26 de febrero de 2009

Un acento calenturiento


¿Por qué decir libido cuando podemos poner la i en erección plantándole una tilde rijosa, convirtiendo la palabra llana en excitada y excitante esdrújula, y mostrar la vocal arrecha, erguida, como el propio término sugiere?

24 de febrero de 2009

Bofetones ortográficos


«Si algun [sic] dia [sic] tengo hijos, los educare [sic] como me han educado a mi [sic]». Faltaría más. Pero el derecho materno a la elección de la enseñanza de sus hijos debiera extenderse a las bofetadas ortográficas y gramaticales. ¿Cuántos azotes cuesta un «porque» que suplanta a un «por qué»? ¿Y un «me e portado mal»? Ah, aquellos viejos dómines de la vara de fresno.

17 de febrero de 2009

MANIATADO


Lo dejaron maniatado de pies y manos. Hay asesinos que están en todo.

15 de febrero de 2009

DESCAUSALIZAR


La patronal madrileña presentó días atrás un plan de reformas cuya principal contribución a la estabilidad laboral consistía en abaratar el empleo. El plan, respaldado por el presidente de la CEOE Gerardo Díaz Ferrán, sugería entre otras cosas reducir a menos de la mitad la cuantía de las indemnizaciones por despido, así como suprimir algunas de las trabas legales que protegen a los trabajadores. A esta propuesta de «contrato de crisis bonificado» -una denominación que ya lo dice todo- se han enfrentado los representantes sindicales, como no podía ser menos. Para expresar su rechazo, Cándido Méndez ha acusado a la patronal de pretender «descausalizar» los despidos. ¿Qué viene a decir este término de la nueva jerga económico-sindical, primo hermano tal vez del reciente verbo «deslocalizar» que ya todos conjugan sin trabarse la lengua? Se supone que el despido queda «descausalizado» (o «desencausado», como también se ha dicho) cuando el patrón puede echar a la calle al empleado sin ninguna causa, sin que se den condiciones que justifiquen la medida, por simple capricho o conveniencia. El secretario de la UGT empleó el término con intención recriminatoria, pero quizá sin saberlo estaba dulcificando la actitud que denunciaba. Creía hacer una acusación cuando en realidad usaba un eufemismo. Si cunde la moda de hablar de «descausalización» del despido, lo que antes se consideraba cheques en blanco, patentes de corso, bulas y licencias de impunidad pueden convertirse en frías decisiones sin importancia. Si triunfa el neologismo laboralista acabará haciendo un inestimable favor a la inclemencia empresarial.

Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 14.2.09

13 de febrero de 2009

En buenas manos


Al terminar la navegación por varias páginas de la Red donde se tratan asuntos relacionados con nuestra Lengua, tanto en España como en América, me vienen a la memoria las palabras de Guillermo Cabrera Infante: «El español es demasiado importante para dejarlo en manos de los españoles».

12 de febrero de 2009

Helenismos

Una convincente apología del griego.

Coloquialismo

Hasta hace poco uno pensaba que el visible deterioro del idioma en nuestras comunicaciones provenía de una deficiente educación a la que se agregaba una buena dosis de desidia. Si hablábamos mal y escribíamos peor era debido a que no todo el mundo había tenido la fortuna de recibir una instrucción adecuada. Y al fin y al cabo, qué más da decir las cosas de forma correcta o incorrecta si nos hacemos entender, ¿no es cierto? Es una corriente de opinión bastante extendida contra la que no merece la pena presentar batalla. Así nos va: no solamente rodeados de anglicismos innecesarios y de latiguillos empobrecedores, sino oyendo día a día discursos imprecisos, incoherentes y zafios de boca de quienes por su oficio —los comunicadores, especialmente los radiofónicos y los televisivos— o por su rango —los políticos, los empresarios, los situados en puestos de alta representación social— pueden ejercer mayor influencia en los hablantes comunes. La lengua de hoy es una mezcla de ‘bullshit’ eufemístico y torpeza expresiva, de balbuceo cansado y de mala retórica de charlatanes. Pero el mal no se queda ahí. A la falta de habilidades lingüísticas adquiridas y al nulo interés por dominar la principal herramienta de comunicación a nuestro alcance se agrega otra dolencia creciente: un cierto reparo de hablar bien. Algo parecido al rubor, o la vergüenza, o la incomodidad de ser visto como un pedante, o acaso como un esnob engreído. Mientras del otro lado del océano siguen llegando hermanos de lengua que tienen a gala expresarse con elegancia, nosotros bajamos a los suburbios del coloquialismo y del argot. Es un mecanismo que la sociología del lenguaje reconoce en las hablas juveniles: se trata de integrarse en el grupo a base de manifestar rebeldía contra la lengua de los mayores. Lo que ocurre es que esa tendencia transgresora alcanza ya a todas las esferas, incluida la académica. Hoy en día ya es casi imposible oír una entrevista, un noticiario, una conferencia incluso, donde no caigan los tres o cuatro tacos de rigor, los modismos callejeros de moda o unas cuantas voces de jerga. Hay que ser gracioso. Hablar a la pata la llana. Huir de los registros cultos, formales o elaborados para evitar el riesgo de que nos señalen con el dedo como a proscritos. Que somos más desenvueltos que antes, de eso no cabe duda. Pero a cambio de eso vamos camino de no entendernos. De que no nos entienda ni Dios, por decirlo según la norma de la época.

11 de febrero de 2009

ECOCIDIO


Lo que no han podido los argumentos humanitarios lo pueden conseguir las consignas de moda. Lo decía esta semana Francisco Santos, vicepresidente de Colombia, uno de los hombres más comprometidos en la lucha contra el narcotráfico en su país. Durante décadas la gente de bien colombiana ha tratado de acabar con la plaga de la violencia asociada a las mafias de la cocaína y a cuantos, de ese lado y también del contrario, se beneficiaban del negocio de la muerte. Todo inútilmente. Sin embargo parece que las cosas están cambiando y que no sólo los colombianos de a pie sino muchos de los poderosos que han sacado provecho del narcotráfico se muestran sensibles a la causa antidroga. No lo hacen apenados por las víctimas ni deseosos de acabar con la sangre y la violencia. Lo que les ha hecho cambiar de actitud es el discurso ecologista del gobierno, que una campaña tras otra insiste en asociar la producción de cocaína con la destrucción del medio ambiente. De una parte los cultivos ilegales de coca han provocado la deforestación de buena parte del país. De otra, los vertidos de residuos químicos originados provenientes de los centros de producción de droga están envenenando un gran número de ríos. Y la gente se conmueve al oír esto mucho más que cuando antes un sicario mataba a su vecino o una bomba de gran potencia hacía saltar por los aires a un juez no corrupto y a todos sus ayudantes. Aunque el neologismo no es de invención colombiana, son los colombianos quienes están sacando el mejor partido al término «ecocidio». Santos, quien además de un maestro de las palabras es un hombre pragmático, lo ha confesado sin empacho: el cambio climático genera más sensibilidad que los muertos, así que entramos por la puerta que se nos abre. Aquí entre nosotros, la última víctima de los etarras cayó asesinada en nombre de una supuesta defensa de la naturaleza. No coló, claro, pero la justificación dada por los criminales sabía a dónde apuntar. No hay más que ver la legión de marcas comerciales de toda clase cuyas proclamas publicitarias apelan al verde, al aire, al agua o a las energías limpias, conscientes de que entre un ecocidio y un homicidio las mayores antipatías irán contra el primero. Es bueno tenerlo en cuenta. En primer lugar, para alegrarnos de que por fin el planeta tenga sus defensores. Pero también para estar prevenidos, no vaya a ser que la vida de un ser humano valga menos que la de un cocotero. Y eso ya sabemos a dónde conduce.
Publicado en El Correo, 31.1.09

10 de febrero de 2009

VISIBILIZAR


A poco que el lector frecuente los textos del género reivindicativo en cualquiera de sus variados frentes, no tardará en darse de bruces con el verbo «visibilizar» o el sustantivo «visibilización». Otras voces-sonajero muy de moda, que tan pronto sirven para reclamar la atención sobre personas o minorías sociales desatendidas («hay que visibilizar los problemas de pobreza en nuestras ciudades») como expresan el propósito de difundir una idea, un programa o una doctrina («el congreso tiene como objetivo la visibilización de la conciencia ecológica»). Es cierto que «visibilizar» significa «hacer visible» lo que no se observa a simple vista. Si hay realidades frente a las que nos «tapamos los ojos» obstinadamente, no está mal criticar esa actitud mediante otra metáfora relacionada con lo visual. Pero quizá se está cayendo en un abuso que roza lo ridículo.
De tanto «visibilizar» problemas, conflictos, fenómenos, comportamientos o actitudes, olvidamos que el idioma dispone de otros términos y locuciones a veces más apropiadas para decir lo mismo y hacerlo mejor. En vez de «visibilizar la violencia intragénero», podríamos «sacarla a la luz» o «denunciarla». En lugar de decir que una campaña «va dirigida a visibilizar los problemas de la tercera edad», bastaría con «mostrar» o «hacer patentes» esos problemas. Hay una larga lista de verbos y locuciones como «poner de manifiesto», «poner de relieve», «exhibir», «concienciar», «revelar», «exponer», «llamar la atención», «evidenciar», «hacer ver», etcétera, que sirven al mismo propósito. No los dejemos en la estacada. No los abandonemos a su suerte. Visibilicémolos también a ellos.

Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 7.2.09.

2 de febrero de 2009

ALMOHADILLA


Los menos duchos en el uso de los teléfonos modernos se preguntan por la utilidad de las dos teclas no numéricas que acompañan a las diez tradicionales, normalmente en la línea inferior, a ambos lados del cero. No sólo ignoran para qué sirven, sino también cuál es el nombre de sus signos. A la izquierda está el viejo asterisco, denominado así por su aspecto de astro o pequeña estrella. ¿Y a la derecha? ¿Cómo referirse a esa figura formada por dos barras paralelas horizontales cortadas por otras dos barras igualmente paralelas pero oblicuas? Parece que definitivamente habrá que llamarla «almohadilla». El DRAE, que en su edición vigente ya ofrece doce acepciones para el término, agregará esta nueva en la próxima actualización. Pero no es la única forma de denominar el signo de marras. En varias zonas de América es conocido como «numeral», «signo de número» o «cardinal», formas discutibles puesto que si de algo carece el símbolo es precisamente de valor numérico. Más interesantes son algunas de las voces coloquiales que también se estilan al otro lado del Océano, desde «gato» hasta «michi». Todas tienen su origen en la similitud entre este signo y el cuadro del juego de «tres en raya», conocido en muchas zonas como «juego del gato». Hay quien le llama también «sostenido», que es lo que indica el símbolo en la escritura musical. Y, más familiarmente, otros prefieren «tateti» o «tatetí», raro vocablo tal vez onomatopéyico, o quizá relacionado con el nombre inglés del juego de «tres en raya»: «Tic Tac Toe». Aclarado lo cual, queda por saber para qué demonios sirve la tecla.

Publicado en el suplemento cultural 'Territorios' de El Correo, 29.1.09