Si una persona cualquiera habla sin cesar a lo largo de ocho horas probablemente reciba el apelativo de pelmazo. Pero cuando la perorata corre a cargo de un estadista como Chávez el subconsciente busca otros términos más elogiosos y más gráficos, como esa intervención que no sólo se alarga en el tiempo sino también en la escritura para convertirse en una prolongada y maratoniana internvervención.
(El País digital, 25.9.07)
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