Emiliano es, sin duda, una gloria del baloncesto. Pero su ejecutoria bajo la canasta no le puede hacer acreedor del título de Presidente Emérito del Real Madrid tal como indica la noticia. Nadie que no haya ejercido antes el cargo o empleo correspondiente puede convertirse en emérito, por la sencilla razón de que no se ha jubilado previamente de ese puesto. Quizá este breve texto lo explique mejor:
Oficialmente, la condición de «emérito» no se contrae necesariamente por «méritos», aunque las dos palabras guarden entre sí un claro vínculo etimológico. Hay profesores eméritos de escasa valía y los hay que, siendo reconocidas autoridades en su área o disciplina, no han alcanzado esa supuesta distinción. Y decimos «supuesta» porque sólo se llega a emérito al alcanzar una determinada edad. Es «emérita» en su oficio o cargo la persona jubilada a la que se le mantiene en su trabajo más allá del tiempo establecido. El Diccionario académico, no obstante, concede al adjetivo un cierto nimbo de prestigio (tal vez por efecto de la proverbial asociación mental entre vejez y honor o sabiduría) al indicar que se aplica a la «persona retirada de un empleo o cargo y disfruta de algún premio por sus buenos servicios». Abundan los profesionales de diversos ramos que aprovechan esa ambigüedad y se autotitulan «eméritos» como quien se cuelga una medalla o espera un trato distinguido. Otros, en cambio, huyen del término temerosos de ser considerados decrépitos, gastados o inútiles. Y es que hay eméritos cargados de méritos y eméritos que estarían mucho mejor gozando de su jubilación. Al fin y al cabo, también uno de los lugares comunes del idioma habla de «merecido descanso». Pero considerándolo desde el punto de vista semántico tal vez conviniera volver a los orígenes, y adjudicar el rango de «emérito» no a todos los jubilados que continúan en su empleo, como se hace ahora, sino sólo a los más valiosos y dignos de reconocimiento.
Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 26.9.07.
Publicado en 'Juego de palabras', del suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 26.9.07.
3 comentarios:
Pobre Emiliano. No es emérito y además le ingresan en el Salón de la Fala.
En el argot juvenil de mi tierra se llaman "falas" a las mentiras. Así que todo concuerda.
Eso. Con cuerda.
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