26 de agosto de 2009

LA VERDAD ES QUE...

El reportero se acerca al futbolista micrófono en mano. Va a hacerle una de esas tediosas y tópicas preguntas con que entretener a la afición antes del partido, o después de él, o en el descanso, o al salir del entrenamiento. Y el futbolista abre su pico de oro para darle respuestas igualmente tópicas y tediosas con que entretener a la afición antes del partido, o después, etcétera. Observarán que, se hable de lo que se hable y sea cual sea la destreza oratoria del entrevistado, éste arranca invariablemente sus contestaciones con un «La verdad es que...». La verdad es que hemos ganado, la verdad es que la cosa estaba difícil, la verdad es que no hemos podido sentenciar, la verdad es que... Por si eran pocos los barbarismos y las licencias idiomáticas que nos llegan del campo de fútbol, viene ahora este latiguillo innecesario a rematar la faena. ¿No bastaba con los clásicos «Bueno...», «Esto...», «Mmm...», viejos recursos con que salir del titubeo y dar tiempo al pensamiento antes de sacarlo por la boca? Al parecer se necesitaba algo más enfático y solemne, y nada mejor que apelar a la Verdad, a la manera metafísica. Y hacerlo a todas horas, aunque el giro no se utilice para corregir algo dicho anteriormente o para mostrar algo que quedaba oculto (que éstas y no otras son las situaciones que lo autorizan). No se equivocan quienes ven en el fútbol la nueva religión. Como los antiguos oráculos, los futbolistas pronuncian palabra de Dios, es decir, Verdad. Me pregunto si habrá que santiguarse al oírles.

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