30 de septiembre de 2007
Manifiesto
Tristes, penosos tiempos estos en que hablar en español —ese inmenso placer— ha llegado a convertirse en un delito. ¿Qué tal si firmamos, a ver si sirve de algo?
25 de septiembre de 2007
*ESBIRRIADOS

Entrevistado en la cadena Ser hace unos días, el divulgador científico Eduard Punset dio la voz de alarma acerca de uno de los problemas más preocupantes del hombre moderno. Dijo: «tenemos unos espermatozoides esbirriados». Algo se viene diciendo desde tiempo atrás sobre la decadencia cualitativa y cuantitativa de las células reproductivas masculinas, ciertamente esmirriadas según los estudios científicos. Pero Punset lo puso peor: además de esmirriadas, es que son una birria. O sea, nuestros espermatozoides están *esbirriados. Bueno, la especie declina pero al menos el idioma ha ganado una nueva palabra.
Una larga intervención
Si una persona cualquiera habla sin cesar a lo largo de ocho horas probablemente reciba el apelativo de pelmazo. Pero cuando la perorata corre a cargo de un estadista como Chávez el subconsciente busca otros términos más elogiosos y más gráficos, como esa intervención que no sólo se alarga en el tiempo sino también en la escritura para convertirse en una prolongada y maratoniana internvervención.
(El País digital, 25.9.07)
19 de septiembre de 2007
'Una hora menos'

Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 19.9.07.
Dativo ético

El relato estremecedor del naufragio de Barbate traía esta frase: «Vi los que se me iban y los que se me ahogaban». Estaba puesta en boca de uno de los marineros supervivientes, cuyo testimonio mezclaba las circunstancias del suceso con la emoción íntima de una horrible tragedia. El hombre que había visto pasar la muerte al lado lo contaba con unos sencillos verbos: se iban, se ahogaban. Sin embargo, lo que conmueve de verdad al lector de la crónica son esos pronombres intercalados («se me iban», «se me ahogaban») que denotan un sufrimiento mayor que el del simple testigo. Hablan de su impotencia, de su angustia y de su duelo. La gramática ha dado en llamar a este empleo del pronombre dativo ético. Se trata de un uso del complemento indirecto mediante el cual el sujeto de la acción se involucra en ésta indicando de tal modo un vínculo estrecho de sentimiento o de interés respecto de lo acaecido. Expresiones como «no me llores» o «este hijo no me come nada» no implican que las lágrimas caigan sobre el hablante o que el niño se resista a practicar la antropofagia; formulan una queja y una preocupación, respectivamente. Quizá el mayor encanto de la gramática radique en estos pequeños misterios, como el de la posibilidad de transmitir mediante una palabra mínima todo un desgarrón emotivo que seguramente no alcanzarían a expresar otras palabras de más fuste. «Se me ahogaban», decía el marinero de Barbate, y al leer el me nos llegaba la impresión de que una parte de su ser había quedado para siempre junto con sus compañeros perdidos.
Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios', de El Correo, 12.9.07.
Ortografía arriesgada
Habría que tomarlo como un simple descuido ortográfico subsanable si no fuera porque ese arriesges ha sido escrito antes de las siete de la mañana y pasadas las diez sigue ahí, más chulo que un ocho, sin que nadie se moleste en proceder a la sencilla operación de pulsar la tecla de la u.
(El País digital, 19.9.07)
12 de septiembre de 2007
PERFIL BAJO

Ayer fue 11 de septiembre. En el noticiario nocturno de TVE presentaron el relato del aniversario con una crónica de las conmemoraciones neoyorkinas, que este año han sido «de perfil bajo», según palabras de Lorenzo Milá repetidas por la corresponsal Rosa María Molló. Querían señalar que no fueron tan aparatosas, multitudinarias y espectaculares como en años precedentes, sino más discretas e íntimas. Pero ambos las definieron como de perfil bajo. ¿Qué otro perfil van a tener los restos de unos rascacielos –edificios de alto perfil- destruidos? En la zona cero, en la cota del suelo donde yace la memoria horizontal de cadáveres y escombros, hablar de perfiles bajos suena a humor negro. Es lo que pasa por seguir las modas en el lenguaje sin pensar dos veces lo que se dice.
8 de septiembre de 2007
TIPO

Hay una acepción del sustantivo «tipo» que equivale a «persona», o más exactamente a «hombre»: «Es un tipo extraordinario», «Aquel tipo nos indicó la dirección del aeropuerto», «No me fío de los tipos que no te miran a la cara». Hasta hace relativamente poco tiempo, se trataba de un término más bien despectivo aunque dignificado por el cine y la literatura, que quedaba a medio camino entre la delincuencia y la virilidad. El «tipo» por antonomasia era el «tipo duro», el personaje patibulario pero a la vez atractivo, el hampón con cierto encanto. Pero hoy su extensión semántica se ha ampliado hasta servir para toda clase de hombres –no hay «tipas» en femenino, salvo en niveles de habla muy coloquiales- y en cualquier situación comunicativa o ámbito de uso. La palabra parece haber perdido sus connotaciones negativas y tan pronto puede servir para el elogio como para el denuesto o la simple definición. De hecho, se ha convertido en un término de moda que ya se lee y se oye por doquier. Sin embargo, cuando nos hablan de alguien llamándole «tipo» y no «hombre» da la impresión de que lo deshumanizan, que lo arrancan de su individualidad para convertirlo en personaje de novela negra, que establecen una especie de distancia afectiva respecto a él. Lo que se enfatiza realmente no es la cualidad («un buen tipo») o el defecto («ese tipo despreciable») de la persona referida, sino la posición del hablante que emplea el lenguaje componiendo la figura, con esa afectación de quien se coloca por encima de la realidad y de los demás, como si el tipo verdaderamente duro fuera él y no el nombrado.
(Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 5.9.07)
4 de septiembre de 2007
Viegésimos Luthiers
De casi todas las cosas buenas empieza a hacer ya veinte años. Así que somos vigésimos en la nostalgia. Pero Les Luthiers, que cumplen dos veces veinte, han preferido inventar otro numeral: viegésimos. Todos vamos teniendo, ay, algo o mucho de viegésimos.
3 de septiembre de 2007
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