8 de febrero de 2012

Concurso de traslados


Entre las ofensas al orden lingüístico a las que nos tiene acostumbrados el lenguaje de la política se encuentra el uso del verbo «trasladar» con el sentido de «transmitir». Es cierto que en ocasiones pueden actuar como sinónimos y que nada impide decir de alguien que «ha trasladado» a otro el mensaje recibido de un tercero («los sindicatos trasladaron a la patronal la decisión de la asamblea»); pero al hablar de las comunicaciones directas y normales entre un emisor y un receptor es preferible «transmitir». Por alguna extraña razón «trasladar» se ha convertido en una de esas palabras magnéticas que afloran a cada paso en boca de nuestros representantes, y que la prensa difunde con un entusiasmo digno de mejor causa. Estos días hemos podido leer enunciados del tipo «la Diputación traslada a los ayuntamientos que no puede aplazar su deuda» o «el alcalde trasladó al vecindario que no podrán realizarse las obras». En ambos casos el complemento directo ya no está ocupado por un nombre sino por una oración, lo cual aconseja recurrir a cualquier otro de los muchos verbos de comunicación que tanto abundan en nuestro léxico: decir, informar, expresar, declarar, anunciar, advertir, indicar, opinar, manifestar, etcétera. 








Sin embargo la fuerza de las modas es arrolladora, y «trasladar» se está imponiendo incluso en casos donde desaparece la mención del destinatario mediante el correspondiente complemento indirecto: «el comité de empresa ha trasladado que los paros continuarán indefinidamente», «Criado ha trasladado que este lunes es un día triste para los vilalbeses». Tanto traslado acaba mareando; con lo sencillo que sería limitarse a «decir» las cosas.






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