Ah, el placer de alargar las palabras innecesariamente, es decir, sin necesariedad. Aurelio Arteta lo explica alto y claro aquí, hoy mismo.
7 comentarios:
Anónimo
dijo...
Estupendo artículo. La lista sería interminable. El uso de los prefijo causa furor entre los cursis: "desregularización", "descontextualización", etc. etc. hasta el infinito.
Son ganas de gastar saliva y tinta. O de perder el tiempo.
Recuerdo haber visto el primero de sus artículos... creo que en un libro de texto. Simplemente delicioso (lástima que no se le puedan dejar comentarios en la página del diario).
Por cierto, voy a aprovechar para dejar por aqúi un enlace a algo que me ha llamado la atención, por doble partida: ( http://www.elmundo.es/elmundo/2008/12/15/television/1229368632.html )hablan de que la palabra "cameo" ha ido perdiendo su significado original, pervirtiéndose... ¿o directamente "prostituyéndose"?
Aunque son largas, merece la pena rescatar las dos entregas precedentes de A.A.:
La moda del archisílabo
AURELIO ARTETA
EL PAÍS - Opinión - 21-09-1995
Como se conoce que hablar en prosa era ya muy fácil, ahora nos deleitamos con la prosa archisílaba; a ser posible, requetesilábica. ¿Ande o no ande, caballo grande?; pues, valga o no valga, palabra larga. La consigna es llenarse literalmente la boca. Ante el temor a empequeñecer, nos encampanamos en nuestros vocablos y acabamos la mar de satisfechos en la grandilocuencia. Si al desgraciado circo del chiste le crecían los enanos, en , nuestro circo verbal nos crecen a ojos vistas las palabras. Por alguna regla que al psicólogo del lenguaje le tocaría desvelar, el blablablá ya no lo parece tanto cuando se torna un blablablabla. El caso es disfrazar el vacío. De esto siempre han sabido bastante algunos miembros de la universidad y muchos zotes de la orden de fray Gerundio. Hoy, con la ayuda de los comunicadores y su parentela triunfante, la peste se ha adueñado de todos. Un hablante que se precie ha de discurrir, por lo menos, en pentasílabos. Tiene que medir sus palabras, sí, pero no para elegir la más justa, sino la más rimbombante.No es preciso rastrear tan sólo en ciertas jergas abstrusas del día (verbigracia, la pedagógica) para probar este fenómeno. En nuestro común empeño por prolongar las palabras, nada importa incluso revolver su significado. Así que escogeremos siempre ejercitar en lugar de 'ejercer', complementar por 'completar', cumplimentar por 'cumplir', señalizar por 'señalar', climatología, por 'clima' o 'tiempo', metodología por 'método', y problemática por 'problema'. En la reciente consagración universal del comentar, aun a costa de variar su sentido' ' no es lo de menos que posea una sílaba de ventaja sobre los modestos 'contar', 'decir' o 'hablar'. ¿Acaso hay alguna otra razón de más peso para preferir la ética a la 'moral' o para que tantos caigan todavía en el preveer?
Es cosa que maravilla cómo, entre gente que enferma al menor esfuerzo conceptual y desconfía por pedante de quien lo intenta; que exige ir a lo concreto y dejarse de abstracciones; que no aguanta la lectura de cuatro folios de tímido pensamiento y acusa a su autor de humillarle con su elevado lenguaje...; entre esa gente, digo, florece la abstracción ampulosa como lo más natural del mundo. Aquí hasta el más lerdo habla como un torpe metafísico en ejercicio. El existir viene a reemplazar en todas partes al 'haber', igual que la existencia suple a la 'presencia' y la inexistencia a la 'carencia' o 'ausencia'. No se diga, pues, 'intención', sino más bien intencionalidad; ni 'fin', sino finalidad; ni 'potencia' o 'capacidad', sino potencialidad; ni 'necesidad', sino necesariedad; ni -quizá- 'competividad', sino competitividad; ni 'crédito', sino credibilidad; ni 'voluntad', sino voluntariedad, ni 'gobierno' o 'gobernación', sino gobernabilidad. La más simple 'obligación' se ha convertido en obligatoriedad, el 'todo' o 'el total' en totalidad (lo mismo que 'conjunto' ha venido a parar en globalidad y hasta en globalización), la 'razón' deja paso a la racionalidad, el modesto 'rigor' se trueca en rigurosidad y la 'eficacia' en efectividad. Pero es que toda 'disfunción' es disfuncionalidad, así como la 'emoción' emotividad, y ya no hay 'peligro' sino peligrosidad. Donde estén las motivaciones que se quiten los 'motivos', no va usted a comparar, y. qué es un 'límite' al lado de una limitación y un escueto 'valor' si se lo mide con la más sonora valoración, por no mentar la valorización...
Tal vez crean unos de buena fe que las palabras, como sus rostros, se encogen y arrugan, y les conviene un estiramiento. Para otros, ésta es la fórmula segura de alzarse sobre el hablante medio y obtener un secreto prestigio. Y así, lo que comenzó como necio afán de notoriedad por parte de algunos se expande hasta el infinito gracias al mimetismo de todos los demás. De suerte que ya casi nada se 'funda', porque todo se fundamenta (y no en 'fundamento' alguno, sino en fundamentaciones); ni nada se 'distingue', sino que se diferencia (y la 'diferencia' deja su sitio a la diferenciación, lo 'diferente' o lo 'distinto' a lo diferenciado); ni nada se 'usa', pues más bien se utiliza (y hace tiempo que la utilización ha dejado al 'uso' en desuso). Puestos a 'influir', habrá que influenciar, igual que, metidos a 'conectar', lo propio es conexionar y, si se trata simplemente de 'formar', más vale, por Dios, conformar o configurar. Los más memos han logrado introducir la incidencia donde vendría a cuento el 'efecto' o 'impacto', lo incierto por lo 'falso', la potenciación por el 'impulso' o el seguimiento por el 'control'.
Claro que, en esta gozosa tarea de descoyuntar el lenguaje ordinario, a menudo mediante la agresión, cada gremio aporta además su particular cagadica. El presunto experto dispone de bula para retorcer el idioma a su antojo, ante la sumisión reverente del resto de legos. El intelectual se recrea en el vehicular frente al 'llevar' o 'transportar', en el articular frente al 'componer' o 'enlazar', y lo suyo es problematizar lo que bastaría con 'cuestionar'. No hay político que no dedique su día a posicionarse y emitir su posicionamiento, en lugar de 'pronunciarse', 'situarse' o adoptar una 'postura' o 'decisión', ni del que no se espere que sea ejemplarizante mejor que 'ejemplar'. Algunos se quejan de resultar criminalizados, que no 'incriminados', y otros se disponen a institucionalizar lo que haga falta, sin 'instituir' nada. ¿Habrá que referirse aún a la ominipresente negociación, que nunca es un 'trato' ni un 'diálogo'? Y el, ejecutivo..., ah, el ejecutivo de vario- pelaje, que ahora nos ofrece su servicio personalizado (o sea, más que 'personal'), ése es hoy un alto militar que ya no proyecta 'planes', sino que diseña estrategias. De su boca no faltará el involucrar, porque ha olvidado desde el 'abarcar' o 'incluir' hasta el 'implicar' o 'envolver', ni el sobredimensionamiento o la desestructuración de su empresa, para decir yo qué sé...
Seguramente es que vivimos tiempos en que se habla demasiado. Aquella palabra pública, antes reservada a unos pocos y sólo para ocasiones solemnes, rueda hoy incontenible en el espacio, de la publicidad política y de la comercial (esa que todo lo publicita y aun lo serializa). Quienes no han aprendido a valorarla, enseguida la encuentran trivial "y están prestos a cambiarla por la primera que se les ofrezca. La feroz competencia para captar el favor del cliente, aturdido por el guirigay, apremia por igual a políticos y mercaderes a renovar cada campaña su mercancia verbal y a dotarla del máximo poder de seducción. Y ese poder en nuestros días no se alcanza por la precisión, la eufonía o la verdad de las voces en juego, sino pura y simplemente por su largura.
Sería fácil demostrar que esa largura al reducimos en ideas, nos vuelve más cortos. Entretanto, escúchese al comentarista y se sabrá que el encuentro de fútbol finaliza, pero, que no 'termina' ni 'acaba', por lo mismo que no tiene 'final' o 'término', sino finalización; y que los goles ni se 'meten' ni se 'plasman', sino que se materializan. Para el presentador del telediario bombas y bombonas siempre explosionan y nunca 'explotan', los bancos se fusionan y jamás se 'fuden', algunos terroristas quedan reinsertados en lugar de 'reinsertos'. Portavoces y comunicados de toda laya proponen actuaciones y no 'acciones', exigen normativas a falta de 'normas' e invocan una regla mentación, que siempre es mejor q . ue un 'reglamento'. Y a ver quién es el tonto que pertenece hoy a un 'grupo' pudiendo formar parte de un colectivo, 'promueve' si está en su mano promocionar o encuentra 'sentido' a las cosas si les descubre su significación. Ya se ve que este mismo proceso de envaramiento del idioma, más que un hecho 'gene ral', es un hecho generalizado. ¿Que una lengua, al fin producto histórico y cosa viva tiene que evolucionar? Pues claro, hombre, pero no está mandado transformarla sólo a golpes de pedantería, ignorancia, pereza o memez de sus usuarios. También está escrito que, quien tenga oídos para oír, que oiga. _____________________________
Arrecian los archisílabos
AURELIO ARTETA
EL PAÍS - Opinión - 10-08-2005
Pronto hará diez años que me dio por reunir aquí mismo un amplio elenco de palabras circulantes entre nosotros que tenían en común su notoria y a menudo artificial largura (La moda del archisílabo, 21 de septiembre de 1995). Ya es que fueran preferidas a otras palabras presentes de igual significado, pero más breves, o creadas ex profeso a fuerza de estirar aquéllas, en todos los casos revelaban un gusto general por el alargamiento silábico. Todo suena como si nos empináramos sobre esos hinchados vocablos para ganar estatura, como si la pobreza de conceptos se compensara mediante la exuberancia en los términos. A fin de probarlo, y como el catálogo de archisílabos sigue abierto y creciendo, aquí va esta nueva remesa por si les aprovecha.
Y puestos a empezar por algún sitio, díganme por qué señalización en lugar de 'señal', y contrastación en vez de 'contraste', y connotación cuando sólo queremos decir 'matiz' o quizá 'sentido'. ¿Será que una vinculación resulta más fuerte que un 'vínculo' y una argumentación más convincente que un 'argumento'? Pregúntense si el horrísono concretización dice algo distinto de 'concreción' o 'plasmación', o la concertación entre las partes vale más que su 'concierto'; si una ejemplificación expresa otra cosa que un 'ejemplo' o si por un casual la apreciación o la valoración que ofrecemos van más allá del 'juicio' normal y corriente. A lo mejor no se han fijado, pero hace algún tiempo que la documentación ha suplantado a los 'documentos', un trueque parecido al que se produce cuando se nos pide la numeración -que no el 'número' o la 'cifra'- de ese mismo documento. Y, a fin de hacernos notar, dejamos la 'condición' a un lado para aludir a los condicionantes y hasta al condicionamiento.
Que alguien nos explique dónde radica la distinción entre deficiencia y 'defecto', continuado y 'continuo', industrializado e 'industrial', equipamiento y 'equipo'..., salvo en que los primeros términos abultan más que los segundos. Otrotanto pasa cuando se recurre al intercambio, y no ya al mero 'cambio' de impresiones, o al estar operativo, que toda la vida de Dios decíamos 'activo'. Sobra añadir que simplezas como 'antes' y 'después' sólo las usan quienes no se han rendido al anteriormente y posteriormente (o al con anterioridad y con posterioridad). Los más finos se lamentan con un desafortunadamente antes que con el más escueto 'desgraciadamente'. Los vehículos parecen 'chocar', cuando en realidad colisionan, lo mismo que ciertos dramas no nos 'conmueven' sino que nos conmocionan. El hombre común, al que su médico ya no le ordena un 'análisis' sino una analítica, se queda más pasmado ante una sintomatología que ante los meros 'síntomas' y se sirve de las nuevas tecnologías, pero nunca de las nuevas 'técnicas'. Es el mismo mecanismo que nos inclina al confusionismo frente a 'confusión', al secretismo por el 'secreto' y que nos pide llamar aislacionismo al 'aislamiento'. ¿Por qué razón? Sencillamente porque, siendo voces más ampulosas, aparecen dotadas de mayor empaque.
Se diría también que algún arrebato teórico nos está empujando al cultivo de la abstracción y a penetrar en las últimas propiedades del mundo y de la vida. Basta que escuchemos cómo la 'confidencia' deja paso a la confidencialidad y el simple 'crimen' a la criminalidad, lo mismo que por lo general ya no hay 'culpa' y sí culpabilidad (y culpabilizar ha desbancado al viejo 'culpar'), ni tampoco 'conflicto' porque al parecer predomina la conflictividad. Y a la hora de ponderar las 'múltiples' ventajas de un acuerdo, ¿acaso no mentamos la multiplicidad de esas ventajas?; y la 'mayoría' ¿no ha venido a ser la generalidad de la gente? Nadie pregunta por nuestra 'disposición' hacia tal o cual empeño, sino por nuestra disponibilidad hacia él. El ciudadano actual no se atiene a la 'ley', sino a la legalidad vigente.
Item más. En la inmobiliaria nos ofrecen su tipología de viviendas, que es cosa más sonora que los 'tipos', de modo semejante a como la modalidad se ha tragado al 'modo', junto con la 'versión' y la 'clase'. No buscamos mejorar el 'acceso' a un lugar, sino su accesibilidad; ni asegurar la 'duración' de un estado de cosas, nada de eso, sino su durabilidad; ni nos importa tanto el 'sostenimiento' de una institución como su sostenibilidad. Todo el mundo sabe que Navarra forma una comunidad política diferenciada, no sólo 'diferente', y que su primer cometido es preservar su especificidad (o sea, su 'carácter') foral. El nacionalista vasco no reivindica un 'territorio', sino una territorialidad, ya ven. Claro que somos 'individuos', pero al formar parte de ciertos grupos nos transformarnos -sin comerlo ni beberlo- en individualidades. ¿Qué es preciso guardar, la mera 'proporción' o la proporcionalidad?; ¿qué tememos perder, el 'honor' o más bien la honorabilidad?
Pongamos el oído a ver si detectamos algunos hallazgos del vocabulario técnico y comercial que todo lo infecta. Ahí tienen esos encantadores optimizar y optimización, que nos hacen prescindir de cualquier 'mejorar' y de toda 'mejora'. Resulta mucho más elegante incentivar que 'apoyar' o 'impulsar' a secas, así como ahora toca visionar lo que antes nos limitábamos a 'ver' o 'mirar' y visualizar lo que entonces íbamos a 'contemplar'. Pero también acudíamos a 'tiendas', a 'puestos' o a 'comercios', mientras que hoy día (perdón: a día de hoy) entramos y salimos de establecimientos de todas clases. Y me admitirán que personas y cosas ya no se 'cuentan', sino que se contabilizan; ni casi nada se 'planea', sino que se planifica; ni nadie resulta 'movido' a hacer algo, sino motivado. Donde esté el incrementar que se quite el 'aumentar' y dígase ralentizar para adorno del 'frenar', que queda más tosco. Una vez asegurada la esponsorización o financiación de un evento cualquiera, a ver qué hacemos con su 'respaldo' o 'patrocinio'. Vamos a fidelizar a la clientela y, desde luego, a implementar cuanto haga falta, aunque no sepamos a ciencia cierta qué decimos con tan novísimo palabro. ¿Que nos sale a cuenta el 'traslado' de nuestra empresa a países más baratos?; pues decidimos su deslocalización, y a otra cosa. Los tiempos no requieren personas 'capaces', sino capacitadas: y es que vivimos en un mundo globalizado, que no 'global' ni mucho menos cohesionado (léase 'unido' o 'concorde').
Pero si su pauta de galanura lingüística la dicta el habla del político, tiene usted donde escoger archisílabos, ya lo creo. No le faltarán ni el portavoz parlamentario notable por sus ocurrencias verbales, ni el periodista obediente que las recoja ni el público dispuesto a apropiárselas como si fueran palabra de Dios. Una por una, comience por mentalizarse para la tarea
que emprenda, no se limite a 'prepararse' o 'disponerse'. Tenga siempre en su boca referentes, nunca 'modelos', déjese del 'contexto' para situarse en un escenario y, en lugar de 'procesos', ponga en marcha alguna dinámica que otra. Pudiendo hacer un llamamiento, no se conforme con una 'llamada'. La vida humana, más que 'combate', es confrontación permanente. De modo que habrá de esmerarse en descalificar al contrario, no en 'despreciar' o 'insultar' a tal sujeto; a desvalorizar al de enfrente, sin llegar al punto de 'devaluarle'. Como se vea obligado a 'anular' o 'suspender' la convocatoria de un acto, debe desconvocarlo. Procure no dejarse marginalizar por sus jefes ni ser objeto de una turbia marginalización, que eso es más grave que su 'marginación'. Y líbrese de instrumentalizar a nadie, no sea que le acusen de 'manejarle' a su antojo.
Es de temer, ay, que la cofradía académica a la que pertenezco no salga mucho mejor parada en este festival de inflaciones verbales. Resulta conocido nuestro afán por revisitar lo que se quiere tan sólo 'revisar', enfatizar lo que bastaría con 'subrayar' y clarificar eso que tratamos de 'aclarar'. En cuanto se alude a alguna forma de 'crear', habrá de pronunciarse el generar, un comodín tan sobado como aquel articular que designa el sinfín de operaciones intelectuales que van desde el 'urdir' al 'ordenar' y 'componer'. Lejos de contentarnos con 'mostrar' o 'revelar', nos complace evidenciar y hasta patentizar. Siempre será más filosófico un imposibilitar que el modesto 'impedir', dónde va a parar, y más moderno la presuposición que el 'presupuesto'. ¿Por qué servirse de un planteamiento 'propio' o 'particular' teniendo a mano el enfoque específico, que para mayor suerte es esdrújulo?
Dejemos a Chesterton interpretar este fenómeno que ya denunció cien años atrás: "Las palabras largas nos pasan zumbando como los trenes largos. Sabemos que llevan cientos de demasiado cansados o demasiado indolentes para caminar y pensar por sí mismos. Las palabras largas no son las palabras difíciles; difíciles son las palabras cortas". Así se explican los archisílabos, "esas cómodas palabras largas que libran a la gente de la fatiga de razonar...".
7 comentarios:
Estupendo artículo. La lista sería interminable. El uso de los prefijo causa furor entre los cursis: "desregularización", "descontextualización", etc. etc. hasta el infinito.
Son ganas de gastar saliva y tinta. O de perder el tiempo.
Un saludo.
Recuerdo haber visto el primero de sus artículos... creo que en un libro de texto. Simplemente delicioso (lástima que no se le puedan dejar comentarios en la página del diario).
Por cierto, voy a aprovechar para dejar por aqúi un enlace a algo que me ha llamado la atención, por doble partida: ( http://www.elmundo.es/elmundo/2008/12/15/television/1229368632.html )hablan de que la palabra "cameo" ha ido perdiendo su significado original, pervirtiéndose... ¿o directamente "prostituyéndose"?
Samuel, aquí un enlace sobre "cameo":
http://romera.blogspot.com/2007/04/cameo_18.html
Aunque son largas, merece la pena rescatar las dos entregas precedentes de A.A.:
La moda del archisílabo
AURELIO ARTETA
EL PAÍS - Opinión - 21-09-1995
Como se conoce que hablar en prosa era ya muy fácil, ahora nos deleitamos con la prosa archisílaba; a ser posible, requetesilábica. ¿Ande o no ande, caballo grande?; pues, valga o no valga, palabra larga. La consigna es llenarse literalmente la boca. Ante el temor a empequeñecer, nos encampanamos en nuestros vocablos y acabamos la mar de satisfechos en la grandilocuencia. Si al desgraciado circo del chiste le crecían los enanos, en , nuestro circo verbal nos crecen a ojos vistas las palabras. Por alguna regla que al psicólogo del lenguaje le tocaría desvelar, el blablablá ya no lo parece tanto cuando se torna un blablablabla. El caso es disfrazar el vacío. De esto siempre han sabido bastante algunos miembros de la universidad y muchos zotes de la orden de fray Gerundio. Hoy, con la ayuda de los comunicadores y su parentela triunfante, la peste se ha adueñado de todos. Un hablante que se precie ha de discurrir, por lo menos, en pentasílabos. Tiene que medir sus palabras, sí, pero no para elegir la más justa, sino la más rimbombante.No es preciso rastrear tan sólo en ciertas jergas abstrusas del día (verbigracia, la pedagógica) para probar este fenómeno. En nuestro común empeño por prolongar las palabras, nada importa incluso revolver su significado. Así que escogeremos siempre ejercitar en lugar de 'ejercer', complementar por 'completar', cumplimentar por 'cumplir', señalizar por 'señalar', climatología, por 'clima' o 'tiempo', metodología por 'método', y problemática por 'problema'. En la reciente consagración universal del comentar, aun a costa de variar su sentido' ' no es lo de menos que posea una sílaba de ventaja sobre los modestos 'contar', 'decir' o 'hablar'. ¿Acaso hay alguna otra razón de más peso para preferir la ética a la 'moral' o para que tantos caigan todavía en el preveer?
Es cosa que maravilla cómo, entre gente que enferma al menor esfuerzo conceptual y desconfía por pedante de quien lo intenta; que exige ir a lo concreto y dejarse de abstracciones; que no aguanta la lectura de cuatro folios de tímido pensamiento y acusa a su autor de humillarle con su elevado lenguaje...; entre esa gente, digo, florece la abstracción ampulosa como lo más natural del mundo. Aquí hasta el más lerdo habla como un torpe metafísico en ejercicio. El existir viene a reemplazar en todas partes al 'haber', igual que la existencia suple a la 'presencia' y la inexistencia a la 'carencia' o 'ausencia'. No se diga, pues, 'intención', sino más bien intencionalidad; ni 'fin', sino finalidad; ni 'potencia' o 'capacidad', sino potencialidad; ni 'necesidad', sino necesariedad; ni -quizá- 'competividad', sino competitividad; ni 'crédito', sino credibilidad; ni 'voluntad', sino voluntariedad, ni 'gobierno' o 'gobernación', sino gobernabilidad. La más simple 'obligación' se ha convertido en obligatoriedad, el 'todo' o 'el total' en totalidad (lo mismo que 'conjunto' ha venido a parar en globalidad y hasta en globalización), la 'razón' deja paso a la racionalidad, el modesto 'rigor' se trueca en rigurosidad y la 'eficacia' en efectividad. Pero es que toda 'disfunción' es disfuncionalidad, así como la 'emoción' emotividad, y ya no hay 'peligro' sino peligrosidad. Donde estén las motivaciones que se quiten los 'motivos', no va usted a comparar, y. qué es un 'límite' al lado de una limitación y un escueto 'valor' si se lo mide con la más sonora valoración, por no mentar la valorización...
Tal vez crean unos de buena fe que las palabras, como sus rostros, se encogen y arrugan, y les conviene un estiramiento. Para otros, ésta es la fórmula segura de alzarse sobre el hablante medio y obtener un secreto prestigio. Y así, lo que comenzó como necio afán de notoriedad por parte de algunos se expande hasta el infinito gracias al mimetismo de todos los demás. De suerte que ya casi nada se 'funda', porque todo se fundamenta (y no en 'fundamento' alguno, sino en fundamentaciones); ni nada se 'distingue', sino que se diferencia (y la 'diferencia' deja su sitio a la diferenciación, lo 'diferente' o lo 'distinto' a lo diferenciado); ni nada se 'usa', pues más bien se utiliza (y hace tiempo que la utilización ha dejado al 'uso' en desuso). Puestos a 'influir', habrá que influenciar, igual que, metidos a 'conectar', lo propio es conexionar y, si se trata simplemente de 'formar', más vale, por Dios, conformar o configurar. Los más memos han logrado introducir la incidencia donde vendría a cuento el 'efecto' o 'impacto', lo incierto por lo 'falso', la potenciación por el 'impulso' o el seguimiento por el 'control'.
Claro que, en esta gozosa tarea de descoyuntar el lenguaje ordinario, a menudo mediante la agresión, cada gremio aporta además su particular cagadica. El presunto experto dispone de bula para retorcer el idioma a su antojo, ante la sumisión reverente del resto de legos. El intelectual se recrea en el vehicular frente al 'llevar' o 'transportar', en el articular frente al 'componer' o 'enlazar', y lo suyo es problematizar lo que bastaría con 'cuestionar'. No hay político que no dedique su día a posicionarse y emitir su posicionamiento, en lugar de 'pronunciarse', 'situarse' o adoptar una 'postura' o 'decisión', ni del que no se espere que sea ejemplarizante mejor que 'ejemplar'. Algunos se quejan de resultar criminalizados, que no 'incriminados', y otros se disponen a institucionalizar lo que haga falta, sin 'instituir' nada. ¿Habrá que referirse aún a la ominipresente negociación, que nunca es un 'trato' ni un 'diálogo'? Y el, ejecutivo..., ah, el ejecutivo de vario- pelaje, que ahora nos ofrece su servicio personalizado (o sea, más que 'personal'), ése es hoy un alto militar que ya no proyecta 'planes', sino que diseña estrategias. De su boca no faltará el involucrar, porque ha olvidado desde el 'abarcar' o 'incluir' hasta el 'implicar' o 'envolver', ni el sobredimensionamiento o la desestructuración de su empresa, para decir yo qué sé...
Seguramente es que vivimos tiempos en que se habla demasiado. Aquella palabra pública, antes reservada a unos pocos y sólo para ocasiones solemnes, rueda hoy incontenible en el espacio, de la publicidad política y de la comercial (esa que todo lo publicita y aun lo serializa). Quienes no han aprendido a valorarla, enseguida la encuentran trivial "y están prestos a cambiarla por la primera que se les ofrezca. La feroz competencia para captar el favor del cliente, aturdido por el guirigay, apremia por igual a políticos y mercaderes a renovar cada campaña su mercancia verbal y a dotarla del máximo poder de seducción. Y ese poder en nuestros días no se alcanza por la precisión, la eufonía o la verdad de las voces en juego, sino pura y simplemente por su largura.
Sería fácil demostrar que esa largura al reducimos en ideas, nos vuelve más cortos. Entretanto, escúchese al comentarista y se sabrá que el encuentro de fútbol finaliza, pero, que no 'termina' ni 'acaba', por lo mismo que no tiene 'final' o 'término', sino finalización; y que los goles ni se 'meten' ni se 'plasman', sino que se materializan. Para el presentador del telediario bombas y bombonas siempre explosionan y nunca 'explotan', los bancos se fusionan y jamás se 'fuden', algunos terroristas quedan reinsertados en lugar de 'reinsertos'. Portavoces y comunicados de toda laya proponen actuaciones y no 'acciones', exigen normativas a falta de 'normas' e invocan una regla mentación, que siempre es mejor q . ue un 'reglamento'. Y a ver quién es el tonto que pertenece hoy a un 'grupo' pudiendo formar parte de un colectivo, 'promueve' si está en su mano promocionar o encuentra 'sentido' a las cosas si les descubre su significación. Ya se ve que este mismo proceso de envaramiento del idioma, más que un hecho 'gene ral', es un hecho generalizado. ¿Que una lengua, al fin producto histórico y cosa viva tiene que evolucionar? Pues claro, hombre, pero no está mandado transformarla sólo a golpes de pedantería, ignorancia, pereza o memez de sus usuarios. También está escrito que, quien tenga oídos para oír, que oiga.
_____________________________
Arrecian los archisílabos
AURELIO ARTETA
EL PAÍS - Opinión - 10-08-2005
Pronto hará diez años que me dio por reunir aquí mismo un amplio elenco de palabras circulantes entre nosotros que tenían en común su notoria y a menudo artificial largura (La moda del archisílabo, 21 de septiembre de 1995). Ya es que fueran preferidas a otras palabras presentes de igual significado, pero más breves, o creadas ex profeso a fuerza de estirar aquéllas, en todos los casos revelaban un gusto general por el alargamiento silábico. Todo suena como si nos empináramos sobre esos hinchados vocablos para ganar estatura, como si la pobreza de conceptos se compensara mediante la exuberancia en los términos. A fin de probarlo, y como el catálogo de archisílabos sigue abierto y creciendo, aquí va esta nueva remesa por si les aprovecha.
Y puestos a empezar por algún sitio, díganme por qué señalización en lugar de 'señal', y contrastación en vez de 'contraste', y connotación cuando sólo queremos decir 'matiz' o quizá 'sentido'. ¿Será que una vinculación resulta más fuerte que un 'vínculo' y una argumentación más convincente que un 'argumento'? Pregúntense si el horrísono concretización dice algo distinto de 'concreción' o 'plasmación', o la concertación entre las partes vale más que su 'concierto'; si una ejemplificación expresa otra cosa que un 'ejemplo' o si por un casual la apreciación o la valoración que ofrecemos van más allá del 'juicio' normal y corriente. A lo mejor no se han fijado, pero hace algún tiempo que la documentación ha suplantado a los 'documentos', un trueque parecido al que se produce cuando se nos pide la numeración -que no el 'número' o la 'cifra'- de ese mismo documento. Y, a fin de hacernos notar, dejamos la 'condición' a un lado para aludir a los condicionantes y hasta al condicionamiento.
Que alguien nos explique dónde radica la distinción entre deficiencia y 'defecto', continuado y 'continuo', industrializado e 'industrial', equipamiento y 'equipo'..., salvo en que los primeros términos abultan más que los segundos. Otrotanto pasa cuando se recurre al intercambio, y no ya al mero 'cambio' de impresiones, o al estar operativo, que toda la vida de Dios decíamos 'activo'. Sobra añadir que simplezas como 'antes' y 'después' sólo las usan quienes no se han rendido al anteriormente y posteriormente (o al con anterioridad y con posterioridad). Los más finos se lamentan con un desafortunadamente antes que con el más escueto 'desgraciadamente'. Los vehículos parecen 'chocar', cuando en realidad colisionan, lo mismo que ciertos dramas no nos 'conmueven' sino que nos conmocionan. El hombre común, al que su médico ya no le ordena un 'análisis' sino una analítica, se queda más pasmado ante una sintomatología que ante los meros 'síntomas' y se sirve de las nuevas tecnologías, pero nunca de las nuevas 'técnicas'. Es el mismo mecanismo que nos inclina al confusionismo frente a 'confusión', al secretismo por el 'secreto' y que nos pide llamar aislacionismo al 'aislamiento'. ¿Por qué razón? Sencillamente porque, siendo voces más ampulosas, aparecen dotadas de mayor empaque.
Se diría también que algún arrebato teórico nos está empujando al cultivo de la abstracción y a penetrar en las últimas propiedades del mundo y de la vida. Basta que escuchemos cómo la 'confidencia' deja paso a la confidencialidad y el simple 'crimen' a la criminalidad, lo mismo que por lo general ya no hay 'culpa' y sí culpabilidad (y culpabilizar ha desbancado al viejo 'culpar'), ni tampoco 'conflicto' porque al parecer predomina la conflictividad. Y a la hora de ponderar las 'múltiples' ventajas de un acuerdo, ¿acaso no mentamos la multiplicidad de esas ventajas?; y la 'mayoría' ¿no ha venido a ser la generalidad de la gente? Nadie pregunta por nuestra 'disposición' hacia tal o cual empeño, sino por nuestra disponibilidad hacia él. El ciudadano actual no se atiene a la 'ley', sino a la legalidad vigente.
Item más. En la inmobiliaria nos ofrecen su tipología de viviendas, que es cosa más sonora que los 'tipos', de modo semejante a como la modalidad se ha tragado al 'modo', junto con la 'versión' y la 'clase'. No buscamos mejorar el 'acceso' a un lugar, sino su accesibilidad; ni asegurar la 'duración' de un estado de cosas, nada de eso, sino su durabilidad; ni nos importa tanto el 'sostenimiento' de una institución como su sostenibilidad. Todo el mundo sabe que Navarra forma una comunidad política diferenciada, no sólo 'diferente', y que su primer cometido es preservar su especificidad (o sea, su 'carácter') foral. El nacionalista vasco no reivindica un 'territorio', sino una territorialidad, ya ven. Claro que somos 'individuos', pero al formar parte de ciertos grupos nos transformarnos -sin comerlo ni beberlo- en individualidades. ¿Qué es preciso guardar, la mera 'proporción' o la proporcionalidad?; ¿qué tememos perder, el 'honor' o más bien la honorabilidad?
Pongamos el oído a ver si detectamos algunos hallazgos del vocabulario técnico y comercial que todo lo infecta. Ahí tienen esos encantadores optimizar y optimización, que nos hacen prescindir de cualquier 'mejorar' y de toda 'mejora'. Resulta mucho más elegante incentivar que 'apoyar' o 'impulsar' a secas, así como ahora toca visionar lo que antes nos limitábamos a 'ver' o 'mirar' y visualizar lo que entonces íbamos a 'contemplar'. Pero también acudíamos a 'tiendas', a 'puestos' o a 'comercios', mientras que hoy día (perdón: a día de hoy) entramos y salimos de establecimientos de todas clases. Y me admitirán que personas y cosas ya no se 'cuentan', sino que se contabilizan; ni casi nada se 'planea', sino que se planifica; ni nadie resulta 'movido' a hacer algo, sino motivado. Donde esté el incrementar que se quite el 'aumentar' y dígase ralentizar para adorno del 'frenar', que queda más tosco. Una vez asegurada la esponsorización o financiación de un evento cualquiera, a ver qué hacemos con su 'respaldo' o 'patrocinio'. Vamos a fidelizar a la clientela y, desde luego, a implementar cuanto haga falta, aunque no sepamos a ciencia cierta qué decimos con tan novísimo palabro. ¿Que nos sale a cuenta el 'traslado' de nuestra empresa a países más baratos?; pues decidimos su deslocalización, y a otra cosa. Los tiempos no requieren personas 'capaces', sino capacitadas: y es que vivimos en un mundo globalizado, que no 'global' ni mucho menos cohesionado (léase 'unido' o 'concorde').
Pero si su pauta de galanura lingüística la dicta el habla del político, tiene usted donde escoger archisílabos, ya lo creo. No le faltarán ni el portavoz parlamentario notable por sus ocurrencias verbales, ni el periodista obediente que las recoja ni el público dispuesto a apropiárselas como si fueran palabra de Dios. Una por una, comience por mentalizarse para la tarea
que emprenda, no se limite a 'prepararse' o 'disponerse'. Tenga siempre en su boca referentes, nunca 'modelos', déjese del 'contexto' para situarse en un escenario y, en lugar de 'procesos', ponga en marcha alguna dinámica que otra. Pudiendo hacer un llamamiento, no se conforme con una 'llamada'. La vida humana, más que 'combate', es confrontación permanente. De modo que habrá de esmerarse en descalificar al contrario, no en 'despreciar' o 'insultar' a tal sujeto; a desvalorizar al de enfrente, sin llegar al punto de 'devaluarle'. Como se vea obligado a 'anular' o 'suspender' la convocatoria de un acto, debe desconvocarlo. Procure no dejarse marginalizar por sus jefes ni ser objeto de una turbia marginalización, que eso es más grave que su 'marginación'. Y líbrese de instrumentalizar a nadie, no sea que le acusen de 'manejarle' a su antojo.
Es de temer, ay, que la cofradía académica a la que pertenezco no salga mucho mejor parada en este festival de inflaciones verbales. Resulta conocido nuestro afán por revisitar lo que se quiere tan sólo 'revisar', enfatizar lo que bastaría con 'subrayar' y clarificar eso que tratamos de 'aclarar'. En cuanto se alude a alguna forma de 'crear', habrá de pronunciarse el generar, un comodín tan sobado como aquel articular que designa el sinfín de operaciones intelectuales que van desde el 'urdir' al 'ordenar' y 'componer'. Lejos de contentarnos con 'mostrar' o 'revelar', nos complace evidenciar y hasta patentizar. Siempre será más filosófico un imposibilitar que el modesto 'impedir', dónde va a parar, y más moderno la presuposición que el 'presupuesto'. ¿Por qué servirse de un planteamiento 'propio' o 'particular' teniendo a mano el enfoque específico, que para mayor suerte es esdrújulo?
Dejemos a Chesterton interpretar este fenómeno que ya denunció cien años atrás: "Las palabras largas nos pasan zumbando como los trenes largos. Sabemos que llevan cientos de demasiado cansados o demasiado indolentes para caminar y pensar por sí mismos. Las palabras largas no son las palabras difíciles; difíciles son las palabras cortas". Así se explican los archisílabos, "esas cómodas palabras largas que libran a la gente de la fatiga de razonar...".
Ya lo decía Travis/Robert de Niro en Taxi Driver:
"Tengo que 'organicionarme', eso suena mas importante, aunque solo sea porque tiene mas letras"
Gracias por incluir los artículos anteriores de Arteta,
rj
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