Las palabras del relato
Con el fin del
terrorismo —seamos optimistas— viene otra guerra menos cruenta que se libra con el
arma del lenguaje. Para evitar la repetición de la historia es preciso contarla
con fidelidad a los hechos y sin desdibujar el perfil de los personajes. Y ahí
es donde entran en juego las palabras. El peor error que se puede cometer ahora
es permitir que las palabras, en vez de ser notarios del pasado, se conviertan
en herramientas para la mixtificación o el embuste. Se lo debemos especialmente
a las víctimas. Es comprensible que quienes han estado del lado del crimen
manipulen las palabras para dulcificar la derrota o incluso salir lo menos
perjudicados posible de ella. Y tal vez haya quienes se presten a seguirles la
corriente creyendo que no pasa nada por hablar igual que ellos, como quien echa
unos pelillos a la mar de las palabras. Después de tanta sangre, qué más da si
bajamos la guardia ante la acometida de unas palabras que al fin y al cabo no
son más que eso, simples sonidos, letras puestas una detrás de la otra. Pero el
lenguaje no es inocente. Piensen en «presos», por ejemplo. Observen cómo poco a poco
ha dejado de ser una denominación ominosa para adquirir cierta dignidad.
Llamarlos presos –y no condenados, o directamente criminales, o asesinos, o
cómplices– los sitúa en el lugar evangélico de los dolientes. Borra la marca de
su delito y dibuja sobre ella la aureola de los mártires o los caídos en
combate. Días pasados varios de ellos con la condena ya cumplida escenificaron
en Gernika su nuevo papel de héroes firmando un documento de compromiso con la
paz. Pero sus rostros no mostraban pesadumbre ni arrepentimiento. Se diría que
todo lo contrario, que al acreditarse como expresos ostentaban una especie de
ciudadanía de primera clase, con derecho a llevar la batuta en el concierto. A
este paso pueden acabar presentándose como las nuevas víctimas, desplazando a
los acribillados y a los huérfanos. Si no cuidamos de las palabras, dejaremos
que alguien construya con ellas un falso relato del pasado a su medida.
(Diario de Navarra, 1.10.2011)
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