16 de noviembre de 2010

LEITMOTIV


En los setenta, que eran años de experimentos narrativos, muchas de las novelas que leíamos los estudiantes de filología con fe de carbonero tenían un leitmotiv (entonces también se escribía leitmotif). La palabra era un término de la musicología traído del alemán –a propósito de Wagner- y llevado a la literatura, donde servía para denominar los elementos recurrentes del relato, en especial los que adquirían un valor simbólico. Hablar del leitmotiv de una novela lucía mucho. Un detalle gafapasta, podríamos decir, aunque entonces se prefería hablar de sabiondos, pedantes o redichos. Sin embargo el término ha triunfado, y hoy no es raro encontrarlo en diversos ámbitos, no siempre usado conforme al rigor etimológico. A ese gran escultor y excelente tipo que es Martín Chirino le oír referirse a los leitmotivs en su obra hace ya un cuarto de siglo. Sabía de lo que hablaba. Por eso desagrada ver que ponen en su boca palabras entrecomilladas que él no ha podido pronunciar. Un hombre culto como él nunca diría *leiv-motiv. Y un redactor, por ignorante del alemán que sea, ha de saber que en español las palabras compuestas nunca llevan un guión para separar los dos cuerpos léxicos que contienen.

2 comentarios:

La reina de la miel dijo...

Cuanto más le leo, Romera, más necesaria veo su labor blogueril. Que está la cosa mu malita, como decía Chiquito, ay...

DDAA dijo...

Yo tambièn soy fan. Por cierto que no estaría mal proponer alternativas a tanto término mal utilizado. En este caso, "motor" o "propósito" habrían sustituido ventajosamente al préstamo teutónico