Entre las ofensas al orden lingüístico a las que nos tiene
acostumbrados el lenguaje de la política se encuentra el uso del verbo
«trasladar» con el sentido de «transmitir». Es cierto que en ocasiones pueden
actuar como sinónimos y que nada impide decir de alguien que «ha trasladado» a
otro el mensaje recibido de un tercero («los sindicatos trasladaron a la
patronal la decisión de la asamblea»); pero al hablar de las comunicaciones
directas y normales entre un emisor y un receptor es preferible «transmitir».
Por alguna extraña razón «trasladar» se ha convertido en una de esas palabras
magnéticas que afloran a cada paso en boca de nuestros representantes, y que la
prensa difunde con un entusiasmo digno de mejor causa. Estos días hemos podido
leer enunciados del tipo «la Diputación traslada a los ayuntamientos que no
puede aplazar su deuda» o «el alcalde trasladó al vecindario que no podrán
realizarse las obras». En ambos casos el complemento directo ya no está ocupado
por un nombre sino por una oración, lo cual aconseja recurrir a cualquier otro
de los muchos verbos de comunicación que tanto abundan en nuestro léxico:
decir, informar, expresar, declarar, anunciar, advertir, indicar, opinar,
manifestar, etcétera.
Sin embargo la fuerza de las modas es arrolladora, y «trasladar» se está imponiendo incluso en casos donde desaparece la mención del destinatario mediante el correspondiente complemento indirecto: «el comité de empresa ha trasladado que los paros continuarán indefinidamente», «Criado ha trasladado que este lunes es un día triste para los vilalbeses». Tanto traslado acaba mareando; con lo sencillo que sería limitarse a «decir» las cosas.
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