
Este joven de la foto, enfurecido anteayer hasta el grado de propinar una coz en la entrepierna a Antonio Aguirre, es hoy un hombre arrepentido cuyo estado de ánimo ha descrito Iñigo Urkullu, portavoz del PNV, con las siguientes palabras: pesar y apesadumbramiento. Quién no siente pesar cuando se da cuenta de que ha metido la pata (y, en este caso, cuando se da cuenta también de dónde la fue a meter). Lo singular, lo excepcional del caso, lo que a juicio de Urkullu le exime de cargos y culpas y justifica de sobra que su partido ni siquiera se haya planteado abrirle un expediente, es esa acumulación de prefijos y de sufijos que salta las fronteras de los diccionarios para indicar la hondura de su sentir: apesadumbramiento. He aquí un hombre apesadumbramentado. No me digan que no inspira cierta compasión.