Es sano a veces no dejarse llevar por las opiniones de la mayoría, y más higiénico aún es manifestarlo:
LA LETRA
Himnos, escudos y banderas componen una tríada peligrosa. Al amparo de estos tres símbolos la Humanidad ha perpetrado demasiadas fechorías, y hoy es el día en que aún la tela de una bandera puede encubrir el peor de los crímenes. Pero ya que están ahí, manejemos los símbolos lo más sensatamente posible antes de que ellos nos manejen a nosotros. De manera que no está mal poner letra oficial a un himno nacional que no la tiene, y así evitar tentaciones futuras. Acaba de hacerse pública la letra escogida para la Marcha Real por la SGAE y el COE. No es un prodigio de lirismo, cierto. Pero tampoco me parece que haya que descalificarlo a botepronto como han hecho algunos padres y madres de la Patria. El problema seguramente está en que hace unos meses, al iniciar el procedimiento de selección, se crearon demasiadas expectativas. Muchos pensaron que de aquí podía salir una pieza sublime a la altura del mejor Píndaro o por lo menos de un Rubén del siglo XXI. No tuvieron en cuenta que los himnos nacionales de la mayoría de países son un manojo de tópicos aderezados con brochazos de euforia patriotera e incursiones en la blandenguería sentimental más socorrida. Eso, cuando no reproducen directamente arengas bélicas repletas de llamadas a la violencia. Uno se daría por satisfecho con que el himno de su país no incurriera en esta clase de excesos. Y si por algo destaca la letra hecha pública ahora es por su simpleza. Apela a los lugares comunes de rigor, desde los inevitables vivas hasta los consabidos motivos paisajísticos, pero se contiene mucho en los epítetos, escoge bastante bien las apelaciones a valores abstractos, pasa como de puntillas por esos asuntos territoriales que tanto malhumor causan a nuestros compatriotas y, en fin, no dice nada que pueda molestar especialmente ni a nativos ni a foráneos. Un himno de perfil bajo, vulgar si se quiere, pero por eso mismo ajustado. Y lo mejor de todo: no lo ha escrito un ministro ni un espadón ni un poeta de Corte, sino un ciudadano en paro. Ahora, a ver si se lo aprenden los futbolistas porque sólo entonces tendrá la bendición definitiva.
(Publicado en Diario de Navarra, 12.1.o8)
LA LETRA
Himnos, escudos y banderas componen una tríada peligrosa. Al amparo de estos tres símbolos la Humanidad ha perpetrado demasiadas fechorías, y hoy es el día en que aún la tela de una bandera puede encubrir el peor de los crímenes. Pero ya que están ahí, manejemos los símbolos lo más sensatamente posible antes de que ellos nos manejen a nosotros. De manera que no está mal poner letra oficial a un himno nacional que no la tiene, y así evitar tentaciones futuras. Acaba de hacerse pública la letra escogida para la Marcha Real por la SGAE y el COE. No es un prodigio de lirismo, cierto. Pero tampoco me parece que haya que descalificarlo a botepronto como han hecho algunos padres y madres de la Patria. El problema seguramente está en que hace unos meses, al iniciar el procedimiento de selección, se crearon demasiadas expectativas. Muchos pensaron que de aquí podía salir una pieza sublime a la altura del mejor Píndaro o por lo menos de un Rubén del siglo XXI. No tuvieron en cuenta que los himnos nacionales de la mayoría de países son un manojo de tópicos aderezados con brochazos de euforia patriotera e incursiones en la blandenguería sentimental más socorrida. Eso, cuando no reproducen directamente arengas bélicas repletas de llamadas a la violencia. Uno se daría por satisfecho con que el himno de su país no incurriera en esta clase de excesos. Y si por algo destaca la letra hecha pública ahora es por su simpleza. Apela a los lugares comunes de rigor, desde los inevitables vivas hasta los consabidos motivos paisajísticos, pero se contiene mucho en los epítetos, escoge bastante bien las apelaciones a valores abstractos, pasa como de puntillas por esos asuntos territoriales que tanto malhumor causan a nuestros compatriotas y, en fin, no dice nada que pueda molestar especialmente ni a nativos ni a foráneos. Un himno de perfil bajo, vulgar si se quiere, pero por eso mismo ajustado. Y lo mejor de todo: no lo ha escrito un ministro ni un espadón ni un poeta de Corte, sino un ciudadano en paro. Ahora, a ver si se lo aprenden los futbolistas porque sólo entonces tendrá la bendición definitiva.
(Publicado en Diario de Navarra, 12.1.o8)
2 comentarios:
La verdad es que a mi tampoco me parece tan mal. Lo que aún me cuesta tragar es la melodía. Pero bueno, supongo que eso es más difícil de cambiar.
Yo confieso que el contenido de la letra me importa poco. No creo que sea sensato esperar cumbres de la poesía como letra de un himno y, efectivamente, este se refiere a los tópicos de rigor para un himno, tópico por definición él mismo. Lo que llevo realmente mal es la forma: no es posible cantar "justicia - y grandeza..." encajándolo en esa música, porque exige separar antinaturalmente en dos sílabas un conjunto de vocales que normalmente se debería pronunciar en una: "justi CIAY grandeza".
Habrá a quien le parezca estúpido, pero a mi me parece la objeción más insalvable a esta letra, por lo demás tan inane como cualquier otra letra de himno. (Y guay de las que no lo son: "...qu'un sang impur abreuve nos sillons", por ejemplo.)
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