El apellido de la flamante ministra de Cultura ha servido para crear toda clase de calambures y juegos verbales hirientes, algunos francamente ingeniosos y otros de peor gusto. Nomen est omen, decían los clásicos: el nombre es un presagio. Se ve que la cruz más pesada que va a tener que cargar Ángeles González-Sinde en su mandato no será la Cultura, sino su propio carné de identidad.
1 comentario:
Aquí hay otro listo que se ha apuntado al movimiento:
http://www.publico.es/ciencias/219580/quedada/freno/marcha/atras
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