
Un pavo no es sólo el ave galliforme de negruzco plumaje y extraña cabeza que nos visita en las navidades. El término «pavo» ha ido adquiriendo a lo largo del tiempo otros significados, y entre ellos el de «moneda de cinco pesetas». Hasta no producirse la europeización monetaria, en el argot común un pavo equivalía a «un duro» desde la lejana época en que ambas cosas sólo estaban al alcance de los más privilegiados. Ahora la Dirección General de Tráfico ha dado un nuevo impulso a la palabra merced a una campaña publicitaria que la emplea como leit-motiv. En síntesis todo se reduce a lo siguiente: los jóvenes menores de 25 años que aspiren a obtener el permiso de conducir podrán disponer de un crédito que sólo les obligue a pagar un pavo al día. Pero aquí el pavo se ha encarecido; en vez de un duro, vale un euro. El nuevo referente semántico del vocablo (pavo=euro) no es invención de las autoridades, pues ya está relativamente consolidado en el habla de la calle. Lo que llama la atención es esa creciente tendencia al coleguismo idiomático que manifiestan los gobernantes cada vez que se dirigen a la gente joven. Les ofrecían viviendas a las que llamaban «quelis» y ahora carnés de conducir por un «pavo» diario. Quizá nadie ha tenido en cuenta que también «pavo» es sinónimo de soso o parado, y que en la jerga marginal significa «incauto, víctima de un robo o una estafa» (véase el Diccionario del argot de Víctor León). A la vista de los anuncios televisivos de la DGT, se diría que sus jóvenes destinatarios quedan incluidos en esta última acepción. Son los inconvenientes de la polisemia.
Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 17.11.07.