19 de septiembre de 2011

CHIRINGUITO



El origen de la palabra «chiringuito» se remonta a «chiringo», nombre dado en Cuba a un pequeño chorro de café que los trabajados de las plantaciones obtenían para consumo propio. Más tarde, convertido en diminutivo, pasó a aplicarse por ampliación metonímica a algunos bares modestos donde se servían cafés y otras bebidas. El salto a la península se produjo a principios del XX, en Sitges, por medio de un bar que adoptó como nombre El Chiringuito y cuyas servilletas todavía pregonan con orgullo el título de ‘First Chiringuito in Spain’. Se dice que quien dio la idea fue González-Ruano, veraneante fiel en Sitges y asiduo cliente del establecimiento. Pero no parece probable si se tiene en cuenta que el nombre del local se remonta a 1913, cuando el escritor apenas había cumplido los diez años y aún faltaban treinta para que empezara a visitar Sitges. Del chiringo caribeño a las canciones de Georgie Dann hay un largo y provechoso recorrido del término, hoy totalmente asentado en el castellano con el significado de ‘bar de playa’. No conforme con ese apacible destino, «chiringuito» empieza a extenderse en sentido figurado como sinónimo de oficina o lugar de trabajo («ya es hora de apagar el ordenador y cerrar el chiringuito»), negocio generalmente irregular («la policía descubrió el chiringuito de grabaciones piratas que tenía montado») o, con intención más irónica, organización de grandes dimensiones («ha ampliado la empresa y menudo chiringuito tiene en el polígono»). Un caso de éxito que demuestra cómo en la lengua cualquier palabra, por insignificante que sea, puede triunfar si le acompañan la suerte y el favor de los hablantes.