29 de diciembre de 2009

GRAMÁTICA PARDA

Entendemos por «gramática parda» esa forma de inteligencia ―astucia, más bien― que no se cultiva mediante el estudio (es decir, la «gramática») sino que se adquiere en la universidad de la vida, en el contacto con la realidad, en el enfrentamiento con problemas prácticos que requieren un fino olfato para percibirlos y una intuición especial para resolverlos. El dotado de gramática parda es hábil, taimado, zorro y pícaro, aunque aparente tener pocas luces. Pero ¿por qué «parda»? El pardo es el color del campo y también el color de las ropas del rústico. En la literatura del Siglo de Oro, los campesinos aparecen a menudo como tipos de comedia. Los dramaturgos daban a estos personajes ―a menudo encargados de hacer el papel de gracioso o ‘donaire’― un tratamiento de doble cara: por un lado cometían torpezas que les llevaban a ser objeto de burla, pero por otro representaban la quintaesencia de la sabiduría popular. Algunos de los epítetos con que se le conocía eran precisamente «pardo», «pardal» o «pardillo», por el color de su indumentaria: el mismo de ese «pardo sayo que esconde un alma fea» de que hablaría más tarde Antonio Machado. De «pardillo» ha llegado hasta nuestros días la acepción vejatoria de ‘bobo’ o ‘ingenuo’. Pero el aldeano pardo del teatro, aunque sufriera los engaños y las mofas de los más cultivados, salía finalmente victorioso en las disputas con los estudiantes merced a la superioridad de sus habilidades naturales sobre la malicia de los más instruidos. En el siglo XVIII, el Diccionario de Autoridades recogerá la expresión ya con el sentido que conocemos hoy: «Gramática parda. Se llama la ciencia natural que tiene el hombre que no ha sido educado y con la cual discurre en sus negocios de suerte que no se deje engañar. Díjose parda porque su método en hablar es basto y rudo».

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