21 de junio de 2010

HISPANOUNIDENSE


No todo es spanglish o espanglés en los Estados Unidos. Los más de cincuenta millones de hablantes de español en el país cuentan con una Academia Norteamericana de la Lengua que despliega una animosa actividad en defensa del recto castellano. Uno de sus frutos es la guía que acaba de publicar con el título de Hablando bien se entiende la gente, pedagógico y divertido compendio de recomendaciones que no estaría mal difundir en todo el ámbito castellanohablante. Entre los autores del trabajo está el gaditano Gerardo Piña-Rosales, director de la Academia y divulgador de las cosas del idioma. Buena muestra de su tarea es 'Dígalo bien', una serie de breves espacios semanales emitidos en la cadena neoyorquina Univisión donde Piña-Rosales enmienda errores comunes y da consejos útiles sobre el uso del castellano. Aunque su preocupación principal se centra en los préstamos innecesarios y en los 'falsos amigos' traídos del inglés, no sería justo tacharlo de purista. Al contrario, el director de la ANLE comprende la necesidad de innovar en la lengua. Recientemente ha sugerido la acuñación del término «hispanounidense» para designar a los residentes en Estados Unidos que tienen origen hispanoamericano. El vocablo, más preciso que el ambiguo «hispano» y más económico que «hispanoestadounidense», serviría también para referirse a la variante diatópica del español en Norteamérica. Es cierto que se trata de un compuesto inusual, pues al enlazar los términos originarios («hispano» y «estadounidense») omite uno de los lexemas (o 'raíces', como prefiere la Nueva gramática recuperando nomenclaturas clásicas), a pesar de lo cual consigue transmitir la idea que pretende. Da la impresión de que la propuesta de Piña-Rosales ha tenido buena acogida, al menos en medios académicos y periodísticos. Nuestros votos por su éxito.
(Logotipo de Carlos Barrón)

16 de junio de 2010

Muertos encima de la mesa


El lugar de los cadáveres está bajo la tierra, no encima de la mesa. Las mesas son el lugar de la ingesta, el espacio donde los alimentos son depositados para consumo de los comensales. Puede ser que la lengua se haya dejado arrastrar por la corriente del tópico ―descuido imperdonable cuando se habla de víctimas―, pero también es posible que haya actuado el inconsciente y no se piense en los muertos como seres irreemplazables, personas de carne y hueso arrancadas de la vida por un capricho fanático, sino en su infame condición de piezas de un tablero de ajedrez. Porque la expresión figurada y algo antropofágica «poner los cadáveres encima de la mesa» nació en tiempo de negociaciones siniestras, cuando los unos jugaban la baza de su legitimidad política mientras los otros argüían la más poderosa razón de sus matanzas. Los muertos eran puestos por los terroristas encima de la mesa para dejar claro que la fuerza bruta mandaba sobre la razón democrática. No hablemos a la ligera ni hagamos nuestros estos modos de decir, que tanto ofenden a los dolientes.

15 de junio de 2010

CAJAS DE AHORRO


En su origen, la mayoría de las cajas de ahorros eran también «montes de piedad»: instituciones de préstamos pignoraticios a interés bajo con fines benéficos. Poco a poco dejaron de ejercer esta función hasta llegar a los tiempos actuales, donde prácticamente desarrollan las mismas actividades que los bancos aunque con estatutos distintos. Tal vez por eso tienden a denominaciones comerciales más escuetas donde ha desaparecido el complemento «de ahorros» y el resto ha quedado desdibujado dentro de un sintagma sin preposición (Caja Segovia, Caja Murcia), en ocasiones reducido a un nuevo término compuesto (Cajastur, CajaCanarias) u oculto bajo unas siglas (CAI, CAM, CCM). El hablante normal ya no va a hacer sus operaciones a la caja de ahorros, sino simplemente «a la caja». Pero las informaciones económicas han vuelto a poner de actualidad a estas entidades, y ahora nombradas con todas sus letras. ¿Con todas? No exactamente. Aunque su nombre oficial es el de «Cajas de Ahorros», el lenguaje del periodismo y de la política tiende a suprimir el plural del segundo elemento: «Cajas de Ahorro». Esta costumbre no pasaría de ser una curiosidad, uno de los muchos caprichos de las modas en la lengua hablada, si no fuera porque en singular sólo se dice «Caja de Ahorros», con lo que la decisión de los hablantes deja de ser una rareza para convertirse en un misterio. Nada justifica que se prefiera «Caja de Ahorros» sobre el inexistente «Caja de Ahorro», y en cambio en el plural la preferencia se invierta, contra toda lógica: «Cajas de Ahorro» frente a «Cajas de Ahorros». No pierda el tiempo el lector en buscar una explicación. No la hay. Tampoco los cimientos del idioma se van a resentir por anomalías tan insignificantes, pero también tan llamativas. Vienen a recordarnos que las lenguas nunca se dejan sujetar del todo por las reglas y a veces emprenden vuelo buscando vientos de libertad.

14 de junio de 2010

REPRIMENDA


Mucha reprimenda parece ésta que ha durado dos años. Los menos originales habríamos preferido poner represalia.

El idioma somos todos


Un buen quevedista ha leído el impreso de la declaración de la renta con lentes de filólogo y trae a su blog algunas expresiones diabólicas de ese lenguaje oficinesco ideado para facilitar las cosas al ciudadano. Y es que Hacienda somos todos, también en materia de idioma.

8 de junio de 2010

Telepáticamente



¿Quién dijo que en el país de las pólizas y los formularios nunca se conseguiría simplificar los procedimientos administrativos? He aquí un caso modélico de adelgazamiento burocrático. No solamente se aligeran los trámites, sino que quedan reducidos a su mínima expresión: la vía telepática. Uno se pregunta en qué consistirán las oposiciones para el puesto de trabajo correspondiente, o sea, el de funcionario mentalista.

7 de junio de 2010

Desguaces


Aunque la errónea diéresis parezca indicar otra cosa, la empresa se dedica al desguace de vehículos a motor y no al desguace del idioma. Pero a este paso todo se andará.