29 de octubre de 2009

Suspenso en Gramática




«El Comité recuerda a todos los militantes su obligación de abstenerse y de hacer manifestaciones o declaraciones». es decir, que los militantes están obligados a hacer manifestaciones o declaraciones y además a abstenerse de algo, no se sabe bien qué.


«[...] advierte que, de producirse [...]»: de producirse, ¿qué? ¿La obligación de abstenerse, tal vez?


La Dirección del PP ha suspendido cautelarmente a Costa y a la sintaxis.

28 de octubre de 2009

Desollando la ortografía

«Vacía la bacina del bovino que está al lado de la bobina metálica y después llénala de agua antes de que se desolle las patas». La ganadora del certamen aragonés de Ortografía tuvo que escribir correctamente esta frase para obtener su título y acceder así a la fase nacional del Campeonato. De la nota de prensa del Gobierno de Aragón se desprende que la autoría de la frase corresponde al jurado, compuesto por profesores de bachillerato y unos técnicos del departamento de Educación. Todo en orden, si no fuera porque una de las palabras dictadas no existe. El verbo desollar es irregular y se conjuga como contar, es decir: diptonga en las formas cuya raíz es tónica (desuellas, desuellan, desuelle, etc.). Por tanto, ese desolle es erróneo. Y no sólo eso; da la impresión de que ha sido puesto ahí para averiguar si los estudiantes saben distinguir el uso de y y ll (es decir, *desolle frente a desoye). Hasta el momento, no se sabe de ningún competidor o profesor suyo que haya pedido la repetición de la prueba alegando esta inexplicable anomalía.

26 de octubre de 2009

Una lengua de pobres y de gángsters

Hablar español es de pobres. Lo ha vuelto a decir Salvador Sostres, un conocido columnista catalán, que ya expresó esta opinión hace cuatro años en un artículo donde mostraba una lista de países hispanohablantes y de sus bajas renta per cápita. En cambio, Islandia, Noruega o Suecia, «donde se hablan lenguas minoritarias como la catalana», presentan unos indicadores económicos muy superiores. Un argumento aplastante. Ahora Sostres ve confirmada su teoría con nuevos datos de la realidad. En un reciente comentario de su blog trae el ejemplo de Brasil, «el único país en emergencia de aquella zona que no tiene la lengua española como propia» y que «va a organizar unos Juegos olímpicos después de haber derrotado a Madrid». Y, ya puesto, da otro paso adelante y afirma que el castellano no sólo es cosa de pobres, sino «de gángsters». La prueba: esa «insólita colección de dictadores y mafiosos como Castro, Chávez o Zelaya, que hablan todos español». ¿También eso es casualidad?, se pregunta el periodista convencido de tener toda la razón. Aunque admite que el español tiene «la mejor literatura del mundo», lo cierto es que «allá donde se habla español, las cosas no funcionan». Necesitamos personas como Sostres. La filología comparada, la sociología y el derecho penal deben estar agradecidas a estos talentos, los únicos capaces de desvelarnos las secretas conexiones entre idioma y miseria, entre las lenguas y el delito. Ya saben: si hablan español, aunque no se hayan dado cuenta llevan dentro un mendigo y a la vez un tipo con metralleta dispuesto a cualquier cosa. Cuidado con lo que dicen.

19 de octubre de 2009

ESCOÑAR


He aquí un titular audaz, inusitado, de impacto, que desafía las reglas de uso del idioma. Me enteré de él gracias a C. C., justamente cuando acababa yo de enviar para su publicación el artículo que viene más abajo. No creo que haga falta decir mucho más:



COLOQUIALISMO


Pocos años atrás el hablante medio aún sabía cambiar de registro según las situaciones en que se encontrara. Era consciente de que no se puede usar el mismo tono en una conversación informal y en una entrevista de trabajo, y de que tampoco los términos empleados para comunicarse con los amigos en el bar son recomendables en la defensa de una tesis doctoral. La riqueza de un idioma se mide entre otras cosas por su capacidad de ofrecer variantes diversas para cada circunstancia. De un tiempo a esta parte, sin embargo, se van rompiendo las barreras entre los distintos niveles de uso. Tan pronto encontramos un titular de prensa redactado en alegres términos de argot como oímos a un profesor que en sus clases combina la preceptiva jerga académica con giros y modismos decididamente vulgares. Hay quien cree que un taco soltado en mitad de una noticia radiofónica pone color al relato. En las cámaras parlamentarias suenan con frecuencia voces importadas de los graderíos. Y la Universidad ha abierto las puertas de sus aulas y sus departamentos a expresiones que antes sólo empleaba la gente del bronce. El coloquialismo ha ido penetrando en los registros científicos, en el habla culta, en la lengua del periodismo hablado y escrito e incluso en los usos administrativos. ¿Igualitarismo mal entendido? ¿Economía de medios? ¿Pura y simple ignorancia? Quién sabe. El hecho comprobado es que el idioma va perdiendo sus matices, y al hacerlo se priva de recursos para resolver situaciones diferentes al tiempo que engendra equívocos y malentendidos por doquier. Nos queda el consuelo de saber que a cambio dentro de poco todos rebuznaremos de forma semejante.


Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 17.10.09.

17 de octubre de 2009

ANTIGUAS PESETAS


Si nadie dice «antiguos maravedíes» ni «antiguos doblones», ¿por qué aplicar el adjetivo a otra moneda que también ha sido retirada de la circulación –aunque más recientemente- como es la peseta? Pero el sintagma parece condenado a perpetuarse. Se diría que nadie es capaz de hablar hoy en día de la unidad monetaria española del siglo pasado sin referirse a ella como «las antiguas pesetas». Como si existiesen unas «pesetas modernas» que hubieran venido a ocupar el lugar de las anteriores. El empleo enfático y redundante del epíteto tiene, sin embargo, una explicación de orden psicológico. Para algunos es la manifestación arrogante de menosprecio respecto de un tiempo pasado. Pero mucha gente acostumbra todavía a traducir a pesetas los precios en euros porque necesita la equivalencia para poder dar el valor exacto a las magnitudes medidas en la nueva moneda. Seiscientos euros son cien mil pesetas, treinta valen lo mismo que cinco mil. Esa operación mental no siempre se expresa en voz alta. Con mayor o menor esfuerzo, el viejo intenta disimular que sus escalas pertenecen a otra época, que no consigue ponerse del todo al día, que está condenado a cargar de por vida con una calculadora imaginaria que convierta los euros en pesetas y a la inversa. Pero otras veces la palabra «peseta» se nos escapa de la boca como una confesión delatora de pertenencia a un tiempo pretérito. Y entonces nos apresuramos a añadir «antiguas» para así parecer más actuales. Hay varias generaciones de españoles educados en la peseta que nunca lograrán desprenderse de su sombra, y para quienes el innecesario apéndice de «antiguas» ayuda a quitarse edad. Tal vez ahí esté la clave.

Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 10 octubre 2009.

8 de octubre de 2009

Magistral


Un día tan señalado merecía una carta así de brillante. Aparte de la hondura del contenido, se ve que el autor ha dado lo mejor de sí mismo esmerando la prosa, escribiendo en un castellano preciso a la par que elegante, pulcro a la vez que diáfano, observando la máxima corrección en el empleo del idioma. En una palabra: magistral. No podía ser menos en el día de los maestros.

6 de octubre de 2009

PATOLOGÍA


A nadie se le ocurriría elogiar la sonrisa de otra persona diciendo que tiene «una odontología brillante», ni llamar «dietética severa» al régimen que sigue para perder peso. Odontología y dietética son dos ciencias, como lo son la patología (el estudio de las enfermedades), la geografía (el conocimiento de la Tierra) o la climatología (la ciencia del clima). Y sin embargo oímos sin cesar expresiones como «el paciente padecía patologías previas», «a X le han diagnosticado una patología grave», «el sistema económico sufre una patología avanzada». Quieren decir males, dolencias, enfermedades. La tendencia pedantesca a emplear el nombre de una rama del saber para referirse a la cosa que es objeto de su estudio viene de tiempo atrás. Todos recordarán expresiones del estilo de «a lo largo y ancho de toda la geografía nacional» o «la corrida hubo de suspenderse debido a la mala climatología». Pero el vicio va creciendo hasta límites insospechados. «Patología» es el caso más llamativo –el caso más patológico, digamos-, pues no sólo circula en la calle sino que se oye en boca de los mismos especialistas. Con esa ridícula pose que adoptan los galenos para darse importancia, nos hablan tan a menudo de «patologías» que se diría que han desaparecido los enfermos porque ya no hay «enfermedades». Rizando el rizo, el ayuntamiento de una ciudad cercana ha puesto en marcha un programa de cursos de salud dirigidos a «personas con patologías médicas». Como si pudiera haberlas de otro tipo. Otro síntoma preocupante de alguna de las enfermedades -que no patologías- padecidas por nuestro sufrido idioma.

Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 3.10.09

5 de octubre de 2009

Al límite


- Mira lo que dijo Griñán el otro día: «La administración autonómica está al límite de sus disponibilidades financieras».

- Y ezo, ¿qué quiere dezí?

- Que la Hunta e'tá tiesa.

- Ah.


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