11 de enero de 2009

BIZARRO


Si a cualquier joven de hoy le preguntasen qué es una bizarría, lo más probable es que respondiera: una rareza, una extravagancia, una pasada de frenada. Porque el adjetivo «bizarro» acompaña ahora a fenómenos u objetos fuera de lo normal, sea una película de serie B con personajes deformes y argumento delirante, sea un bar de copas decorado a lo barroco y frecuentado por gente de mal vivir. Pero no ha sido siempre así. Desde su remota aparición en el castellano, «bizarro» designaba cualidades morales (valiente, enérgico, arrojado, generoso) o estéticas (lucido, elegante) propias de los caballeros. La bizarría fue durante siglos una virtud de personas nobles, y con este sentido elogioso se puede encontrar la palabra continuamente mencionada en los grandes autores del Siglo de Oro, desde Cervantes hasta Quevedo y desde Lope hasta Tirso. Aunque el DRAE sigue registrando estos significados sin considerarlos arcaicos, la nueva acepción de «bizarro» lleva camino de imponerse por influencia del inglés y también del francés, donde «bizarre» sí es lo mismo que ‘estrambótico’ y ‘raro’. Pocos epítetos habrán conocido una metamorfosis tan extrema como este «bizarro» que ha descendido de la gloria de lo laudatorio al oprobio de la marginación. Parece ser que el origen del término está en el euskera «bizar» (‘barba’), de donde pasó al francés y de ahí al resto de lenguas. Ya que las barbas no hacen al filósofo ni están de moda como antaño entre los hombres de armas, habrá que suponer que este ‘falso amigo’ es el reflejo de un cambio de gustos y de costumbres. Quién sabe.
Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 10.1.09.

1 comentario:

markcohen dijo...

Espero que se me permita citarme a mi mismo en otra publicación similar que hice hace algunos meses.

http://memiroenelespejoysoyfeliz.blogspot.com/2008/10/cojonesputayamierdahostias.html

Saludos.