12 de enero de 2011
ACHACAR
Se puede decir que el Gobierno «achaca la subida de la electricidad al coste energético», pero no que las asociaciones pro-vida «achacan el descenso del número de abortos a diversas causas». Son titulares de dos recientes despachos de prensa que presentan usos distintos del verbo «achacar». Aunque a primera vista las construcciones son sintácticamente parejas (verbo, complemento directo y complemento de régimen) y semánticamente similares (un sujeto atribuye o imputa una consecuencia a algo o alguien), hay una diferencia fundamental entre ellas. Mientras en un caso la acción analizada es negativa, en el otro tiene un sentido opuesto. Y es ahí donde el verbo «achacar» impone una estricta regla de uso: solo admite la compañía de sustantivos que designen acciones inconvenientes, imperfectas, dañinas o adversas. Un deportista en horas bajas achaca sus malos resultados al estrés. Una buena parte de los accidentes de tráfico son achacados a descuidos del conductor. El ayuntamiento achaca el retraso en unas obras a la falta de ingresos. Pero los triunfos, las alegrías y las acciones ejemplares no se «achacan», sino en todo caso se «atribuyen». Es erróneo, por tanto, escribir que una ETT «achaca el incremento de contratos fijos a la mayor confianza empresarial», como podía leerse en un periódico de economía, a no ser que consideremos ese incremento perjudicial para los trabajadores o las empresas. Tampoco parece adecuado informar de que Ruiz-Gallardón «achaca los buenos datos de pernoctaciones turísticas en la capital al efecto Copa del Mundo de Fútbol», salvo que el alcalde madrileño lamente atraer visitantes a su ciudad. Un nuevo achaque lingüístico que empieza a abrirse paso.
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1 comentario:
Teniendo en cuenta que los "periodistas" españoles salen de las facultades sin saber expresarse ni oralmente ni por escrito, estos achaques me parecen hasta veniales.
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