9 de marzo de 2010

A LA GREÑA


No está muy claro el origen de la voz «gresca», aunque parece estar relacionado con antiguos términos romances formados a partir del adjetivo latino «graescicus» (‘griego’). En los estereotipos medievales que oponían la figura del griego a la del romano, éste aparecía como refinado, culto y elegante, mientras que los helénicos cargaban con el sambenito de brutos y pendencieros. Es decir, tendentes a «armar gresca». Son dos los significados que registra hoy el castellano para «gresca». Por un parte, el festivo de ‘bulla’ o ‘algazara’, menos empleado, y por otra, el más común de riña’ o ‘disputa’. Cercano fonéticamente a «gresca» se encuentra el término «greña», que designa la cabellera revuelta y mal compuesta o, más precisamente, los mechones de la misma. El lenguaje popular creó la locución «a la greña» (usada sobre todo con el verbo «andar») para referirse a la relación de querella continua entre dos personas, ilustrada de modo gráfico por el hecho de tirarse de los pelos. La tendencia al coloquialismo que se va extendiendo en los medios de comunicación hace cada vez más frecuente la presencia de «a la greña» en noticias sobre controversias políticas, rivalidades deportivas, sucesos criminales y tira y aflojas económicos: «Junta y PP vuelven a la greña por la deuda histórica», leemos en un titular referido a Andalucía. «Magistrados progresistas y conservadores, a la greña», se dice en otro sobre la trastienda de la Judicatura. Pero empieza a aparecer repetidamente un erróneo «a la gresca» usado con el mismo significado: «Los estibadores, a la gresca», «Las direcciones de los partidos siguen a la gresca», «Morales se mete a la gresca entre Chávez y Uribe». Es comprensible. Hablar de «gresca» en estos casos tal vez tenga más lógica que mencionar la «greña». Pero el lenguaje es lo que es, y no conviene violentarlo ni siquiera aunque creamos que nos asiste la razón.

Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 6.03.10.

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