Este joven de la foto, enfurecido anteayer hasta el grado de propinar una coz en la entrepierna a Antonio Aguirre, es hoy un hombre arrepentido cuyo estado de ánimo ha descrito Iñigo Urkullu, portavoz del PNV, con las siguientes palabras: pesar y apesadumbramiento. Quién no siente pesar cuando se da cuenta de que ha metido la pata (y, en este caso, cuando se da cuenta también de dónde la fue a meter). Lo singular, lo excepcional del caso, lo que a juicio de Urkullu le exime de cargos y culpas y justifica de sobra que su partido ni siquiera se haya planteado abrirle un expediente, es esa acumulación de prefijos y de sufijos que salta las fronteras de los diccionarios para indicar la hondura de su sentir: apesadumbramiento. He aquí un hombre apesadumbramentado. No me digan que no inspira cierta compasión.
3 comentarios:
¿Compasión? Será una ironía, porque la cara de bestia que tiene el tío, y la animalada que ha cometido, a mí me inspiran de todo menos eso. Hasta lo de joven me parece un eufemismo ...
Inspira cierto compasionamiento.
No me parece bien lo de ir machando gónadas, pero es lo que pasa cuando se hace política con demasiada testiculina.
Los partidos españoles deberían olvidar lo de los machos ibéricos y plantearse cómo hacer de España un país en que todos nos sintamos a gusto.
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