
«Por la tarde Ana Isabel regresa a casa cargada con las bolsas de la compra. Estaba introduciendo la llave en la puerta cuando vio que la puerta del vecino se abría al tiempo que oyó un tremendo golpe, y el chasquido de algo que se rompe y toda la sinfonía de ruidos que acompañan esas pequeñas catástrofes de un jarrón, o un espejo que se hace añicos;; pero lo que no esperaba a oír por segunda vez en el día fue un sonoro y contundente: ¡Sapristi!»
Aunque
la historia lleva colgada en la red casi un año, la traigo aquí con permiso de su autor porque hoy me ha hecho pensar en esas palabras que envejecen con nosotros y tal vez morirán también cuando nos vayamos.
Sapristi es una exclamación del francés, proveniente de un
Sacristi (Sacré, Sacré Christ) deformado. Un eufemismo a mitad de camino entre el juramento y la interjección remilgada, que en nuestra infancia acostumbraban a pronunciar bastante los personajes de tebeo y a Joaquín y a mí nos hacía mucha gracia.
(Para Joaquín, in memóriam)