8 de marzo de 2011
BERLINAS ESTATUTARIAS
Es sabido que al comprar un automóvil compramos algo más que un vehículo de cuatro ruedas. El coche sacia las ansias de distinción de muchos conductores que no se conforman con la potencia del motor y los equipamientos de seguridad a bordo (no ese «abordo» tan común y tan erróneo, por cierto): quieren poderío, grandeza, el signo visible de una superioridad que les permita mirar a los otros conductores con altivo desdén. Los nombres de marcas, tipos y modelos siempre han tratado de adecuarse a ese magnetismo de lo señorial. La última novedad en el vocabulario del automóvil son las «berlinas estatutarias» (sic), un tipo de coche más grande que las (o «los») berlinas comunes. Varias marcas conocidas ya presentan sus modelos de esta gama. Sabemos que la «berlina» recibe su nombre de los carruajes antiguamente usados en Berlín. Pero, ¿y ese curioso adjetivo «estatutario» que parece anunciar un vehículo oficial con chófer y escolta incluidos? ¿Qué clase de 'estatuto' regula su funcionamiento? Todo hace suponer que no hay estatuto alguno, sino «estatus» alto, el de las personas que pueden llegar a adquirirlos. Antiguamente, el nuevo rico llegaba al concesionario mostrando un fajo de billetes con la intención de adquirir un automóvil que dejara boquiabiertos a sus vecinos. ¿Qué coche desea el señor?, le preguntaban solícitos los vendedores. «El más grande que haiga», respondía ufano. Y así entre bromas y veras nació el sustantivo coloquial «haiga» para designar los automóviles ostentosos que solo estaban al alcance de la gente adinerada. Lo más probable es que este «berlina estatutario» no sea sino la versión moderna de aquel «haiga»: otro disparate verbal, otra expresión desternillante.
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