22 de marzo de 2010

Gaitas y cajas


Gaitas y cajas cuaresmales en Bilbao, 28 de marzo.

A veces dudamos entre templar gaitas o echar con cajas destempladas. Son dos posibles reacciones frente a personas enojadas (o enojosas) que ponen a prueba nuestra paciencia. Cuando «templamos gaitas» se supone que tratamos de tranquilizar al airado, de suavizar las palabras y los modos para quitar hierro a la situación. Si, en cambio, echamos a alguien que nos importuna «con cajas destempladas» es que montamos en cólera y lo ahuyentamos con maneras aún más desconsideradas que las suyas. Ambas expresiones tienen en común no solo la antonimia de los verbos «templar» y «destemplar». En su acepción más amplia, «templar» es moderar, mitigar, atemperar. Aplicado a los instrumentos musicales, viene a ser lo mismo que «afinar», es decir, «disponer un instrumento de manera que pueda producir con exactitud los sonidos que le son propios», según el diccionario. En el mismo sentido, «destemplar» equivale a «desafinar». Y es que tanto «gaita» como «caja» son instrumentos musicales, uno de viento y el otro de percusión. Puede ser que la gaita tomara su nombre de la voz gótica «gaits» (‘cabra’), debido a que su fuelle estaba hecho de piel del animal. Y con piel u otro tejido de animal se cubría asimismo la boca superior de las «cajas» o tambores a los que hace referencia la segunda locución. En la milicia, cuando un soldado era expulsado del ejército se le aplicaba la pena añadida de exposición a la vergüenza pública haciendo que su salida fuera anunciada ruidosamente con «cajas destempladas», o sea, con el sonido de los tambores a los que se había aflojado el parche para producir un efecto más sordo y molesto. Son las metáforas de dos tipos de comportamiento humano; todos nos comportamos como gaiteros gallegos unas veces y como percusionistas turolenses otros, según temperamentos o según el viento que nos sople en cada caso.

Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 13.03.2010.

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