...

Pues me temo que vas a seguir indignándote para rato, porque el ingenioso sintagma ha hecho fortuna. Hace una semana sólo se leía en la prensa de cierto sector, pero ahora lo emplean periódicos de todas las tendencias sin pararse a pensar en lo que se esconde detrás de una expresión así. El pobre chaval va a cargar con la etiqueta de por vida.

Un saludo

Lek dijo...

Iba a decir que 3 a 1 a que lo comentado es incorrecto, pero he cometido el error de pinchar el enlace y leerlo previamente a mi apuesta... que habría ganado (¡cachis!)

La Iglesia no se queja del "bebé-medicamento", sino del proceso eugenésico que conlleva. Que no es lo mismo aunque a algunos les rechine parecido. La Iglesia considera al embrión un ser humano vivo y por lo tanto su vida es sagrada. La cosificación, por tanto, no la hace la curia romana ;)

Carlos Nicomedes Díez dijo...

Si te refieres a mi comentario, lek, tendrás que aclararme en qué en incorrecto, pues no he mencionado a la Iglesia en ninguna parte. Hablé de sentimientos ("sentí indignación")... Por lo tanto, no creo que hayas ganado la apuesta.
Y en cuanto a mi opinión respecto a la postura de la Iglesia, no es este el lugar adecuado, ya he usado bastante espacio en este blog.
José María, disculpa, pero no pude aguantarme; me tiró de la lengua.

Anónimo dijo...

Le felicito por lo atinado de su exposición.

Anónimo dijo...

Pocos días después Elvira Lindo publicado esto:
http://www.elpais.com/articulo/ultima/Medicamento/elpepiult/20081022elpepiult_1/Tes
Se parece mucho a lo que tú habías escrito.