Todos hemos asistido alguna vez a reuniones o conferencias donde el ponente termina su disertación recurriendo a expresiones del tipo «Por último, aclarar que...» o «Como conclusión, decirles que...». Crece sin tasa este empleo del infinitivo como verbo principal colocado al principio de una frase con la que generalmente se remata una intervención oral. Es sabido que las formas no personales del verbo (infinitivo, gerundio y participio) sólo pueden emplearse en las subordinaciones, nunca para la oración principal. Pero el virus se ha extendido y ya no es extraño encontrarlo también en los exordios («Antes de nada, agradecer su presencia en este acto») o en otras partes del discurso. Sucede especialmente con los verbos de comunicación o «de decir»: expresar, decir, manifestar, afirmar, informar... Se trata de una incorrección gramatical provocada casi siempre por la omisión de otro verbo previo que exprese en primera persona la intención del hablante («quiero aclarar...», «debo decirles...», «deseo agradecer...»), pero el error puede ser evitado de otra manera aún más sencilla, mediante el empleo del mismo verbo en forma conjugada («aclaro que...», «les digo que...», «agradezco»). Sin embargo, el neoespañol tiende a la rareza y la complicación en vez de buscar la sencillez y la naturalidad. El «infinitivo fático» -así lo denominan algunos gramáticos- es uno más de sus ridículos caprichos; otra de las continuas sacudidas a las que el idioma se ve sometido a manos de quienes prefieren usarlo como ornamento que como herramienta de comunicación eficaz.
Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 29.12.07.
Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 29.12.07.
5 comentarios:
Estimado José Mari:
En las circulares del anterior colegio de mi hija, esto de lo que hablas era norma de obligado cumplimiento junto con una frase que me ponía de los nervios: "el motivo de la presente no es otro que..."
A lo que iba: siempre me ha parecido que el infinitivo de marras implica un miedo inconsciente al valor de la palabra. "Desear a todos..." o aclarar que..." es no desear, no aclarar, es la inacción, el miedo al poder del verbo. Hay miedo a decir, a señalar con la palabra o simplemente a mostrar con franqueza un sentimiento. Todo resulta mejor si es nebuloso, interpretable.
En el extremo contrario está el caso de alguien que solía escribirme comenzando su misivas con un "Me dirijo a ti para decirte que..." Resultaba perturbador. El vínculo entre ambos quedaba tan estrechamente fijado que daba miedo.
Físicamente, el primer caso equivale a quien te saluda dándote la mano sin apretar, de manera blanda, rozando apenas tu palma con sus dedos. El segundo es el que te descoyunta los huesos: desde las falanges al escafoides.
Saludos.
P.d. Hay aún algo peor; la mezcla de la blandura de la que hablo con la distancia respecto de quien escucha; es algo que resulta vomitivo: "Agradecer desde aquí."
El miedo a las palabras, desde luego. Muchos actos de lengua tienen su explicación verdadera en ese rechazo, que seguramente conserva algo de nuestra herencia primitiva.
En cuanto al extremo contrario, Miguel, me has hecho acordarme de un caso: un conocido que, al despedirse, acostumbraba a decir: "un abrazo". No daba el abrazo (ni siquiera una palmada en el hombro, una mano para estrechar), sino la palabra abrazo. Como si estuviera escribiendo una carta o hablándote por teléfono, como si no te tuviera delante. Muy raro. Nunca llegué a fiarme demasiado de él, no sé por qué.
Un abrazo (este sí).
¡Ay!, ¡leches! pues yo lo he utilizado un montón de veces, pero no creía que estuviera mal ... en fin, ya sé una cosa más que debo evitar.
Por cierto, tienes un blog muy bueno.
Salud!
fff
Es algo que me molesta muchísimo cada vez que lo oigo, y cada vez se sufre más.
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