25 de enero de 2009

GRIPE


Si escurridiza y traicionera es la enfermedad llamada gripe, no menos accidentada es la historia de la palabra con que se designa. Su entrada en el castellano es tardía (aparece por vez primera en el diccionario de 1899); hasta entonces se empleaban la italiana influenza, el clásico catarro, de origen griego, o la tosferina o tos ferina (esto es, tos propia de las fieras). Grippe es voz francesa, que en el idioma galo desplazó en el siglo XVIII a coqueluche (nombre del capuchón que se ponía a los enfermos). Parece ser que el promotor del cambio fue nada menos que Luis XV, cuando una larga epidemia sobrevenida en 1743 que se alargaría un lustro. El monarca no inventó el término, sino que acudió a una voz ya existente que conocía dos acepciones: ‘garra’ (del antiguo griffe) y ‘fantasía súbita y caprichosa’ (de donde se creó el modismo irónico prendre en grippe: coger manía a alguien). No obstante, ya en el siglo XVI los alemanes empleaban para la enfermedad el vocablo germano-suizo das grüppi, derivado del verbo gruppen que significaba agacharse, temblar, estar alicaído o de mal temple: los síntomas de la dolencia. Así que el feliz hallazgo de Luis XV consistió en adoptar para una palabra francesa el sentido de otra extranjera muy próxima, agregándole metafóricamente la crudeza de la grippe o garra que atrapa violentamente y el incierto lirismo de ese estado de duermevela y leve delirio que asalta a los atacados por la maldita enfermedad.
(Cosas que escribe uno cuando está poco católico)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué interesante.

Mi abuelo contaba un chiste malo, en el que un señor decía que tenía "gripé". ¿Por qué dices "gripé" y no gripe? Porque he leído en el periódico que la "gripé" se acentúa en nuestra ciudad.

Con perdón.