La formidable expansión de los teléfonos móviles ha traído consigo cambios de diverso tipo, que afectan tanto a las relaciones personales como a los usos comunicativos. El idioma no es ajeno a ellos, y no sólo por las tan traídas y llevadas abreviaturas de SMS y su repercusión en la ortografía. Aparte de eso, la telefonía móvil está creando todo un amplio campo de términos al que cada día se incorporan otros nuevos. La propia denominación de los aparatos parte de una antonomasia según la cual el «móvil» no es cualquier objeto que se mueve, sino el terminal de teléfono. Pero tampoco es una denominación universal: en América los llaman «celulares», quizá con más propiedad. Móviles o celulares, llevan «politonos», sirven para hacer «una perdida», y cuando se estropean o dejan de funcionar por falta de carga decimos que se han «muerto». A estas y otras expresiones coloquiales se añaden voces más rebuscadas, bien en forma de tecnicismos, bien fruto de creaciones asociativas y figuradas de todo tipo. Valga como ejemplo «snaparazzi», que es como se empieza a conocer la práctica de tomar fotografías con el móvil, y también la persona que las hace. O «vergatario», nombre que ha dado Hugo Chávez al teléfono de precio económico que su Gobierno distribuye entre las capas más modestas de la población venezolana. Estos días, al hablar de las relaciones entre Obama y Zapatero, se difundió la noticia de que ambos se comunicaban privadamente a través de una línea «secrafónica», una especie de hilo directo a salvo de interferencias y de espionajes. Un léxico, pues, que crece en continuo movimiento, como no podía ser menos ya que hablamos de «móviles».
Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 11.4.2009.
1 comentario:
n t olvds ls sms ;)
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