14 de octubre de 2011

Con la que está cayendo


Hay frases que definen una época, y la de esta que nos ha tocado vivir es «con la que está cayendo». La habrán reconocido. Seguro que se les ha escapado alguna vez ese diagnóstico borroso de los tiempos, una cosa a medio camino entre el lamento y la sorpresa, entre la queja y el asombro. Es una frase incompleta, ya se habrán dado cuenta. Al artículo «la» le falta un nombre de compañía porque en realidad nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que se nos ha venido encima, si una lluvia intensa, una borrasca o un huracán de padre y muy señor mío. Pero en todo caso la elipsis apunta a una plaga bíblica de dimensiones bastante espectaculares, más allá del malestar pasajero. Al principio era una frase cautelar que advertía de la conveniencia de no cometer excesos ni embarcarse en aventuras arriesgadas mientras durase el ciclo de las vacas flacas. Algo así como que no estaba el horno para bollos, otra frase a la medida de la situación. Sin embargo, conforme las cosas han ido complicándose, la prudencia ha dado paso a la indignación y cada vez que «con la que está cayendo» aparece en el discurso es para anunciar un nuevo escándalo. Caen chuzos de punta y conforme la granizada arrecia más numerosa es la gente a la que pilla a la intemperie. Y la frase entonces anuncia la llegada de una comparación dolorosa y con ella de un agravio comparativo intolerable. En un lado de la balanza están las pérdidas de empleo, los recortes sociales, las ayudas denegadas y las negras perspectivas de futuro. En el otro, los despilfarros, las obras faraónicas, los sueldos y las dietas y las pensiones desorbitadas de gobernantes y directivos de cajas de ahorros. Indignarse no es coger una rabieta a la primera adversidad que se presente. Es percibir que en más de un caso alguien se permite saltar una barrera moral y también estética que antes no parecía tan importante. Por eso el «con la que está cayendo» precede a denuncias variopintas que tan pronto apuntan a la inauguración de un polideportivo fastuoso como al viaje a Japón de un expresidente regional o  a la conversación sobre fútbol de Rajoy y Rubalcaba en la tribuna del desfile del 12 de octubre. A la luz del «con la que está cayendo» todo es hiriente, imperdonable, insultantemente obsceno, y hay en la pronunciación de la frase un intento desesperado de pedir, si no remedio, sí al menos cierta consideración con el desfavorecido que se agarra a ese argumento como última defensa. Ya que no parece haber remedio inmediato, al menos que se conserven las formas, que se observe algo de mesura en los signos externos, que las conductas no se salgan de quicio y que aquellos que no sufren en sus carnes los rigores de la crisis guarden ese silencio respetuoso que se guarda en los pasillos de los hospitales y al paso de los entierros. Con la que está cayendo, pedir eso no es pedir demasiado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por otra parte el mismo plural se debía usar ya en latín si no es macarrónico el de "o tempora, o mores!"
Guillermo Carrascón